12

11 3 0
                                    

La luna iluminaba el cuarto de un chico, el cual amaba los libros, en específico los de terror. Casi a medianoche se encontraba leyendo Carrie, su libro favorito. Su semblante estaba lleno de fascinación con cada página, una historia que tal vez no entendía tanto pero igual disfrutaba, que lo hacía entender cosas como ignorar otras. Estaba sumido en lo suyo, como si en otro mundo se tratase, pero nunca pudo saber la catástrofe que se acercaba a su vida en tan solo unos instantes.

Su madre, Agatha, se encontraba en la sala, leyendo un libro sobre amor propio, algo que ella había perdido ya hace años, luego de incontables abusos por parte de su ex esposo. Quien para su hijo, era un héroe; cosa que le irritaba pero debía aceptar hasta que creciera. Estos duraron un par de años, hasta que la madre, harta del daño que le producía a su hijo y a ella, pidió el divorcio, mudándose poco tiempo después. El pequeño Scott se negó, ignorante de los abusos que su papá le hacía, la manipulación que vivió, los traumas que poco a poco sembró en su ser. Su madre no era Scott, lo sacó de ahí junto con ella.

Todo se originó por el alcoholismo que su esposo había adquirido gracias a sus traumas, tanta sangre en su vida como policía, lo hizo caer en cosas malas, y volverse una persona deplorable, aún con vestigios de quién era cuando se casaron. Aquel hombre valiente de principios férreos que la cautivó con su carisma y sentido de la justicia; a veces, le parecía insólito como el mundo te puede romper, tal como una rama frágil, todo lo que eres, te lo arrebata… así le sucedió a él. Ahora, Alissa y Scott no sabían de su existencia desde hace bastante tiempo, hasta que…

Tres golpes huecos en la puerta sobresaltan a la rubia mujer, alguien había tocado. ¿A esas horas de la noche?

—¿Quién toca a estas horas de la noche? —Cerró su libro, dirigiéndose a la puerta.

Al abrirla se encuentra con dos oficiales de policía los cuales tenían un semblante triste en sus rostros. Un afroamericano en forma, alto y con una barba de pocos días, con un compañero asiático que lo acompañaba, un poco más bajo que él y con unas bolsas en los ojos, rápidamente supo el cansancio y litros de café que cargaba encima. Alissa los observó, y queriendo saber el porqué de su llegada, los saluda:

—Buenas noches, oficiales, ¿qué se les ofrece? —preguntó.

Scott oyendo los golpes en la puerta, dejó su libro de terror y bajó un poco las escaleras, en silencio. Su madre no lo notó.

—¿Usted es Alissa Campbell? —Era una voz grave.

—Si, soy yo. ¿Qué sucede?

Los dos policías bajan sus gorros con tristeza y miran a la mujer, el de la izquierda con una voz casi apagada, confiesa:

—Lamentamos decirle que su esposo, Demián White. Ha muerto en un tiroteo hace dos horas. Nuestro más sincero pésame.

La piel de la mujer se puso pálida y sus ojos se abrieron de la sorpresa, su mente no sabía que pensar. No sabía cómo reaccionar ni mucho menos que decir o sentir en ese momento, sus manos pasaron de la tensión a los nervios por lo que acababa de descubrir, tanto que se tuvo que agarrar de la puerta con mayor fuerza. ¿Debía sentirse bien de perder a su abusador? ¿Mal porque su hijo se quedó sin padre? ¿Devastada por perder a su viejo amor? ¿O libre por no tener a quien la hizo sufrir en los últimos cimientos de su casamiento?

—Se sacrificó por dos compañeros heridos, y quiso que tanto usted como su hijo, supieran que lamentaba todo lo que les hizo, fueron sus últimos deseos antes de morir —citó el oficial con el pesar en sus palabras—. Fué un gran compañero para todos.

La mujer entró en llanto ante esas palabras, provocando que se arrodillara en el suelo. Estaba triste por perder a alguien que amó durante tanto tiempo, triste por lo que se convirtió y peor por su heróico final. Ahora su hijo se quedó sin su padre, pero ella, decidida y en sus adentros, prometió no dejarlo sin su madre, jamás.

La Mansión de los PecadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora