Marcus XXXVI

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Marcus pega la oreja al auricular y cierra los ojos. Le doy besos por el cuello mientras escucha lo que le dicen, pero, él me separa con suavidad y me pide que espere con la mano. Parpadea, numerosas veces. Suspira. Cierro los ojos. Estoy algo mareada, y realmente cansada. Podría quedarme dormida de pie. Vuelvo a mirarle. Sigue conocentrado en lo que le estén diciendo pero él no habla. Tras unos minutos, traga saliva y responde "vale". Vuelve a hacerse el silencio. Se acerca a besarme. "Tengo que irme" me susurra en el oido. Me hace cosquillitas y me estremezco un poco. "Lo siento." Intento preguntar, pero es inútil. Ha salido corriendo por la puerta.

¿Dónde se supone que habrá ido? ¿Por qué no me lo cuenta? ¿Es que no confía en mí lo suficiente? Las preguntas pasan por mi cabeza una detrás de otra. Está empezando a dolerme y no tengo ganas de regresar al salón así que me siento en la escalera, apoyo mi cuerpo en la pared y cierro los ojos. Sin saber bien porqué, se me cae una lagrimilla, y luego otra, y otra. Para cuando mis mejillas ya están mojadas, una mano seca los surcos con delicadeza, como el pintor que traza por primera vez con el pincel en el lienzo. No abro los ojos hasta que acaba. Es Sara. Está en cuncliquillas delante mía, sonriendo. Nos miramos la una a la otra, sin apartar la mirada, le coloco el pelo detrás de la oreja. Ella sostiene mi cara entre sus manos. Nadie puede imaginar cuánto la echo de menos, pero es que ha cambiado tanto en tan poco tiempo, que solo siento que la pierdo cada vez más.

Sin poder remediarlo, vuelvo a llorar, pero al menos esta vez sé por qué. Bajo la mirada apartándola de ella. Me siento inútil. Sé que las cosas para ella hace mucho que no son fáciles y yo no he sabido estar ahí. Por eso nada es como antes, la he dejado sola. Quito sus manos de mi cara y pego mis rodillas al pecho. Le pido que entre que en un rato iré yo, pero ni si quiera responde, solo se sienta a mi lado y me abraza. Lloro hasta que se me pasa el sofocón, e incluso estoy a punto de quedarme dormida. Entonces, ella me da un beso en la frente y me separa de su cuerpo con mucha suavidad.

-¿Qué te pasa, tonta?-pregunta-Es que ya no aguantas el tequila como antes ¿no? Si es que te estás haciendo vieja...-reímos.

-¿Yo? ¿Vieja? ¡Mentira!

-Mentira de qué.-se acerca a mi pelo con rapidez y me arranca uno-Mira, acabo de quitarte una cana, pero tranquila que yo voy a comprarte un tinte eh.

-¡Vete a la mierda, tía!-y nos reímos a carcajadas.

-Ahora en serio, pequeña, ¿qué te pasa?-vuelve a preguntar, esta vez coge mi mano y me hace cosquillitas esperando a que hable.

-No lo sé...simplemente, me entraron ganas de llorar.-Me quedo un buen rato en silencio y añado-Y te echo mucho de menos.

-Y yo a ti también.

Nos abrazamos. Entonces es ella la que llora y no puedo evitar sentrime fatal. Lydia sale del salón riéndose y se queda mirándonos, al principio algo asombrada, luego se une a nosotras apretándome aún más contra Sara. 

-Que pasa, que queréis guardaros todo el amor para vosotras ¿no? ¿Venís para dentro? Carla ha sacado más comida, y yo tengo mucho hambre, supongo que vosotros también.

Lydia se dio la vuelta dirigiéndose al salón y dejando la puerta abierta, para que la siguiésemos. Me levanto y, por un momento, todo me da vueltas, pero ignoro esa sensación y ayudo a Sara a levantarse. A ella se la ve mucho mejor que a mí, aunque yo diría que ha bebido más, pero quién sabe. La música tan fuerte hace que me duela más la cabeza pero me dejo llevar y bailo al ritmo de la música con unas  chicas que a penas conozoco de nada, pero que me parecían muy simpáticas. Salto de un lugar a otro. Acabamos haciendo un corrito en el que nadie se lanza a bailar, hasta que llega Ari.

Ariadna, la reina de las fiestas, siempre decidida a bailar en cualquier parte. Se mueve en el centro, todo el mundo la mira fijamente, algunos chicos gritan y otros babean, para variar. Un cuerpazo como el suyo no pasaría desapercibido, salvo si lo cubriese un burka, que no creo que fuese nunca el caso. Ella, sin embargo, fija sus ojos en mí y me sonríe con complicidad. Oh, no. Tanto ella como yo sabemos que va a pasar ahora, pero yo desvío la mirada e ignoro la sensación de pesadez que me produce saber que me está mirando. Es inútil. Se acerca a mí y tira de mi mano con fuerza, intentando sacarme al centro, para bailar con ella. O más bien, contra ella, como pasa siempre. Decirle que no quiero serviría para nada, así que me dejo llevar. Al principio, me muevo con lentitud, como si estuviese esperando que ella diese el comienzo a lo que sería una verdadera pelea sobre cuál de las dos se mueve mejor.

Y, siendo sincera, es tan difícil moverse mejor que ella que dudo que pudiese conseguirlo nunca, pero obviamente, es algo que nunca aceptaría. No, al menos, delante suya. Al final, acabamos como siempre, riéndonos a carcajadas y dejando que otros bailen. Me acerco un poco a ella y le digo:

-Hey, sigo bailando mejor eh, Ari.

-¡Eso no te lo crees ni tú!-grita.-Si de las dos siempre he sido yo la que sabía bailar, por favor.

Y volvemos a reír, esta vez un poco más fuerte, y no la contradigo porque ambas sabemos que es verdad.

 Un chico, alto, rubio y que no tengo ni idea de cómo se llama, me ofrece una copa. Vodka con limón. Bueno, por qué no. Doy un trago largo, está bastante cargado y el vodka baja por mi garganta. Mi estómago arde y me doy cuenta de que comer me vendría bien. Escucho caer el líquido en mi estómago vacío y me dan ganas de vomitar. Cojo algunas chucherías de la mesa y las introduzco en mi boca. Demasiada azúcar, con todo lo que engorda esto, voy a volver a mi casa mañan rodando. Pero eso ahora no importa. Estoy pasándomelo bien ¿no? Aún así, me siento un poco culpable y dejo una de las que me quedaba en la mano de vuelta de donde la cogí.

-¿Y Marcus?-escucho la voz de Sara a mi espalda.

-Pues...-pienso-no tengo ni idea de dónde está-y es la verdad-Salió corriendo hace un rato, y no ha vuelto.

-Pero, ¿no te dijo dónde iba?-me pregunta ella, extrañada.

-No, no me ha dicho nada. Ni me dió tiempo a preguntárselo.

Las dos nos quedamos en silencio. Mi novio se ha ido sin decirme si quiera a dónde iba, y francamente, me molesta. Guarda demasiados secretos, y yo estoy harta de que no confíe en mí. Sara me observa, atenta, como si tratase de averiguar lo que pienso. Estoy segura de que sobre esto opina lo mismo que yo, pero me aterra el hecho de comentárselo. No quiero perder a Marcus, bajo ningún concepto. Le quiero y...no sé bien qué haría sin él después de todo lo vivido juntos.

Veo a un chico detrás de Sara. Creo que se llamaba Raúl, e iba a ética con nosotras. Es la única clase en la que ella y yo habíamos coincidido este año. Él toca su hombro y ella se gira sobresaltada. Se disculpa diciéndole que su intención no era asustarla y es en ese momento en el que decido dejarles solos y llamar a Marcus.

MarcusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora