10

3K 306 64
                                    

La puerta del ascensor se abrió en silencio y Juliana siguió a Valentina hacia el interior del departamento, debatiéndose a partes iguales entre el temor y la emoción.

—Sígueme a mi dormitorio —le dijo ella.

«Mi dormitorio» Era como si las palabras rebotaran dentro de su cabeza. De pronto cayó en la cuenta de que nunca había estado en aquella parte del enorme piso. La siguió de cerca, sintiéndose como una colegiala a quien han sorprendido con las manos en la masa. No podía negar que estaba emocionada, aunque no acabara de comprender la dirección que esa emoción señalaba; de algún modo, sabía que, si cruzaba la puerta de las habitaciones privadas de Valentina, su vida cambiaría para siempre. Y como si ella también lo presintiera, se detuvo al llegar a una puerta de madera ricamente tallada.

—Nunca has hecho algo así, ¿verdad? —le preguntó.

—No —admitió ella, rezando para no ponerse colorada. Ambas hablaban a media voz— ¿A ti te parece bien?

—Al principio no, pero te deseo tanto que tengo que entender tu inocencia — respondió Valentina. Ella bajó la mirada—. ¿Estás segura de querer hacer esto, Juliana?

—Antes necesito que me respondas a una cosa.

—Lo que quieras.

—Esta noche, cuando me has llamado... cuando estaba yo en el coche... No llegaste a decirme por qué llamabas.

—¿Y te gustaría saberlo?

Juliana asintió.

—Estaba aquí, sola en casa. No podía trabajar ni concentrarme.

—¿No dijiste que tenías invitados?

—Eso fue lo que dije. Pero cuando llegó el momento, no podía dejar de pensar en ti. Con otra no habría sido lo mismo.

Juliana sintió que se le cortaba la respiración. De algún modo, oírle siendo tan sincera le había afectado.

—Entonces fui a tu estudio y vi lo que pintaste ayer. Es brillante, Juliana. De repente, supe que tenía que verte.

Juliana inclinó aún más la cabeza para ocultar el placer que le habían provocado aquellas palabras.

—Vale. Estoy segura.

Fue ella quien dudó, hasta que levantó una mano y giró el pomo. La puerta se abrió. Le hizo un gesto con la mano y ella entró con cautela en la habitación. Valentina tocó algo en un panel de control y varias lámparas iluminaron el espacio con una luz dorada.

Era una estancia preciosa: tranquila y lujosa. Frente a ella había una chimenea y, justo delante, un área para sentarse con un sofá y varias sillas. Sobre una mesa, detrás del sofá, descansaba un enorme jarrón Ming con un centro espectacular de orquídeas y lirios rojos. Encima de la chimenea colgaba un cuadro impresionista: un campo de amapolas. Era un Monet y parecía original. Increíble. Sus ojos se posaron en la enorme cama con dosel que ocupaba la parte derecha del dormitorio, decorada, como todo lo demás, siguiendo un patrón de marrones, marfiles y granates.

—Los aposentos de la señora de la casa —murmuró, ofreciéndole una sonrisa temblorosa.

La mayor señaló hacia otra puerta con paneles y Juliana la siguió hasta un lavabo que era más grande que todo su dormitorio. Metió la mano en un cajón y sacó una prenda de ropa, doblada y envuelta en plástico transparente. La dejó sobre el mármol.

—Dúchate y ponte esta bata. Solo la bata. Deja tu ropa aquí. Encontrarás todo lo que necesites en estos dos cajones. Hueles a whisky y a tabaco rancio.

Mine complètement - Juliantina TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora