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Una hora y media más tarde, Juliana estaba sentada en pleno Palais-Royal, junto a una mesa privada en el histórico restaurante. Estaba tan impresionada por el arte que la rodeaba, por la espléndida comida, por lo que sabía que pasaría aquella noche... por la mirada fija de Valentina con los ojos entornados que no se apartaba de ella ni un segundo, que apenas era capaz de tragarse la comida, y no digamos de apreciarla como es debido.

La velada en su conjunto era un juego de seducción que apenas podía controlar.

—No has comido nada —dijo la rubia cuando el camarero apareció junto a la mesa para llevarse los restos.

—Lo siento —respondió ella, y estaba siendo sincera; le dolía pensar en el dinero y el esfuerzo invertidos en el sublime plato que, por su culpa, estaba a punto de irse a la basura.

El camarero le preguntó algo a la rubia en francés y ella respondió también en francés, sin apartar los ojos de Juliana un solo segundo. Una cosa era segura: ella tampoco había sido capaz de quitarle los ojos de encima, al menos desde que la había visto salir del dormitorio del avión con un elegante vestido negro resaltando su perfecta figura, era toda una diosa. Todas las cabezas se habían girado a su paso mientras la acompañaba hasta la mesa del restaurante.

—¿Estás nerviosa? —le preguntó con un hilo de voz después de que el camarero se marchara.

Ella asintió; sabía perfectamente a qué se refería. Clavó la vista en sus dedos, que describían círculos alrededor de la base de la copa de champán, y tuvo que reprimir un escalofrío.

—¿Te sentirías mejor si te dijera que yo también?

Ella parpadeó perpleja y le miró a la cara. Sus hermosos ojos azules eran como dos medias lunas bajo los párpados entornados.

—Sí —consiguió responder al fin. Tras una pausa, añadió—¿Lo estás?

Valentina asintió pensativa.

—Y con razón, o eso creo.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Juliana en un susurro.

—Porque estoy tan emocionada ahora que sé que por fin voy a tenerte, que existe la posibilidad de que pierda el control. No me ha pasado nunca, Juliana. Nunca. Pero esta noche podría ser la primera vez.

Juliana sintió un escalofrío al considerar la velada amenaza que prometía su voz.

¿Por qué la idea de ver a Valentina loca de pasión le llegaba tan adentro? De pronto, alzó la mirada, sorprendida, al ver al camarero de nuevo junto a la mesa, con un plato de postre para ella y un café para Valentina servido en una taza de plata.

—Yo no he pedido esto —dijo Juliana mirando el plato del postre con gesto vacilante.

—Lo sé, lo he pedido yo. Come un poco. Necesitarás energías, preciosa. — Juliana alzó la vista y descubrió una sonrisa en sus labios—. Es la especialidad de la casa, te encantará. Confía en mí.

Juliana cogió el tenedor y se llevó una pequeña porción a la boca. Los sabores de la mousse de chocolate, las avellanas y el helado de caramelo se fundieron en su boca, arrancándole un gemido de placer. Valentina sonrió y ella le devolvió la sonrisa antes de hincar de nuevo el tenedor, esta vez con más entusiasmo.

—¿Eres de aquí no? —dijo Juliana, antes de meterse el tenedor en la boca—Francia quiero decir.

—Soy ciudadana francesa, además de británica. A veces no estoy segura de cuál es mi lengua materna, el francés o el inglés. En el pueblo en el que crecí, la gente hablaba en francés; mi madre, en cambio, lo hacía en inglés.

Mine complètement - Juliantina TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora