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No podía afirmar que tras mi llegada a Myrtle Beach, la normalidad había vuelto a mi vida. La escena del lago seguía recorriendo mi mente en las noches, impidiéndome así descansar y ocasionando irritabilidad en mí durante el día. También el gran vacío que había dejado mi tía en mí se hizo notar al abandonar Detroit, las lágrimas por ella no volvieron a aparecer, pero si el sentimiento de culpa. ¿Era una locura si decía qué echaba de menos sus enfados y el estúpido olor de incienso por la casa, entre muchas otras cosas? Ahora entendía el porqué se decía que no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos, no valoré su esfuerzo por criarme hasta que desapareció de este mundo. Bueno, ya no podía volver a atrás, mis remordimientos no la traerían de vuelta y era algo que debía aceptar tarde o temprano.

Entré en el chat repleto de mensajes sin leer, el último de hacía una semana, al igual que llamadas, una cada día desde su despertar, ese día fue el primer y último que le escribí alegrándome por su recuperación. Leí por encima sus mensajes, eran parecidos entre sí, decía que me echaba de menos, que cuando volvería, que Mikkel le rompió el teléfono y que diese alguna señal de vida. Suspiré e intenté no imaginar lo que ocurriría al enviar aquel mensaje felicitándole por su cumpleaños. Adjunté una foto reciente con un texto que aparte expresaba lo feliz que estaba de tenerle en mi vida por muy dramático que se pusiera a veces, y que no debía preocuparse, que no había noticias de Caín, al menos no de momento. Nada más enviarlo Caleb se conectó, apagué el móvil y lo dejé en la cama. Del único que había tenido noticias era de él, en cierto modo lo entendía, pero Kim se equivocó, aún con la no respuesta que me dio, seguía pensando en Mikkel, podía ser que hasta más que en el ángel.

—¿Me estás diciendo en serio qué después de la discusión que tuvimos por Jake, vas a cortar con él al mes de salir?

—Supéralo ya, prima. Sus gustos no van en tu dirección.

Me eché a reír por el comentario tan acertado de Carson, su prima abrió la boca sorprendida, movió la cara hacia un lado y se cruzó de brazos dándole la razón. Tomé la taza de café y me senté en medio de ambos.

—¿Sabes a quién atendí hoy en el trabajo? —le pregunté sin esperar respuesta —A Hailey, me preguntó por ti, debiste ver su cara al enterarse de que la dejaste por un chico.

—Técnicamente no la dejé, solo era una más de mi ganado al igual que él. Pero se quieren creer los únicos y exclusivos y me toca romper sus fantasías.

—Deberías aprender de mi primo Sel, no te vendría mal conocer a alguien, aunque sea solo para un rato.

Carson y Madison eran tal para cual, salir con ellos era sinónimo de llegar a casa con un nuevo contacto y una cita. Carson cogió mi taza y tomó un sorbo antes de irse a la habitación.

—No necesito a ningún hombre.

—¿Quién dijo hombre? Puedes divertirte igual y hasta más con una mujer —mi amiga me guiñó un ojo —Si quieres te presento a alguien hoy.

—Mejor otro día —hice un falso bostezo —Estoy cansada, fue un largo día en el trabajo.

La cara de Madi mostró desilusión, teníamos planeada una salida entre chicas y aunque me llevase genial con todas sus nuevas amigas, las ganas de fiesta no estaban dentro de mí. Una de ellas, Reyna, vino a recogerla, se quedaron un rato charlando conmigo y nada más irse me acosté. No sabía cómo Madi era capaz de compaginar los estudios y la vida social, porque si mi memoria no me fallaba, al día siguiente tenía un examen. Solo a esa mujer se la ocurría salir un jueves y lloviendo.
Después de dar varias vueltas en la cama y conseguir conciliar el sueño, unos ruidos en el salón me despertaron, miré el reloj, solo eran las cinco. Abrí la puerta de la habitación y entre la oscuridad vi una figura de mujer moverse torpemente.

Selina II ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora