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Las manos de Valentina se movieron con delicadeza y la sujetaron firmemente para levantarla del suelo y deslizar su cuerpo, boca abajo, a través de los círculos del columpio. Le colocó los arneses por debajo de la cadera, bajo los pechos y en la frente. Julia soltó una exclamación de sorpresa al sentir las tiras forradas de piel hundiéndose en la carne por el peso.

—Tranquila —le susurró Valentina desde arriba, acariciándole la espalda—. El columpio está sujeto a una barra de acero situada en el techo. Es extremadamente seguro. Relájate.

Juliana respiró hondo al darse cuenta de que, ahora que ya estaba posicionada, el columpio parecía muy estable. Se sentía rara y excitada al mismo tiempo, y también un poco asustada, pero segura de que ella la mantendría a salvo. Valentina apartó la mano izquierda de su espalda y le acarició las pantorrillas y luego los tobillos. Ella miró a los lados, pero no podía ver nada a través de la espesa cortina que era su melena. Notó que le deslizaba una de las correas de nailon por un pie, luego otra por el otro, y las ajustaba a la altura del tobillo. Le había atado los pies más bajo que el resto del cuerpo formando un ángulo, de modo que las piernas colgaban por debajo de la cadera, como si estuviera inclinada hacia delante pero suspendida en el aire.

Una vez terminó con los pies, rodeó su cuerpo e hizo lo mismo con las manos, dejando que los brazos cayeran en posición semirrecta por debajo del pecho. Por la forma en que se movía y la seguridad con la que ajustaba cada uno de los mecanismos, era evidente que tenía mucha experiencia en ello.

—Espera, iré a buscar algo para sujetarte el pelo.

Por un instante, Juliana no pudo ver dónde estaba, hasta que notó que la peinaba con los dedos y le recogía la mata de pelo. Giró la cabeza ligeramente y vio a través del espejo cómo le sujetaba la melena con un pasador enorme. No podía apartar los ojos de ella, ni de su propio reflejo, desnudo y suspendido en el aire, vulnerable ante cualquier cosa que a Valentina se le antojara hacer con ella. Quizá Carvajal notó su mirada, porque la sujetó por la barbilla y sus miradas se encontraron en el espejo.

—No tengas miedo —le dijo. Juliana parpadeó, y vio algo en sus ojos que le transmitió coraje. Pasión. Ternura. Una intención evidente de poseer, pero no de una forma violenta o aborrecible.

Asintió una única vez, incapaz de pronunciar una sola palabra.

Valentina se dirigió hacia la mesa, y cuando regresó, llevaba consigo la pala. Al verla firmemente sujeta en su mano, Juliana sintió una contracción en el clítoris. De pronto, fue consciente de lo vulnerable que era su trasero, suspendido en el aire a la altura de la cadera. Valentina se detuvo junto a ella y levantó la pala para acariciarle las nalgas con la parte forrada en piel, mientras Juliana contenía el aliento. Sujetó las correas que sostenían el arnés de la cintura para que no se moviera, mientras ella lo observaba todo con los ojos saliéndose de las órbitas.
Lanzó la pala al aire haciéndola girar, y cuando cayó lo hizo con el lado forrado en piel mirando hacia el trasero de Juliana.

—Te voy a dar diez azotes —le dijo, apoyando la pala sobre la delicada piel de las nalgas. Juliana se acaloró ante aquella sensación... ante la visión del cuero negro contra su trasero.

Valentina levantó la pala y la dejó caer. Juliana ahogó una exclamación de dolor al sentir el impacto y su cuerpo salió proyectado ligeramente hacia delante, a pesar de que Valentina la sujetaba.

—Au —se le escapó al sentir de nuevo el golpe de la pala. La rubia la mantuvo sobre la piel.

—Te he dicho que te mantendría a salvo y pienso cumplirlo. —En el espejo, Juliana vio que le estaba mirando el trasero mientras describía círculos con la pala, masajeándoselo—. Pero eso no significa que no habrá cierta dosis de dolor. Al fin y al cabo, se trata de un castigo.

Mine complètement - Juliantina TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora