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Juliana la miró boquiabierta y luego miró por la ventanilla, nerviosa.

—Estamos solas. Y aunque pasara alguien cerca o revisaran la grabación de las cámaras del museo, los cristales están protegidos. Venga, haz lo que te he dicho —dijo Valentina, esta vez con más dulzura.

—Ahora voy

Juliana se quitó el cinturón de seguridad y abrió la puerta del lado del conductor. Aún no había conseguido recuperar el aliento. Fuera había empezado a llover, así que cerró la puerta y se apresuró hacia la parte trasera del coche. Se sentía extraña y también muy excitada. La rubia no se había movido del asiento del copiloto y tenía la cabeza agachada. Se preguntó si estaría escribiendo algo en el móvil y llegó a la conclusión de que seguramente sí.

Lentamente, se desabrochó el cinturón y el primer botón de los vaqueros.

Se bajó los pantalones, se quitó las bragas y esperó, sin poder evitar sentirse un poco estúpida. Valentina seguía sin moverse. Su sexo rozó la suave superficie del asiento y notó un cosquilleo. Se movió, incómoda, y su rostro se contrajo en una mueca de placer al sentir la caricia de la suave piel de la tapicería entre las piernas. ¿Qué estaba haciendo Valentina?

Abrió la boca para decirle que ya se había quitado los vaqueros, pero antes de que pudiera decir nada, ella se quitó el cinturón con un rápido movimiento.

Unos segundos después, se deslizó junto a ella en la penumbra del asiento trasero y cerró la puerta. De repente, fue como si el espacio se hiciera más pequeño, más íntimo. La lluvia repiqueteaba en el techo del coche y, a lo lejos, se oyó el rugido de un trueno.

Valentina se volvió hacia ella y le pasó la mano por el pelo, ligeramente mojado por la lluvia.

—Ya sabes qué es lo que quiero —dijo—. Échate para atrás y abre las piernas.

Se hizo el silencio y la voz de Valentina resonó en la cabeza de Juliana, profunda y grave. Empezaba a sentir un leve hormigueo entre las piernas. De pronto recordó el placer que le había proporcionado la noche anterior usando únicamente la boca e intentó buscar la postura ideal para que ella también estuviera cómoda. Por primera vez, no le daba instrucciones; se limitaba a observarla mientras ella se apoyaba en la puerta y separaba las piernas tanto como podía, teniendo en cuenta que el respaldo del asiento delantero coartaba sus movimientos. Para cuando encontró la posición perfecta, el corazón le latía desbocado contra las costillas. La emoción era tan intensa que sentía una fuerte presión en el pecho.

Ella seguía inmóvil, con la mirada clavada en la unión de sus piernas.

De pronto, Valentina se inclinó hacia delante y le empujó la rodilla izquierda hasta obligarla a apoyar el pie en el suelo del coche, separándole las piernas todavía más. La visión de su cabeza descendiendo lentamente entre sus piernas resultaba tan excitante que a Juliana se le escapó un gemido de placer, aunque ni siquiera la había tocado.

Valentina abrió la boca para cubrir con ella todo el sexo de Juliana que no pudo reprimir un quejido. Estaba caliente y húmeda, y la sensación era increíblemente excitante. Le acarició el clítoris con los labios describiendo movimientos lentos y eróticos, presionándolo con delicadeza, y luego separó los labios externos con la lengua. Cambió de posición para hundir aún más la cara en el sexo de la morena, esta vez aplicando más fuerza que la noche anterior, frotándolo, describiendo círculos a su alrededor, presionándolo sin piedad hasta que ella no pudo soportarlo más y, con un grito, intentó retroceder en el asiento.

La mayor la sujetó con las manos para que no se moviera, obligándola a soportar sus embestidas y ella hundió los dedos en su pelo. Sentía que se quemaba, que se derretía. Valentina siguió devorándola, y sus movimientos eran tan despiadados que parecía que su pobre sexo hubiera hecho algo para ofenderla... como si ella necesitara demostrarle quién estaba al mando.

Mine complètement - Juliantina TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora