El sol del mediodía inundaba el campo de un pueblo solemne, tranquilo y lleno de personas en jubilación o jóvenes tranquilos. Los ingleses tenían pueblos de tales características lejos de las ciudades, con personas amantes del campo, de la tranquilidad y la cercanía, casi como familia que había entre los lugareños. Sin duda, un lugar especial para vivir una vida tranquila, armoniosa donde desees disfrutar del cantar de las aves, ferias anuales y vivencias normales.La figura salía de su auto, con un cuervo en su hombro. La gabardina negra rodeaba su cuerpo acompañado de ropajes elegantes y cómodos, mientras que dentro de esta, un diario estaba guardado con sumo cariño. El cabello rubio tintado de aquel hombre, hecho por idea de su hija, estaba arreglado y presentable, sin dejar de lado ese aire rebelde que tenían sus peinados.
El hogar a dónde se dirigía tenía un jardín hermoso, flores silvestres adornaban el pasto recién cortado mientras que en sus suelos, un pequeño parque construido rudimentalmente estaba ahí. Las cercas de madera blanca rodeaban la propiedad e iban a juego con la morada.
Una casa hogareña, espaciosa y con dos techos a diferentes niveles de colores azul oscuro eran acompañados de sus paredes pulidas en blanco y ventanas no muy espaciosas pero bonitas tapadas por cortinas. El detective pudo escuchar a la lejanía las risas de los niños jugando en el parque no muy lejos de su posición; hace una hora desayunó en la cafetería del pueblo, tan amable como todos, café exquisito y comida caliente que le dió bastante alegría. Todos acariciaron al cuervo, con aires de curiosidad y felicidad.
Hace tres días había arribado a Europa, en búsqueda de la viuda. Joseph Parker, aunque no lo conociese, le había encomendado una tarea, un pago a cambio de su información; la obligación no estaba incluida en el trato, sino el agradecimiento. Scott Campbell era un hombre agradecido con quiénes le ayudan, y por eso mismo, se encontraba frente a la puerta dando tres toques suaves pero sonoros.
La puerta se abrió, miró y nadie había frente a él; su preocupación le hizo poner con lentitud la mano en la funda de su arma. Sin darse cuenta de aquella voz infantil que le llamaba desde abajo.
—Hola, señor. ¿Qué necesita? —Una chiquilla, no mayor de diez años, le había preguntado. Su tono de voz parecía de secretismo, como si hubiera tomado la batuta de la casa abriéndole a un extraño, ¡tal cual una adulta!
—Buenas tardes, vengo para hablar con la señora Abigail Parker. ¿Se encuentra aquí? —La niña no respondió, se quedó mirando el cuervo.
—¿Cómo se llama? —preguntó apuntando con el dedo al ave.
—¿Él? Se llama Cuervo —respondió.
—¡Que nombre tan poco original! —exclamó.
Scott rió.
—¿Quieres acariciarlo? —le ofreció con amabilidad.
—¡Si!
Scott se agachó y dejó que Cuervo volara hasta la mano de la niña. Fue bonito observar sus dientes sonreír con alegría, sus ojos miraban a su compañero como si hubiera encontrado un espécimen nuevo en su vida. Sus dedos, con delicadeza tocaron la cabeza del animal, quien le devolvió el cariño. De fondo, unos pasos apresurados caminaron hasta la puerta, abriéndola completamente.
—¿Quién es, Carolina? —La voz melodiosa no había visto al detective, se encontró primero con la imagen del cuervo siendo acariciado por su hija— ¿Y ese cuervo?
Miró hacia adelante, topándose con Scott. No se sorprendió, su hija era bastante temeraria e independiente, tanto como su padre. Los ojos azules claros como el mar y su cabello castaño corto fueron lo primero que él miró. Su mirada no era hostil, sino curiosa, por ello se adelantó a las preguntas que deseaba decir.
ESTÁS LEYENDO
La Mansión de los Pecados
TerrorUna vida puede cambiar con solo una oportunidad, la vida de Scott Campbell es un ejemplo. Detective privado, de los mejores en su ciudad, excelente en su trabajo. Se le fue dada la oportunidad de un trabajo, un caso en particular, en una mansión en...