nueve

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|Capítulo IX: "Ganar"|

"La vida es como una partida de póker, a veces hay que apostar para ganar"

8 de Octubre, 2019

Amanecer.

Unos golpes en la puerta me despertaron, eran las 6 de la mañana, ya estaba por amanecer. Me levanté y me dirijí hacia la puerta de mi departamento, puse las llaves en la cerradura y abrí.

Ahí estaba mi mejor amigo. Estaba parado en la puerta de mi departamento con los ojos rojos, el pelo y la ropa desaliñada. Suspiró, sacando una gran cantidad de aire de sus pulmones y el olor a alcohol caló en lo más profundo de mí.

—¿Cristián? ¿Estás borracho?—. Pregunté y él me miró algo ido.

Dio un paso hacia mí y luego otro, los necesarios para quedar cara a cara conmigo. Bueno, ni tan cara a cara, yo soy más alto que él por varios centímetros. Entonces, su pelo quedaba a la altura de mi frente y sus ojos a la altura de mis mejillas. La verdad que era tierno verlo así. Tenía los labios entreabiertos y no paraba de respirar desesperadamente, como sí se quedara sin aire. Sus labios estaban más rojos de lo normal y el jopo que usualmente tenía en su cabello, estaba caído para adelante, creando una especie de frequillo.

Él, en contra de todos mis pronósticos, hizo puntitas de pie y me besó. Fue un beso casto, un pico, nada de otro mundo. Se animó un poco más y me agarró del cuello, intensificando aún más el beso al mismo tiempo que me succionaba y me mordía el labio inferior. Yo lo dejé, no reaccioné, no me quité. No me quité porque estaba impresionado, ósea, Cristian Ezequiel Ferreira Moreno me estaba besando a mí, a su mejor amigo, estando en pedo.

Increíble, pero real.

Él se separó un milicentímetro de mi boca y me miró con ojos llorosos que tenían un gran tumulto de emociones detrás, pero que yo logré diferenciar tres: deseo, miedo y desesperación. Me miró con una mirada intensa que hizo que algo dentro de mí se moviera para decir:

—Por favor—. Susurró con la voz rota y una lágrima rodó por su mejilla.

Me volvió a besar y, esta vez, sí se lo seguí. Fue un beso intenso, con muchas emociones detrás, con mucho cariño. Yo lo tomé por la cintura y él presionó aún más su agarre en mi cuello, al mismo tiempo que empezaba a jugar con mi pelo. Sus labios y los míos se chocaban, no era un beso dulce, era uno desesperado. Cargado de deseo. Nuestros dientes chocaban porque mordíamos, succionábamos y lamíamos nuestros labios sin intensión de siquiera formar una pelea para saber quién iba a mandar en el beso. Los dos mandábamos, ninguno quería ceder el control.

Cuando Cristián baja sus manos de mi nuca hacia mi cadera y mete sus manos adentro de mi remera, tocando mi tibia piel, me doy cuenta. Cristián hasta hace dos días estaba llorándole a Julián, Julián hace menos de tres meses que se mudó de este edificio. El edificio de los solteros de River, literal. Ahí vivían Cache, Sibille, Carrascal, Angileri, Eze Centurión, Palacios, algunos de los pibes de tercera y Julián hasta hace menos de tres meses que se mudó.

Se mudó a Puerto Madero y, literalmente, él vivía arriba mío. El camino del ascensor hacia el ex departamento de Julián, era el mismo que el camino desde el ascensor hacia mi departamento, la única diferencia que había era el piso y era bastante probable que Cristian, con lo borracho que estaba, le hubiera errado al piso 6, apretando el 5 en su lugar.

Él no vino a verme a mí, debe querer ver a Julián y yo como un pelotudo siguiéndole el beso porque Cristian me puede, es mi debilidad. Pero no quiero que nada de esto se malinterprete aunque no creo que recuerde algo después de que se despierte.

Horas | Santiago Sosa x Cristián FerreiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora