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La felicidad y celebración irradiaban en la gran capilla de una iglesia, junto a un gran campo de flores y margaritas se encontraban casándose dos personas que se conocieron en aquella cafetería y que ahora, gracias al amor, se iban a unir en sagrado matrimonio, Scott y Emily.

Transcurrieron tres años y medio desde que se toparon, dos años alegres y aventureros, se conocieron y amaron tan rápido como un rayo y duraron tanto como la resistencia de una piedra. El lazo que los unió no solo los hizo conocerse, sino entenderse al punto de saber los pequeños detalles del otro, y aquí están. A punto de casarse.

Ahí estaban, frente a frente mirándose con regocijo, sus ojos bailaban del uno al otro con amor y emoción. Scott llevaba un elegante smoking con un moño azul (el color preferido de su ahora esposa). Emily, por su parte, llevaba un vestido blanco, radiante y sofisticado. La sala estaba llena de familiares, amigos y compañeros. Scott no tenía familia, la perdió hace ya bastante tiempo, pero sus amigos siempre lo acompañaron en sus momentos importantes.

Los dos estaban absortos en el otro, y poca atención prestaron al padre, quien con lentitud pronunciaba las líneas. Con una voz calmada y pacífica, este dijo:—Ahora, cada uno entregue el anillo.

Scott, habiendo recibido el anillo primero por de su mejor amigo y compañero, al cual en ese momento no sabía el futuro tan desesperante que le esperaba. Estaba hecho de color azul con pequeños diamantes. Se lo colocó a su prometida con bastante cuidado. Emily, por su parte, recibiendo el suyo por parte de su dama de honor, colocó el anillo plateado con un gran diamante en el dedo de su esposo.

—Ahora, pueden disponer a decir los votos. —Ambos recibieron sus papeles.

—Recuerdo todo lo que he perdido, y hubo puntos en mi vida donde pensé que no obtendría algo mejor —comenzó—. Veía el peligro de las calles, la muerte, la sangre y sinceramente; no pensé que la vida me traería a alguien como tú. Uno siempre recibe el típico "Cuando menos lo esperes, llegará" de tus amigos, no lo crees, más bien, te parece cliché. Pero ¡si funciona!, a veces pienso que la tradición de mi familia me ayudó a encontrarte y vaya que estoy de acuerdo.

«Ambos me dejaron muchas cosas, pero esa tradición, una simple tradición. Me trajo a alguien mejor. Decirte que te amo sería algo que quedaría simple aquí, honestamente, soy malo dedicando cosas románticas. Pero lo que si puedo decirte es: que cada momento que he podido vivir contigo, experimentando aventuras, conversaciones incómodas o conociendo el pasado del otro, me enseñaron lo que es tener una persona que estará a tu lado día a día. Un equipo, y eso solo me hace entender aún más, qué eres la mujer de mi vida, Emily Rossetti».

Ella nunca lloraba, eso era algo que la caracterizaba, no era fría, más bien, era tan cálida como el sol por la mañana. Pero su corazón, aún así, se conmovía tanto por las cosas, que casi nunca soltaba lágrimas emotivas por ellas. Y hoy, algunas lágrimas honestas, recorrieron su cuerpo para salir, una sonrisa fue el puente que unió el amor que ahora sentía por quien se encontraba al frente a ella. El público quería aplaudir ante lo que oyeron, pero debían quedarse en silencio.

El cielo despejado y azulado le parecía de ensueño a Emily, ella miró un poco hacia arriba, aguantando las lágrimas, tratando de respirar mejor para continuar. Quedó embalsamada por aquella vista, el viento suave que hacía mover su vestido con delicadeza, giró su cabeza a la izquierda un momento admirando a quienes se encontraban ahí. No pudo sentirse más feliz como aquél día.

—Nunca creí que echarle el café encima a alguien sería la mejor decisión de mi vida —Todos rieron—, pero así fué. Podría decir mil cosas buenas de ti, pero para eso no está hecho esto. Pero lo que si puedo decir es: que esas mil cosas me las has enseñado una tras otra cada día de nuestra relación, me has protegido, enseñado y hecho crecer. Me enseñaste la aventura que es la vida, y lo buena que es vivirla con alguien que te apoya como lo apoyasScott no pudo ruborizarse un poco. Ella siempre lograba eso—. Si pudiera escoger echarte ese café mil veces para que ocurriera mil veces esto, lo haría. Porque te amo, Scott Campbell.

La Mansión de los PecadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora