Marcus XXXV

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Estoy buscando a Sara con la mirada, pero no la veo por ninguna parte. Me pongo en pie. Aunque sé que no lo parece, el alcohol está comenzando a hacerme efecto y me cuesta trabajo centrarme, aún así, camino por el salón como si no hubiese bebido nada. Lydia también está preocupada, va a levantarse, pero se cae al suelo. Me río y salgo hacía el holl. "¿Sara?" la llamo, pero la música debe estar demasiado alta y no me escucha. Subo arriba. En su cuarto no está pero la puerta del baño está cerrada. Recorro todo el pasillo mirando las fotos. Hace ya un tiempo que no vengo a su casa, y aunque antes me pasaba aquí días y noches enteros compartiendo risas, llantos, pizzas, chocolates y muchas, muchas películas de miedo, ahora parezco un extranjero llegando a su nuevo país por primera vez. 

Trago saliva antes de llamar. Estoy nerviosa, cada vez me siento más como una extraña, siento que estoy fuera de lugar. Me parece haberla escuchado vomitar, y me extremezco. No responde así que entro. Está sentada al lado del vater. Rodea sus piernas con sus brazos y las pega un poco más al pecho. Está llorando. Intento tocarla, pero al principio no me deja. Estoy asustada. Aún así, vuelvo a intentarlo una segunda vez y esta,la abrazo. Fuerte. Muy fuerte. Tanto que no solo ella tiembla, sino que yo, también. Una lágrima baja por mi mejilla y la seco antes de que sea capaz de verla. Justo en el instante en el que levanta la vista para mirarme, escuchamos a alguien gritar abajo. Me incorporo y la ayudo a levantarse. Corro escaleras abajo. Sara se sienta en la barandilla y se desliza, por lo que llega antes que yo. Da un par de pasos y se frena en seco. 

Me coloco a su lado, estupefacta. Fuera se escucha mucho ruido, casi más que el que había hace unos minutos en el interior. Alguien, está aporreando la puerta. Carla llora a un par de pasos de nosotras. Ese chico que se llama Alberto está abrazándola. Me mira interrogante, y no sé bien que responder.  Tengo que tomar el control de la situación, pero el alcohol ha hecho su efecto. Me cuesta pensar con claridad. Bueno, con claridad y sin claridad, me cuesta pensar, en general. Malditos vicios. Lydia está bajo el marco de la puerta del salón, con Pablo detrás. Ninguno sabemos qué hacer. Se escuchan los gritos fuera. Llamar a la policía es la única opción viable que se me ocurre, pero somos menores, que han montado una fiesta con alcohol y nuestra credibilidad puede ser bastante nula. Marcus se me acerca y me besa. Veo su intención de salir corriendo hacia la puerta y trato de evitarlo a toda costa, pero es inútil y sale al exterior pegando un portazo trás de sí. 

Los gritos cesan en ese instante. Se me corta la respiración y el corazón me va a mil por hora. Tengo las manos sudorosas y los ojos llorosos, intento hacer algo pero el miedo me paraliza. He visto lo que ese hombre es capaz de hacer y la simple idea de que Marcus está cerca suya me aterroriza. El padre de Carla no tiene compasión por nada ni por nadie. Alberto se acerca con ella, la deja entre mis brazos y sale fuera también. Está temblando y su respiración es mucho más acelerada que la mía. Sara, abre la puerta y esta vez no la cierra. Se queda ahí, parada, por lo que todos podemos escuchar lo que pasa fuera. Marcus esta sangrando pero tiene a ese cabrón agarrado por el cuello. Sus dedos ejercen tanta presión que al otro le cuesta respirar. Por primera vez, podría decir que estoy viendo el odio en los ojos de Marcus y un escalofrío recorre mi cuerpo. Alberto está gritándole que más le vale irse. No sé qué sabrá ese chico, pero desde luego, para no deberle nada a Carla, le está echando mucho valor. Demasiado, diría yo. 

Marcus afloja un poco la mano y el padre lo empuja. Cae al suelo y va directo a Alberto. Le pega un par de puñetazos y creo que él también va a desplomarse en cualquier momento, pero no lo hace. Le devuelve el golpe de un puñetazo en la mandíbula que lo tira a él. Pisa su cuello con el pie. Por un momento, creo que va a matarlo, pero no lo hace. Simplemente se queda ahí, paciente, sin mover ni un  músculo. Apoya su pie sobre el pecho de este individuo y lo mira, desafiante hace un poco de presión para posteriormente levantar el pie. Tira de él y lo levanta. Se queda en silencio. Con mucha tranquilidad, le suelta y en voz lo suficiente alta como para que todos lo escuchemos dice "vete por donde hayas venido, porque te va a caer una denuncia y tenemos a todos estos de testigos. Yo, que tú, corría." Mi novio, que ya se había puesto en pie, se le acerca, le susurra algo en el oído y lo mira directamente a los ojos. No sé que habrán hecho pero él gira sobre sus propios pasos y se va tambaleándose. Se da la vuelta y grita "¡Esto no va a quedarse aquí!" pero todos hacemos como si no lo hubiésemos escuchado. 

Alberto vuelve a entrar y abraza a Carla. Sara me guiña un ojo y se encarga de devolver a todo el mundo al salón, aunque la gente pregunta ella se limita a responder lo mínimo y vuelve a poner la música lo más alto posible. Solo tardan cinco minutos en volver cada uno a lo suyo, y con unas copas de más que tienen la mayoría Sara sale cerrando la puerta corrediza del salón. Marcus se acerca a mí. Voy a echarle la bronca de su vida, porque no debería haber hecho eso, ese energumeno podría haberle hecho daño o mucho peor, matarle. ¿No se da cuenta en el lío en el que ha podido meterse? Pero me alegro tanto de verle bien que no puedo evitar correr a abrazarle. Luego, aunque hablamos sobre el tema y le comento mi desacuerdo estoy muy orgullosa de él. Y, por supuesto, también de Pablo. 

Retiro con la yema de mis dedos la sangre se su labio. Sara nos acompaña a la cocina, donde están Alberto, Carla y el botiquín. Cojo un poco de algodón y agua oxigenada, y con toda la delicadeza que puedo, desinfecto un poco la herida. Se hace el machote, pero en su cara puedo ver que le duele, intento evitarlo pero estallo en una pequeña carcajada. Apresurademente me callo y pido perdón, aunque con una media sonrisa. La tensión de hace unos minutos ha desaparecido y todos acabamos riéndonos de la cara de Marcus. Guardo el botiquín y tiro el algodón a la basura. Acaricio la mejilla de mi amiga al pasar, la cual me sonríe, y aunque sé que aún está bastante mal le saco la lengua para hacerla reír. 

-Dejalo Alicia, que bastante fea estás de por si.-dice mientras me pongo vizca.

-¡Oye!-exclamo-Encima que quiero hacerte reír. 

-Pero si ya nos reímos de ti sin que hagas el tonto-responde Sara. 

-Ten amigas para esto...

-Ten novia para que se ría de ti...-responde Marcus. 

-Es que-replico-te quieres hacer el machote, pero si te duele, te duele. Oye, ¿qué le has dicho para que se vaya así?

A Marcus se le cambia la cara. Ya no sonríe. Baja la mirada y solo la sube para mirar a Pablo, el cual asiente. Entonces suspira y veo como saca del bolsillo una navaja. No puedo ni creerlo. 

-"Aún puedo matarte, vete"-suspira-eso fue lo que le dije. Lo siento, pero era la opción que nos quedaba. 

Me quedo sin saber que decir. 

-Con dos cojones-responde Sara-estamos orgullosas de vosotros, pero esa navaja lejos de mi vista eh, por favor. No quiero más desgracias. 

-Eso mismo iba a decir yo-y le beso mientras guardo su navaja en el bolsillo. 

Cogemos otras bandejas de comida y las llevamos al salón. La música sigue un poco fuerte, pero no me importa. Marcus me ofrece una copa. Ni si quiera se lo que es pero bebo, hoy estoy tan cansada que necesito desconectar un poco. No he olvidado que Sara antes estaba llorando, pero ahora, está riéndose con Lydia y no quiero volver a hacerla pensar en ello. Caigo en la cuenta de que a penas he visto a Ariadna en todo este tiempo. Ha venido con su chico, así que les busco un poco por el salón. Están sentados en el sofá hablando con María la amiga de Lydia y una chica de mi clase con la que yo a penas he hablado nunca. Unas manos rodean mi cintura por la espalda, unos labios rozan mi cuello y mi piel se eriza. "Dios" pienso. Me doy la vuelta, y le beso. Sé que no es el momento, ni el lugar, pero, a veces es bueno dejarse llevar. 

Y por impulso, salimos del salón, cerrando con suavidad la puerta. Me río y sus labios vuelven a encontrarse con los míos, pero entonces su móvil suena y cuando ve el número, padilece. Demasiados problemas para una sola noche. Descuelga, y para mi parecer, todo se queda en un completo silencio. 

MarcusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora