CAPITAL SINK/PECADOS CAPITALES
Con la llegada de la hija mayor del clan Vander a la mansión Sakamaki, la vida de los 6 hermanos se verá sacudida. Ella era la avaricia personificada. Tragedias, romances, alianzas y traiciones, todo se puede esperar...
"La pereza es el más« metafísico »de los pecados capitales, se refiere a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia de uno mismo."
"Caminaría en el fuego por ti, vencería cada uno de mis miedos si eso asegura que permanecerás a mi lado, porque te sostendré cuando caigas como tu hiciste conmigo" - Shu Sakamaki.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Un 18 de octubre, llego a este insólito mundo un alma, pequeña y pura, cuya responsabilidad y su destino ya estaban marcados.
Siendo el primer hijo del clan, fue criado con las mejores ropas, las más estrictas institutrices y todo lo que este al alcance de su madre para que sea digno de encabezar la familia.
Beatrix crío a su primer hijo de manera distante, sometiéndolo en una gran oscuridad desde joven, la presión de ser el mejor podría ser agobiante muchas veces.
En el único lugar donde Shu encontraban una pequeña bocanada de luz, era con su mejor amigo, Edgar, donde podía disfrutar de la niñez y la dulzura que en su hogar no se hallaban con frecuencia.
Ese pequeño momento de alegría fue arrebatado por los celos de un alma rencorosa, dejándolo completamente solo en una oscuridad abismal, dejándole como un único soporte sus inseparables melodías.
Lentamente, esas melodías comenzaron a conquistar el corazón del joven, creando una capa de hielo a su alrededor, pero en el, muy en el fondo, El heredero seguía siendo ese niño indefenso que buscaba amor y alegría.
Los años pasaban, para un ser inmortal con mucha más rapidez, paulatinamente, el mayor comenzó a olvidar sus responsabilidades, olvidó esas exhaustivas horas de lecciones y modales, desplazó su objetivo de ser el sucesor por permanecer sumergido en su mente, donde al cerrar sus preciosos ojos se pasaba imaginando esa infancia que jamás tuvo, imaginando un lugar donde pudo recibir todo el cariño que alguna vez quiso, aquel que aún en el fondo de su apagado corazón, quiere.
Las horas de sueño pasaron a ser días, los días en semanas, y así hasta el punto de convertirse en el fantasma del salón de música de la academia, y el vago de la mansión.
Quizás, pero solamente quizás, El vago de la mansión encontraría próximamente una razón para estar despierto.
