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Al darse la vuelta, guardando la nueva adquisición en su pantalón. Se topó con una figura femenina que había estado observando todo, Scott no sabía desde hace cuánto.

—¿Nuevo amigo? —preguntó remarcada en la puerta. Aquella joven parecida a su hija había vuelto.

—No lo sé, pero un gran cocinero si que era —respondió, tras un segundo más de silencio, agregó:—. ¿Qué haces aquí?

—Sígueme, necesitamos hablar —ordenó mientras emprendía una caminata fuera de aquella cocina.

—¿Sobre qué? —preguntó el adulto, siguiéndole de a poco el paso.

—Sobre mi.

Su vista se posó en la espalda de ella mientras se dirigían al ventanal frente a ellos para admirar la vista de las nubes grisáceas. La incertidumbre, tentación y curiosidad entraron en él ante lo que dijo. Aún así, optó por no ser precipitado y preguntar antes de tiempo, ambos se colocaron frente a la gran vista del bosque donde anteriormente casi moría, pero desde afuera, la belleza de la naturaleza brindaba la calma en una tormenta de situaciones complicadas.

¿Qué querrá decir? Fué la pregunta más sonada en la mente de Scott, ser detective lo convertía en alguien curioso por naturaleza, pero no por ello metía tanto hincapié en cosas que deben ser reveladas con el tiempo. Aún con eso, en este caso era algo diferente por quien se trataba; anteriormente había pensado que esa chica era un invento de su cabeza al ser tan parecida a su hija, otra teoría que hizo fué la de una posible conexión entre la mente y sus recuerdos, pero, ¿hasta que punto? No lo sabía.

Gracias a esa teoría, aquel detective se preguntaba que cosas eran reales y que otras se combinaban con su pasado. ¿Acaso está niña era real? ¿Qué tan real era al fin y al cabo? Su nombre era desconocido para él, su pasado también, por ello mismo, saber su origen no lo entusiasmaba, pero si alimentaba su genuina curiosidad.

—No quiero ser tan misteriosa, ya acepté lo que era, y estoy en paz —comenzó, mirando a la nada antes de proseguir—. Era una asesina de animales.

—¿Cómo dices? —soltó estupefacto.

—Si, yo… asesinaba animales, no por diversión, sino por poderío —Su voz estaba seca, algo de pena se manifestaba en su tono. No pasaba su vista del cuello, pero aún así, prosiguió—. La primera vez que lo hice, fue por un perro rabioso que me persiguió por una calle, saliendo de la escuela. Intentó morderme, pero me defendí como pude, aún así dio varios zarpazos que me cortaron la espalda, haciendo que cayera. Además de morderme parte del brazo en el proceso, casi morí desangrada, sino fuera por unos basureros que estaban trabajando cerca, quienes me llevaron al hospital. Mi mamá le dio una buena paliza a la dueña de ese animal. Pero mi trauma no se fué.

Tomando un largo suspiro, aún sin saber si seguir o no. Pero viendo como el hombre la veía intrigado, impactado casi. Observó de nuevo el atardecer grisáceo, para ver su belleza al contar su horrenda historia.

—Días después en venganza, le rompí las cuatro patas. Su dueña me culpó, pero mi encanto natural hizo que no le creyeran, y su perro murió meses después. Luego de ahí, agarre un gusto por la tortura de animales, no los mataba, los torturaba. Al principio fué leve, pero ese poder, ese control que yo tenía sobre ellos. Me hacía sentir tan…

—¿Viva? —adivinó.

—Viva, si. Al punto de ya no solo quemar hormigas con una lupa, sino ahogar gatos varias veces hasta dejarlos tranquilos.

—Dios mío… —Fué lo poco que pudo soltar, incluso Cuervo apretaba sus patas en su hombro de nervios.

—Toda esa sed de poder, el trauma causado por ese animal. Me llevó a cruzar el límite, y un día, maté a un gato por ahogamiento. Luego de ahí, fue como una droga, y no pare ni una vez —confesó, con vestigios de culpa en su habla, pero ni una lágrima saliendo de ella.

La Mansión de los PecadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora