Marcus XXI

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"Me encuentro corriendo alrededor de una cancha de baloncesto. El sudor recorre mis cuello y baja por mi espalda. Mis piernas están entumecidas y quiero parar pero, en ese instante, un agujero se abre en mitad de la pista. Corro para escapar de él, pero no puedo. Creo que ha conseguido atraparme cuando..."

Despierto de mi pesadilla y estoy envuelta en un abrazo. Mi padre me acaricia el pelo suavemente mientras lloro pegada a él. Cuando me calmo, me arropa y besa mi frente. Igual que hacía cuando era pequeña. Sin decir palabra sale de mi cuarto cerrando la puerta suavemente. Los párpados caen y yo me sucumbo en un profundo sueño.

Cuando vuelvo a abrir los ojos deben ser como las once. Hacía mucho que no dormía tanto tiempo. Bajo las escaleras esperando encontrar a alguien en casa pero no hay nadie. Está vacía y me siento sola. Abro el frigorífico en busca de algo, pero no me apetece comer nada. Lo cierro de golpe y me acurruco en el sofá. Sin saber bien porqué estoy llorando como una estúpida. El sonido del móvil se escucha en la planta de arriba. Voy a entrar en mi habitación pero, justo antes, un escalofrío recorre mi cuerpo. Miro la puerta siempre cerrada justo en frente de la mía y retiro la mirada, procurando pensar en otra cosa. El móvil ha vuelto a sonar así que me acerco y lo cojo. 

-¿Sí?

-Alicia, soy Carla.-noto como se le quiebra la voz.-¿Podemos...hablar?

-Ven a casa.-respondo.-Y no tardes, por favor. 

Le cuelgo. Tenía ganas de estar con ella y suponía que lo mejor era que viniese aquí. Carla es, sin duda, una de las mejores personas que había podido conocer. Una de mis mejores amigas. Su vida podía estar derrumbándose por segundos que siempre conseguía sacar una sonrisa. Es tremendamente fuerte, mucho más de lo que yo conseguiría ser jamás. Siempre ha sido mi referente, mi punto de apoyo para seguir. Aunque, eso era algo que nunca le había dicho. 

El timbre sonó. Carla estaba en la puerta. Su cara lo decía todo, había vuelto a pasar. Cierro la puerta y la abrazo. No sé cuanto tiempo pasamos ahí paradas pero puedo asegurar que mucho. Cuando se separa de mí seco las lágrimas que aún corren por su mejilla. Tiene un golpe en la mandíbula derecha y un moratón bajo el ojo izquierdo. 

-¿Qué ha pasado esta vez?-le pregunto.

-La ha vuelto a pagar conmigo, como siempre.-las lágrimas vuelven a su cara.-Pero...esta vez, ha sido peor. 

-Carla, no puedes seguir así.-le digo.-Siempre es peor que la última vez. Tienes que hablar con tu madre. ¿Has visto cómo estás? 

No es capaz de contestarme, pero sé que no dirá nada. Su padre es un capullo. Siempre lo ha sido. Aunque, la cosa ha ido empeorando con los años. Ahora, le ha dado por arremeter contra su hija a golpes. Golpes que yo ayudo a Carla a disumular, pero cada vez es más díficil. Sube al baño a ducharse. No es la primera vez que esto pasa y siempre acaba aquí. Espero a que pase una hora y subo con ella. Maquillo sus moratones intentando que se vean lo menos posible. 

-¿Tus padres...tampoco están hoy?-pregunta Carla. 

-No.-suspiro.-Desde... bueno, ya nunca están aquí. Ni si quiera sé a dónde han ido hoy. 

-¿Les has contado lo de Javi?

-Obviamente no. No quiero preocuparles. 

-Pero tienes que...

El móvil de Carla la interrumpe, esta lo coge. A los tres minutos, cuelga.

-Era Sara.-explica.-Dice que vamos a quedar en su casa para ver las cosas del cumpleaños de Lydia. Es el fin de semana que viene. Vamos yendo, si quieres. 

La casa de Sara es incluso más grande que la mía. Pasé allí lo que quedaba de día preparándolo todo. Tenía que encargarme de avisar a la gente. Ariadna ya se encargaba de Pablo. Sara de la comida y Carla de las bebidas. Era de noche y en la calle corría un poco de brisa. Me faltan a penas dos calles para llegar a mi casa cuando alguien me agarra por detrás tapándome la boca. "Sigue andando." me dice. Intento revolverme entre sus brazos pero solo consigo que me apriete con más fuerza impidiéndome respirar así que me limito a andar. Llegamos a la puerta trasera de mi casa. No debe de haber nadie porque está todo apagado. Abro la puerta obligada por él. De un empujón me tira al suelo del salón. Me estremezco del dolor e intento levantarme pero no me da tiempo. Está sentado encima mía. 

-Ahora, vamos a terminar lo que el otro día estropeaste.

Me quita la camiseta y noto a la perfección el frío del suelo en la espalda. Intento contener las lágrimas pero no puedo. Separa su cuerpo del mío y se baja los pantalones. Luego intenta hacer lo mismo con los míos. Pataleo, consigo levantarme y le pego un puñetazo en la mandíbula. 

-Has cometido un gran error, pequeña.

Agarra mi cuello con fuerza y me golpea la cabeza contra el suelo. Pierdo el conocimiento aunque solo por unos minutos. Cuando lo recupero tengo las manos atadas pero su mano continúa en mi cuello. Ve que me he despertado y aprieta con fuerza, con mucha más fuerza. No puedo respirar. Baja mis pantalones. Noto su mano fría y quiero llorar, pero no lo hago. 

-¿Sabes?-comienza a decir.-Elegir a ese idiota ha sido tu peor error. Si me hubieses elegido a mí esto no habría pasado. Hubiésemos sido felices juntos Ali, mucho. 

-Nunca sería feliz contigo. Eres un monstruo.-digo a penas con un hilo de voz. 

Vuelve a golpearme. Esta vez con fuerza. De mi nariz sale sangre. No puedo respirar. Ni siquiera veo con claridad. Escucho la puerta, gritos y golpes. Lo último que recuerdo es el grito de Sara. Luego todo es oscuridad. 

MarcusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora