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Cuando entró en la sala de estar de la suite después de asearse y vestirse, encontró a Valentina sentada en el escritorio con el portátil abierto y el móvil pegado a la oreja.

—He revisado la información a conciencia. Su experiencia se basa en inversiones de capital de riesgo y compañías efímeras que operan en internet. No tiene ni idea de lo significa la disciplina en los negocios —oyó que decía. De pronto, Valentina levantó la mirada y la vio entrar en la habitación. Siguió hablando, sin apartar los ojos de ella—Lo que yo te dije es que podías contratar a quien quisieras de un abanico de candidatos para director financiero que fuera mínimamente aceptable, Dylan. Aún estoy esperando ese abanico, así que, hasta que no lo tengas, no empieces el proceso de selección, especialmente con un idiota como este—Otra pausa— Puede que eso sea verdad para el resto de empresas, pero no para la mía —concluyó, con la voz fría como el hielo, antes de intercambiar una despedida escueta—Perdóname —se excusó, dirigiéndose a Juliana, mientras se levantaba del escritorio y se quitaba las gafas—. Estoy teniendo problemas para encontrar personal para una empresa que acabo de fundar.

—¿Qué clase de empresa? —preguntó Juliana. El tema le parecía interesante. Valentina nunca le hablaba de su trabajo.

—Un concepto nuevo a medio camino entre la red social y la plataforma de juegos que estoy probando en Europa.

—¿Y tienes problemas para encontrar directivos?

Valentina suspiró. Había escogido un conjunto «casual regio», una expresión que Juliana acababa de inventarse para describir su forma de vestir cuando no iba trajeada. Aquel día consistía en un jersey de pico azul cobalto, una camisa blanca debajo de la que solo se veía el cuello y unos pantalones negros que le hacían la cintura más estrecha y las piernas aún más largas.

—Sí, entre otras cosas —asintió, escribiendo en el teclado del ordenador—aunque siempre es así. Por desgracia, el mercado en el que me muevo está orientado a gente muy joven y suele atraer a ejecutivos de baja estofa que creen que pueden gastarse mi dinero sencillamente porque sí.

—¿Eres liberal en tus productos y en tus ideas de negocio y conservadora cuando se trata de finanzas?

Valentina levantó la mirada del ordenador antes de bajar la pantalla y dirigirse hacia ella.

—¿Sabes mucho de negocios?

—Nada en absoluto. Soy un desastre total con el dinero. Pregúntaselo a David. Si apenas soy capaz de pagar el alquiler cada mes. Solo comparaba tu forma de hacer negocios con tu personalidad.

La rubia se detuvo a unos pasos de ella y abrió ligeramente los ojos, curiosa y divertida al mismo tiempo.

—¿Mi personalidad?

—Sí, ya sabes —respondió Juliana sintiendo que se le encendían las mejillas—Lo de ser una loca del control.

Ella sonrió y levantó una mano para acariciar la mejilla de Juliana como si quisiera recorrer el camino que había trazado el ardor.

—No me da miedo gastarme el dinero, sea la cantidad que sea, siempre que sepa que es por un buen motivo. Estás muy guapa —añadió de repente, cambiando de tema.

—Gracias —murmuró Juliana y desvió la mirada hacia la sencilla camiseta de manga larga que llevaba, metida en unos tejanos de cintura baja, ajustados con su cinturón favorito. Se había dejado el pelo suelto, pero se lo sujetaba con un pasador detrás de la cabeza para mantenerlo alejado de la cara—. No... no he traído casi nada para cambiarme. No estaba segura de qué querrías hacer esta tarde.

—Ah, por cierto...

Valentina le apartó la mano de la mejilla para comprobar la hora y, de pronto, como si todo estuviera preparado, alguien llamó a la puerta. Valentina cruzó la estancia y abrió. Era una mujer de unos cuarenta años, muy atractiva, ataviada con un vestido marrón chocolate y unos zapatos impresionantes de piel de cocodrilo. Juliana permaneció inmóvil, sin saber cómo reaccionar, mientras Valentina y la mujer se saludaban en francés y luego ella señalaba hacia Juliana con un gesto muy significativo.

Mine complètement - Juliantina TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora