Él le enseñó a besar, le enseñó a hacer el amor, le enseñó a amar... y después le partió el corazón. Por eso, si no hubiera sido por la herida de bala que tenía en el brazo, Fluke no habría recurrido a él, ni se habría vuelto a encontrar en su casa y en su cama. Habría seguido odiando a Ohm Thitiwat en lugar de odiarse a sí mismo por desearlo de aquel modo. Ese hombre continuaba siendo demasiado mayor para él, seguía teniendo una pistola en el cajón de su mesilla y el corazón de Fluke en sus manos.