Snake (1)

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—no sé por qué todavía como sigue existiendo esta cosa— habla negando con desaprobación viendo la pantalla del televisor.

—al público le gusta— digo sin más sonriendo por la mueca en su rostro ¡Vaya que le desagrada! pareciera que lo estuviera torturando, pero se niega a quitarla solo porque la quiero ver.

No me molesta dejarla a medias solo me dio curiosidad el título del dibujo animado.

—¿en serio? impone estándares de bellezas absurdos, incluso para una niña, no permitiré que mis hijos vean esto.

—a mí me gusta— me encojo de hombros.

—no lo puedo creer, es que es absurdo— habla indignado —me da coraje ver como desde pequeños les enseñan a las niñas que la felicidad depende de un hombre y una familia; y al niño que con lujos se puede comprar a una mujer. Nos están manipulando... las están manipulando para estar ligadas sentimentalmente con un hombre y hacerles creer que de ello depende su felicidad.

Abro los ojos impresionada, nunca llegue a creer que una película de niños tuviera un mensaje de esa magnitud.

—¿sabes cuáles son los estándares para ser princesa?

—¿cuáles?— frunzo el ceño.

—enamorarte pendejamente de un hombre al cual no conoces ¡ni un coño! para formar una familia y vivir bajo su sombra hasta que la muerte los separe.

—Tienes razón— digo apagando la TV —no lo había visto de esa forma.

—Así que sé como Mulan o Mérida. No tienes madera de Cenicienta, lo tuyo es ser grande y brillar con luz propia, cariño.

—Se escuchó muy lindo lo que dijiste, pero no sé quiénes son.

Me mira suspirando largamente exagerando.

—Te falta mucho que aprender, querida.

Sonrió abrazándolo sentándome sobre el quien termina completamente recostado en el sofá conmigo sobre él.

Alan por su parte, dedicaba acaricia con delicadeza mi espalda. Cierro los ojos disfrutando su toque.

—Se siente cálido.

Digo sobre su cuello en un susurro ya que mi cabeza estaba entre el hueco de su cuello y hombro. Lo sentí tensarse por completo, deteniendo su acción haciendo presión en mi cadera soltando un sonido ronco de su boca.

Mi muerdo el labio para no terminar gimiendo y ponerlo peor. Cuando se calma contesta.

—¿Qué cosa?

—esto— nos señaló alejándome un poco para poder mirarlo a los ojos —es como si siempre debimos estar asi.

Sonríe enternecida, pero mi sonrisa fue cayendo al ver su sonrisa ladina con una ceja alzada.

—tú, sobre mí.

—no, idiota— ruedo los ojos propinándole un golpe en el pecho el cual lo hizo sonreír —juntos.

—me encanta que te pongas romántica, a veces siento que soy la mujer en la relación.

Niega indignado, ocultando su sonrisa divertida.

—Alan— llamo con reclamo.

—es cierto, soy el que piensa en donde nos vamos a casar, donde viviremos, cuando conoceremos el mundo juntos, superar dificultades y aun así seguir juntos.

Dulce Amargo [1] |Trilogía Agridulce|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora