Decidí dejarlos solos. Apreté con fuerza la mano de Sara y salí de la cocina. Abrí la puerta de la casa, buscando un poco de aire fresco donde poder refugiarme. El alcohol que aún corría por mi sangre me hacía sentir un poco mareada y necesitaba notar el frío de la noche en mi piel. No tenía ni idea de qué hora era, pero no os voy a mentir, tampoco me importaba. Solo quería saber dónde estaba Marcus y por qué no respondía a mis llamadas. Miré al cielo estrellado y pensé en lo pequeños que éramos realmente frente a tanta inmensidad. Suspiro. Siempre divago cuando creo que necesito un parón en mi vida. Las estrellas eran tan grandes y estaban tan lejos...
Ese es el momento en el que me percato de que no estoy sola. Ariadna está sentada en el suelo del porche. Sujeta un cigarro en su mano derecha y en la izquierda tiene una copa. Le da un trago y la deja en el suelo con suavidad. Creo que ella aún no se ha dado cuenta de que yo estoy ahí. Barajo la posibilidad de volver a la casa sin hacer ruido, pero no me parece justo. Aunque Ari y yo no siempre nos hemos entendido ni somos las que mejor nos llevamos del grupo, no podía irme así. Toso un poco pero sigue sin darse cuenta así que vuelvo a toser, esta vez un poco más fuerte.
Gira su cabeza y me mira. Se queda un rato sin decir absolutamente nada y luego da una calada a su cigarro, me sonríe y señala el suelo a su lado para que me siente. De forma mecánica reacciono casi sin pensar y me dejo caer ligeramente sobre la superficie, como si de una pequeña pluma me tratara. Le devuelvo la sonrisa y disfruto del frío de la noche. Agarra su paquete de tabaco, lo abre y me ofrece uno. Es de mala educación rechazar un detalle, me digo. Aunque sé que es mentira, y que en realidad me apetece mucho fumarme un cigarro. Lo enciendo del suyo y le doy una calada grande. Mis pulmones se inundan de humo y me dan ganas de toser. "Lo que no te mata, te hace más fuerte" me digo. Pero el tabaco mata, aunque espero que hoy no sea el caso. Retiro la ceniza con un suave toque y esta cae al suelo. Ariadna y yo la miramos hasta que un poco de viento se la lleva.
-Venga-decido romper yo el hielo-¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?
Ambas nos reímos, y me alegro de haberle sacado una sonrisa.
-Ahora en serio. ¿Qué haces aquí fuera?-le pregunto.
-Lo mismo que tú, supongo.-me responde-Necesitaba tomar un poco el aire, ahí dentro todo es agobiante.
-Llevas razón pero creo que estás empezando a coger frío. Pareces un chiguagua temblando. Me sonríe y le da otra calada al cigarro como si verdaderamente no le importase mucho lo que yo le estaba diciendo.
-¿Qué te pasa?-me atreví a preguntar. Ariadna nunca me contaba nada. Ni a mí ni a nadie por lo general pero bueno, había que intentarlo ¿no?
Dio otra calada al cigarro como si no me hubiese escuchado. El silencio comenzaba a resultar algo incómodo. Estaba pensando en levantarme y dejarla sola cuando apagó su cigarro y me agarró la mano.
-La verdad-comenzó a decir-es que...ando un poco preocupada.
-¿Por qué?
-Pues...-titubeó un par de segundos y dijo apartando su mirada de la mía-No me baja la regla.
-Mierda-mascullé sin poder evitarlo.- ¿Te has hecho el test?
-No me atrevo Ali, estoy muerta de miedo.
Iba a llorar y ya había visto llorar a mucha gente hoy. ¿Qué estaba pasando? Esta noche estaba siendo muy, muy movidita. Demasiado para mi gusto. Y no iba a permitir que nadie más se amargase, al menos por hoy.
-¿Sabes lo que vamos a hacer? Vamos a entrar ahí dentro, vamos a tomarnos otra copa, vamos a bailar, a comer, a volvernos locas. Y ya mañana, nos preocuparemos por eso cielo. Porque hoy por muchas vueltas que le des no vamos a solucionar nada. Además, reza, que seguro que te baja, tonta.
Me levanto de un salto, y recuerdo que llevo unos taconazos cuando mi tobillo (aún dolorido desde aquella clase de educación física) se resiente. Tiro de su brazo con fuerza y la pongo de pie. Sabía perfectamente que yo no iba a aceptar un no por respuesta así que tiro de ella hacia la puerta de la casa y ella cierra tras de mí pegando un portazo. Dudo que con el ruido de la música nadie se haya enterado. Me pregunto por dónde andará Sara. "La he dejado en buenas manos" me recuerdo. Así que entro en el salón y vamos en busca de Lydia que esta con un par de amigas de sus clases de baile.
Lydia me ofrece probar su bebida, y no lo rechazo. Tenía mucha sed y no me había dado cuenta. Le sonrío y se la devuelvo. Entonces noto que mi móvil vibra. Lo saco y veo que Marcus me está llamando. "Ahora, ¿no?" pienso. Y decido no cogerlo. Tanto secretismo me tiene harta. Me alejo un poco de ellas y me siento en un taburete. Estoy agotada, y no quiero beber más. Son cerca de las 11 y ya no puedo más. Yo que recordaba tener más aguante...
Una mano fría me saca de mis pensamientos. Levanto la cabeza y veo a una chica que me resulta muy familiar, pero a la vez sé que no la conozco de absolutamente nada. Nos quedamos mirándonos fijamente. Yo no sé bien qué decir, y parece que ella tampoco. Su tez pálida me sorprende pero a la vez me gusta. Tiene un pelo oscuro y largo, muy largo. Diría que casi le llega por debajo de la cintura. Es muy delgada, debe pesar 45 kg si es que llega. Sus ojos son azules, muy azules, tanto que no puedo evitar dejar de mirarlos, son del color que se forma cuando miras al horizonte y se juntan el mar y el cielo y sorprende demasiado. Sus labios son finos pero su sonrisa es preciosa. Lleva un vestido negro que contrasta muchísimo con su tono de piel, pero la hace aún más delgada y le queda genial. "Yo no podría ponerme eso" pienso.
Tengo la sensación de que ella también me está examinando...y me ruborizó. Me da vergüenza que alguien me mire tan de cerca. Así que decido ponerme de pie tratando de buscar una forma de salir de allí. Al levantarme me doy cuenta de que es más bajita que yo por lo que tiene que levantar la cabeza para seguir mirándome a los ojos. Visto de este modo parece una niña mucho más pequeña que yo. Saca las manos de detrás de su espalda y me ofrece algo que hay en su interior pero que no veo. Primero dudo en si debo alargar las manos o no, pero ella no las aparta ni veo que tenga intención de hacerlo. Acerco mis manos a las suyas y el frío hace que me estremezca, esta chica tiene las manos heladas. Y su mirada también congela.
Abre las manos despacio y deja caer un puñado de fresitas en mis manos. Las miro sorprendida, me encantan las fresitas pero no es algo que vaya contando por ahí, y no conozco a esta niña de nada. Ella sonríe ante mi asombro y yo no sé bien qué hacer. Me guía las manos hacia mi cuerpo como si quisiese decir "toma, come". Y siento un poco de miedo. Cojo una y la llevo a mi boca. Luego mientras mastico, agarro otra de mi mano y se la doy. Ella al principio duda pero luego se la come también. Y me sonríe. Cada vez tengo la certeza de que esta niña es más pequeña que yo. Me como las demás, y le ofrezco pero niega con la cabeza.
La situación se ha vuelto incómoda de nuevo. No habla. Me atrevería a decir que ni siquiera pestañea. Busco por la habitación alguien que pueda ayudarme. Que me saque de allí, pero no veo a nadie. Levanta la mano y acaricia mi mejilla, pero rápidamente la retira y se va, perdiéndose entre el resto de gente. Me quedo paralizada durante un rato, intentando saber quién podía ser ella, pero en ese momento se me acerca Lydia.
-¿Qué haces aquí sola?-me pregunta a gritos.
-¿Conoces a...una chica así bajita, muy blanca de piel y con el pelo negro?-le pregunto.- Está aquí, añado.
-No lo sé. No he visto a nadie así. Pero tú tienes que saber quién es ¿no? ¡Habéis invitado vosotras a la gente!
-Cierto...-susurro.- ¿Y Pablo?
-Con unos amigos. ¿Y Carla? Hace mucho que no la veo.-vuelve a chillarme.
Es muy difícil hablar cuando la música está tan alta y aunque estemos cerca, apenas me entero de lo que quiere decirme.
-¿Carla no estaba contigo?
Me niega con la cabeza.
¿Con quién estará Carla si no está con nosotros?
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Marcus
Teen FictionAlicia es una chica aparentemente normal a la que comienzan a pasarle cosas de películas. Notitas, aviones y nuevos conocidos que aparecen de repente en su vida. Pero hay cosas que por mucho que las olvides siempre vuelven, y ella aprende que "las c...