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Esa noche, Juliana se metió en la cama, pero fue incapaz de conciliar el sueño. Los nervios se lo impedían. Se levantó antes de que sonara el despertador, preparó café, se tomó una taza y un bol de cereales y luego se duchó. Cuando se plantó frente al armario, se le cayó el alma a los pies. ¿Tenía algo que fuera apropiado para una escapada con Valentina Carvajal?

Como la respuesta a esa pregunta era un no rotundo, acabó decidiéndose por sus vaqueros favoritos, un par de botas, una camiseta de tirantes y una chamarra verde salvia que le favorecía. Si no podía ir sofisticada, al menos iría cómoda.

Dedicó un tiempo considerable a alisarse la larga melena (algo que no hacía habitualmente) y se puso máscara de ojos y un poco de brillo de labios. Cuando terminó, estudió su imagen en el espejo, se encogió de hombros y salió del baño.

Tendría que bastar con aquello.
A pesar de que Valentina le había dicho que no necesitaría nada, preparó una mochila con ropa interior, algunas mudas, ropa cómoda para correr y el pasaporte. Dejó la mochila y el bolso junto a la puerta y entró en la cocina, donde David y César estaban sentados a la mesa. David siempre se levantaba muy temprano, incluso los domingos, pero César no. Juliana recordó que tenía que presentar un proyecto en el trabajo y que se iba a quedar todo el fin de semana trabajando hasta las tantas.

—Tengo que informarles algo chicos —les dijo mientras se servía otra taza de café, a pesar de que sabía que no debería beber más; Valentina llegaría en cualquier momento y empezaba a tener el estómago revuelto por culpa de los nervios—Me voy unos días—anunció, dándose la vuelta para mirar a sus amigos.

—¿De visita con tus padres? —preguntó César antes de hincar el tenedor en un waffle enorme cubierto de miel.

—No —respondió ella, evitando la mirada curiosa de David.

—Entonces, ¿a dónde vas?

—Mmm... a París.

César dejó de masticar y se la quedó mirando con los ojos muy abiertos. De pronto, alguien llamó a la puerta principal. Juliana dio un brinco y dejó la taza sobre la encimera de la cocina con tanta energía que se manchó la muñeca de café.

—Se los explicaré a la vuelta —le aseguró a David mientras se limpiaba con un trapo.
Se dirigió hacia la puerta de la cocina, pero David se levantó de la mesa antes de que le diera tiempo a desaparecer.

—¿Vas con Carvajal?

—Sí —respondió ella y no pudo evitar preguntarse por qué se había sentido tan culpable al admitirlo.

—Pues llámame en cuanto puedas —insistió David.

—Vale, te llamaré mañana —le prometió ella.

Lo último que vio antes de salir de la cocina fue el gesto de preocupación en la cara de David. Mierda. Cuando a David le preocupaba algo, solía ser por una buena razón.

¿Estaba a punto de cometer la mayor estupidez de su vida?
Abrió la puerta principal y, de pronto, todos los pensamientos sobre David y su sabiduría frente a su propia estupidez se esfumaron de un plumazo. Valentina esperaba frente a la puerta, vestida con unos pantalones azul marino, una camisa blanca con el cuello sin abotonar y una chaqueta con capucha. Estaba para comérsela, y al menos no llevaba uno de sus trajes inmaculados, teniendo en cuenta cómo iba vestida ella.

—¿Estás lista? —le preguntó, mirándola de arriba abajo con su mirada de ojos azules.
Ella asintió y cogió la mochila y el bolso.

—No... no sabía qué ponerme —se excusó, y cerró la puerta.

Mine complètement - Juliantina TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora