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—Adivina quien está con mi primo en la habitación —voceó mi amiga al verme entrar por la puerta.

—Hasta yo lo sé —masculló Mikkel desde el sofá.

—Por eso traigo esto —la enseñé las bolsas con bollos y las dejé sobre la mesa. Tomé uno con una servilleta y se lo acerqué al caído.

—Me parece fatal que siempre sean ustedes los que se lleven a los tíos buenorros —se quejó la chica sin ninguna vergüenza mientras se sentaba al lado de uno de ellos.

—¿Tú no tenías una cita hoy?

—Pero no es tan interesante como quedarme aquí admirando las vistas.

Mikkel la tomó de la mano que había puesto ella disimuladamente tras su cabeza y la sonrió falsamente. No le caía mal Madi, pero sí que podía resultarle algo cansino el comportamiento de la chica, y lo podía llegar a entender. La puerta de la habitación de Carson se abrió dando paso a la aparición de Killian, y tras él, Carson.

Los días posteriores a la feria, Carson había estado llegando a altas horas de la noche a casa, o ni siquiera llegando, como el día de ayer. No me extrañó leer un mensaje de este donde me pedía perdón por ocultarme que el día de la feria Killian y él se habían besado. Yo solo sonreí para mis adentros y le desee lo mejor. Había disfrutado junto a Killian, y era un nuevo amigo que me llevaba, pero sabía que con quien debía estar era con el primo de Madison, podía notar la química entre ellos desde el primer momento en que cruzaron miradas. Mikkel se puso en pie nada más ver al otro caído acercárseme.

—Ya veo que me has cambiado por otro —me hizo un guiño y evitó cruzar la mirada con el pelinegro

—Killian, él es Mikkel.

—Encantado, Mikkel —puso una extraña sonrisa en su boca e hizo de su mano un puño para que el otro se lo chocase, pero el caído lo rechazó.

Me esperaba esa reacción por su parte y no podía hacer nada por evitarlo. Ambos tenían una visión diferente hacia los caídos y no era de extrañar que se repeliesen, aunque Carson opinaba algo parecido a Mikkel poco antes de conocer a Killian. Lo que le faltaba al pelinegro era dejar de ser tan negativo hacia el comportamiento de los de su especie y abrir puertas a conocer a alguno. Podía llevarse una grata sorpresa, de eso estaba segura.

—¿Has tenido algún problema con Gianna estos días? —le pregunté al Nephilim mientras metía en una bolsa un cambio de ropa para pasar la noche en casa de Killian.

—Omitiendo que no me quita de encima esa mirada escalofriante que tiene y sus comentarios de querer, digamos "Adornar como un árbol de navidad el cuerpo de los ángeles con sus cristales". Sí, todo bien, parece no importarla con quien pase las noches Killian.

Me aguanté la risa al imaginarme a la niña seguirle por la casa con esos ojos avellanas suyos y sus grandes gafas que la hacían ver tan tierna e inofensiva.

—Te veo feliz, ¿sabes? Sé que solo estáis conociéndoos, pero ese brillo que veo en tus ojos no lo había visto con tus anteriores líos.

—Me equivoqué con él. —Confesó —No sé lo que habrá hecho para acabar donde está hoy, pero no me importa. Lo que he podido ver de él hasta ahora me ha atraído, y solo espero que Killian piense lo mismo de mí.

No había duda de que era algo mutuo. En sus palabras me había confirmado de que no era un simple gusto pasajero, su preocupación porque el otro chico sintiera lo mismo, era algo nuevo. Por lo normal, le daba igual lo que sus rollos pensaran sobre él, al final solo eran eso, distracciones.

Volviendo al salón descubrimos que Madison se había ido y con ello, dejando solos a Killian y Mikkel. Di una ojeada a todo el lugar esperando que no hubiera ningún muerto, pero para mi asombro, ambos estaban hablando en la entrada. Mikkel tenía una fría mirada mientras Killian le hablaba seriamente, este al vernos echó una última mirada al moreno y nos sonrió. Carson y yo nos encogimos de hombros sin entender la escena que acabábamos de contemplar. Al menos no había que lamentar muertos.

Selina II ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora