Lo siento

572 73 30
                                    




Regresé a casa y me encerré en mi habitación, escuchaba a Mamá, tocar la puerta con desesperación e ira, pero no me importo.

Al parecer mi padre busco la llave maestra o algo asi, me regañaron por horas solo me dedique a mirar por la ventana ni siquiera prestaba atención a lo que decía, poco o poco se dio por vencido, negando y marchándose dejándome sola en la tranquilidad de mi habitación.

Luego de ese día no volví a verlo, le pedí por favor que no me buscara hasta que no se calmaran las cosas en casa, fue difícil converserlo, incluso me pidió que me quedara con él, pero me negué. Ya ha hecho demasiadas cosas por mí y yo solo le causo problemas.

También, le pedí que dejara de enviarme regalos porque lo podían mal interpretar.

Aunque medio mundo crea que somos novios, no quiero recibir más cosas de él, por eso tome esa estúpida excusa.

También me dijo que hizo que eliminaran la divulgación de nuestra supuesta boda. Cosa que le agradecí con el alma.

Ya había pasado dos semanas, comencé a ir a la universidad nuevamente, al menos para ir mi padre no me obliga a ir con Alan.

A veces deseo no haberme topado con el ese día, pero luego me arrepiento; verlo por alguna razón me hace sentir bien, aunque sea un pesado.

—¿Thor? ¿en serio?— pregunta. Poniendo los ojos blancos.

—bueno, que quieres que te diga si es lo único que he visto.

Antes de llegar a esta conversación del Dios amado Thor y el único que conozco, por cierto.

Él se quejaba de su profesor de antropología, que no dejaba de hablar del maravilloso Helmuth Plessner, dijo que hablaba tanto de él que sentía que estaba violando la privacidad del filósofo.

Eso me dio a entender que no sé nada del chico que se pasa el tiempo conmigo, ni siquiera sabía que era lo que estudiaba y hoy al oírlo hablar de su carrera, aunque se quejaba, estaba fascinado de hablar del tema, me alegro que le guste lo que hace. Yo por mi parte, estudio Derecho porque... Louis, quería hacer lo mismo.

De filosofía pasamos a hablar de superhéroes.

—¿por qué será que no te creo?

—es cierto, ni siquiera recuerdo la última vez que vi una— susurro lo último haciendo una mueca.

—disque "Thor"— resopla indignado. Lo miro con burla.

—¿Qué tiene de malo? si está buenísimo y es un Dios nórdico.

—soy mejor que él.

—sí, claro— digo sarcástica.

—¿por qué dudas de tu guapísimo novio?

—no eres guapo, eres pesado— aclaro, entrecierra los ojos negando —y lo de novio, lo pongo en duda.

—Uff, contigo— no se puedo niega divertido

—bueno, somos dos.

Se inclina hacia delante con curiosidad.

—¿Y de pequeña? ¿en qué perdías el tiempo?— hice una mueca recordando mi infancia, él al ver mi expresión sonríe —también me vas a decir que no jugabas con Barbies o muñecas de porcelana y que te la pasabas leyendo.

Con tal de que Mamá, no me llevara allá abajo, preferí encerrarme en la oficina de mi padre donde tiene un montón de libros, los leía para matar el tiempo.

Ya imagínense una niña de 9 años leyendo un libro de finanza y calculo, algunos eran de ética y cosas asi, no entendí ni mierda, pero lograban entretenerme.

Dulce Amargo [1] |Trilogía Agridulce|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora