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Juliana sabía desde el primer momento que no era buena idea asociarse con alguien como Valentina Carvajal. Era consciente de que perdía el norte cada vez que ella le dedicaba una de sus enigmáticas miradas con aquellos hermosos ojos azul cielo.

Ahora por fin tenía la prueba, una mujer excitada aplastándola contra la pared la estaba devorando como si fuera su última comida.

Abrió todavía más la mano sobre su pecho, sirviéndoselo a su boca hambrienta. Volvió a tirar del pezón con una succión dulce y violenta. Juliana gimió y se golpeó la cabeza contra la pared al sentir la puñalada del deseo en el centro de su sexo; jamás había sentido una reacción tan intensa. La mano de Valentina le presionaba la entrepierna, aliviándole el dolor... y alimentándolo.

—Valentina —dijo con voz temblorosa.

Ella levantó su cabeza unos centímetros y se quedó mirando el pecho. El pezón, brillante debido a la saliva, había enrojecido, y la acción de su boca salvaje y de su refrescante lengua habían provocado que se hinchara y se endureciera. El cuerpo de Valentina se tensó.

—Tendría que ser un puto robot para no querer esto —dijo con voz áspera, casi salvaje.

Ella gimió, debatiéndose entre el deseo más crudo y el desconcierto. La expresión ligeramente perdida del rostro de la rubia mezclada con una mirada ardiente, le llegó al alma. ¿Quién era aquella mujer? No le gustaba la confrontación que creía percibir en ella. Le rodeó la nuca con una mano, deslizando los dedos entre su pelo. Era tan grueso y a la vez tan suave como parecía. La mirada de Valentina se clavó en los ojos de Juliana y ella le empujó la cabeza de nuevo hacia su pecho.

—No pasa nada, Val.

—Sí pasa. No sabes lo que estás diciendo.

—Sé lo que siento —susurró ella—. ¿Quién mejor que yo?

Ella cerró los ojos un instante. De pronto, Juliana sintió que la tensión se rompía y ella volvía a besarle la boca, a inclinar la cadera para sentir sus cuerpos pegados. Juliana le sujetó la cabeza con fuerza, sintiendo que se ahogaba en su esencia. De pronto creyó oír pasos a lo lejos a través de la espesa neblina de aquel deseo cada vez más intenso.

—Oh, estás aquí... perdona.

Los pasos empezaron a alejarse de nuevo.

Valentina levantó la cabeza; sus miradas se cruzaron y ella se quedó petrificada. La rubia se movió para asegurarse de bloquear la visión de su pecho desnudo y luego lo cubrió con la sudadera.

—Qu'est-ce que c'est? —preguntó bruscamente.

Juliana desvió la mirada, confundida porque no hablaba francés y no había entendido la pregunta.

Los pasos se detuvieron.

—Je suis desolé. Tu móvil no para de sonar en el vestuario. No sé de qué querrá hablar Vivi contigo, pero parece muy importante.

Juliana reconoció la voz con acento francés de Lucas. Sonaba apagada, como si estuviera hablando de espaldas. La mirada de Valentina se clavó en ella y luego sintió cómo se retiraba. Su cuerpo seguía presionándola contra la pared, firme y excitado, pero de pronto era como si en sus ojos acabara de cerrarse una puerta.

—Debería haberla llamado antes. Qué poco considerado por mi parte. Muy descuidado —dijo Valentina, sin apartar la mirada del rostro de Juliana.

Volvió a oír los pasos y el ruido de una puerta al cerrarse. Val se apartó de ella.

—¿Eh? —preguntó Juliana con voz temblorosa.

Se sentía extraña, como si los músculos de su cuerpo hubieran olvidado su cometido, como si el peso y la fuerza del cuerpo de Valentina fueran lo único que la había mantenido erguida. Apoyó una mano en la pared en un intento desesperado de enderezar su mundo.

Valentina levantó un brazo y la sujetó por el codo para evitar que se cayera. Su mirada se clavó de nuevo en la cara de Juliana.

—¿Juliana? ¿Estás bien? —le preguntó bruscamente. Ella parpadeó con fuerza y asintió. Parecía enfadada.

—Lo siento. Esto no debería haber pasado. No era mi intención —continuó con un tono de voz seco.

—Ah —respondió tontamente. La cabeza le daba vueltas—. ¿Eso quiere decir que no volverá a pasar?

Su rostro permaneció impasible. «¿Se puede saber en qué estaba pensando?», se dijo Juliana, fustigándose mentalmente.

—Antes no me lo has contado. Los hombres con los que vives... ¿Te acuestas con alguno? ¿Con todos?

Juliana sintió que se le paralizaba el cerebro.

—¿Qué? ¿Por qué me preguntas eso? Pues claro que no me acuesto con ellos. Son mis compañeros de piso. Mis amigos.

Ella entornó los ojos y bajó la mirada hasta su cara y luego su pecho.

—¿Esperas que me lo crea? Tres hombres viviendo en la misma casa que tú, ¿y resulta que todo es absolutamente platónico?

La ira brotó de su conciencia, aturdida por el deseo, y empezó a rugir con la fuerza de un tsunami. Si intentaba insultarla a propósito, lo estaba consiguiendo. Menuda bastarda engreída. ¿Cómo se atrevía a decirle algo así con tanta frialdad, después de lo que acababa de hacer?
¿Después de lo que ella le había permitido hacer?

Juliana se apartó de la pared y se detuvo a un dos o tres metros de ella.

—Me has hecho una pregunta y yo te he contestado la verdad. Me da igual lo que creas. Mi vida sexual no es asunto tuyo.

Y se dirigió hacia la puerta.

—Juliana.

Ella se detuvo, pero se negó a darse la vuelta. El sentimiento de humillación empezaba a confundirse con la ira. Si le miraba a la cara, a aquellas facciones tan perfectas y confiadas, corría el riesgo de explotar.

—Solo te lo he preguntado porque quería saber... cuánta experiencia tienes.

Juliana se dio la vuelta y la miró boquiabierta.

—¿Tan importante es para ti? ¿Experiencia, dices? —preguntó, deseando que la dolorosa puñalada que había sentido al escuchar sus palabras no se reflejara en su voz.

—Sí —respondió Valentina.

Sin concesiones. Sin suavidad. Solo «sí».

La expresión de su rostro se endureció y apartó los ojos de ella.

—No soy lo que crees. No soy una buena persona —continuó, como si eso lo explicara todo.

—No —dijo Juliana con más calma de la que realmente sentía—. No lo eres. Puede que ninguno de los lameculos de los que te rodeas se haya atrevido a decírtelo, pero es evidente que todos lo pensamos, Valentina.

Esta vez, no intentó detenerla cuando se apresuró a salir por la puerta.

Mine complètement - Juliantina TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora