Marcus XXXIV

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Se suponía que veníamos a casa de Sara a ver una película y pasar una tarde de chicas. Al entrar por la puerta lo veo todo un poco oscuro pero supongo que será porque entra poca luz. Vamos al salón para sentarnos en el sofá cuando la luz se enciende de repente y escucho a muchas personas gritar "¡sorpresa!". No puedo creerlo. Miro a todas partes y no hago más que ver a personas que conozco. Marcus es quien ha encendido la luz. Están casi todo los chicos de clase, María y Natalia, mis dos amigas de la infancia también han venido. Está todo el mundo. 

Entonces veo a alguien justo frente a mí. Es Pablo. Mi Pablo, al que llevo sin saber nada de él meses y que creía que nunca volvería a ver. Sostiene entre sus manos un ramo de rosas rojas y me las entrega. Lo cojo con cuidado como si pensase que iba a desmoronarse y con él todo esto. Espero despertame en mi cama después de un dulce sueño, pero me doy cuenta de que no estoy soñando, que todo es real y que esto es para mí. Sin poder controlarlo las lágrimas caen por mis mejillas y lo abrazo con fuerza. Sigue oliendo como la última vez que le vi. Y de eso hace ya demasiado tiempo. 

Me separo de él con delicadeza y nos quedamos un rato mirándonos a los ojos. Sus preciosos ojos. Miro a Ari que está justo detrás de nosotros y sé que Pablo está aquí gracias a ella. Corro a abrazarla y le susurro al oído "gracias, muchas gracias". Me aprieta un poco más fuerte y luego me suelta, pero antes de que pueda darme cuenta están todas abrazándome. Cuando nos separamos las miro una por una, no sé qué decir y es Sara quien rompe el hielo. Se acerca a la música, la sube a todo volumen y grita 

-"¡Que comience la fiesta!"

La canción que suena es "Don't Stop the Party" y bailamos al ritmo de la música. Las chicas comienzan a sacar comida y bebida. Pablo viene con una copa, dudo en si cogerla porque soy muy desconfiada. Luego acepto, un poco de vodka no le sienta mal a nadie ¿no? Han pasado ya un par de horas y ya voy por la cuarta copa, yo no suelo beber pero no me está sentando nada mal. Me he llevado todo el tiempo con Pablo y no he pensado en las chicas. Están sentadas en un corro riendo con otros chicos del instituto. 

Alicia ya ha empezado con lo que llama su "ronda de chupitos". Me siento a su lado y brindamos a palo seco de vodka. La música está muy fuerte así que me acerco a ella y le susurro:"¿tenéis tequila?" Me mira, se ríe y grita, "¡Una de tequila, limón y sal!" Nos encanta esto, desde siempre. Las rondas de chupitos son lo mejor de todas las fiestas. 

El alcohol comienza a hacer su efecto, desvarío un poco y me río por cualquier tontería; pero no me importa, porque desde hace mucho tiempo soy feliz, y sonrío de verdad, lo que es un logro. Pablo está sentado a mi lado. No nos hemos separado en toda la tarde. Es él quien me quita el último chupito de tequila que iba directo a pasar por mi garganta. Lo deja otra vez en el suelo y me acaricia la mejilla. 

-Creo que por un rato, deberías dejar el alcohol. Tú nunca has bebido tanto y no quiero que te pase nada-me susurra acercándose a mi oído. 

Asiento, y le cedo mi chupito a Alicia. Ella bebe demasiado, pero ni si quiera se la ve más contenta de lo normal, su aguante con el alcohol es increíble. A nuestro pequeño círculo han comenzado a unirse un número mayor de personas. Carla está sentada encima de un niño que está en clase de física conmigo, Alberto. Se miran y ríen constantemente. Él es un chico guapo. Está en el equipo de fútbol del instituto, rubio, y mucho más alto que ella. Sus ojos son de un color casi negro, a veces, cuesta distinguir la pupila del iris; pero, sobre todo, es un buen chico. 

A quien no veo es a Sara. La busco con la mirada y veo que Alicia está haciendo lo mismo. Voy a levantarme pero me pide que me quede sentada y sale del salón, supongo que a ver dónde se ha metido. Intento seguirla pero, me mareo y tengo que volver a sentarme en el suelo pegando un culazo impresionante. Me río. No puedo evitarlo. Y Pablo que está a mi lado, también se ríe. 

-¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?-me pregunta colocando se mano en mi hombro.

-Estoy bien-respondo-Bueno, creo que he bebido demasiado-y volvemos a reírnos. 

Sus ojos están clavados en los míos. Puedo notar como me atraviesa su mirada. Estoy temblando. Su mano derecha sube desde mi hombro a mi mejilla, y me acaricia el pelo. Coloca su izquierda en mi cintura y me acerca a él con suavidad. Va a besarme. Y lo sé por todas las otras veces que lo hemos hecho. Para justo a un centímetro de mis labios. Parece que está más nervioso que yo. Quiero besarle, es lo único que quiero. Cierro los ojos, y voy a besarle pero entonces, se oye un grito fuera del salón. 

MarcusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora