500 54 29
                                    

DISCULPEN LA TARDANZA, EN MI QUERIDA CASA NO HAY LUZ.

Alan y yo, habíamos formado una extraña, pero reconfortable relación, es muy atento, siempre se preocupaba si comía, que hacía, durábamos horas hablando.

A pesar de todo ello algo me inquietaba:

Su salud.

No soy experta, pero no se necesita a uno para saber cuando una persona se encuentra enferma, y conociendo su situación y lo poco cuidadoso que es al respecto, me pone los pelos de punta.

Ahora estaba más cansado, tropezada con sus propios pies, tenía mareos repentinos. Me preocupa de sobremanera, pero decía que eran efectos de los medicamentos contra el asma y que pronto tendría una revisión médica. Decía que todo iba a estar bien, quería creerle, pero es muy difícil, me ha pegado varios sustos.

Y viendo cómo se pone a la defensiva no quería insistirle más, también podría buscar por internet, pero no confió mucho. La ultima vez quise saber porque me dolía la cabeza y resulto que estaba embarazada. Google nunca dejara de sorprenderme.

Los padres de Alan, los señores White, han organizado una cena y nosotros, o sea, mis padres y yo, somos los invitados.

Alan, tuvo una forma muy persuasiva para convencerme, no me quejo, también aprovecharé para decirle a los señores White sobre la situación de su hijo. Un poco de ayuda no nos vendría mal.

"

—no me gusta— hago una mueca.

—¿por qué? sabe delicioso.

Insiste. Contengo las ganas de lanzar la torta al basurero. Trago grueso apartándome de él, siento un extraño cosquilleo subir por mis manos.

No quería negarme, lo hizo para mí y se veía muy ilusionado.

—t-tengo— desvié la mirada, no soy capaz de mentirle en la cara, pero tampoco quiero decirle la verdad, sé que se preocupara y comenzara hacer preguntas las cuales no estoy lista y nunca estaré lista para responder —...soy alérgica.

Su cara era un poema... uno muy bonito.

—no jodas, Brown.

—hablo enserio, White.

—eres la primera persona que conozco...

—que tiene alergia a las naranjas— termino por él. Asiente arrepentido, dejando el bizcocho de sabor naranja que preparo para mi sobre la mesa próximo a nosotros.

—lo siento, si lo hubiera sabido ni siquiera lo hubiera hecho.

Dice desilusionado. Me acerco hacia él.

—no es tu culpa, solo... debí decírtelo, perdóname tu a mí.

Su rostro se ilumina, entrecierro los ojos mirándolo. Algo esta maquinando esa hermosa cabecita.

—lo haré con una condición.

—¿Qué?— Suelto tosca.

—tranquila, no te pediré que des la vuelta al mundo o que hagas un hallazgo impresionante, así que, deja de mirarme así.

—dime, para ver si merece la pena.

—es una cena... bueno, con mis padres.

Sonríe nervioso. Abro los ojos de más, sorprendida.

Se le ve que lo ha pensado mucho para decírmelo, esto según las parejas es un gran paso en su noviazgo, solo había un problema, no somos...novios.

Dulce Amargo [1] |Trilogía Agridulce|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora