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Por el camino, aún con temor a que el último caído pudiera estar siguiéndonos, tuve que detenerme obligada al ver como el cuerpo de Madison seguía expulsando sangre sin parar. Hice un torniquete en la zona de la cadera que pareció paralizar la hemorragia, pero no me confiaba y seguí mi camino superando el límite de velocidad y saltándome los semáforos para llegar lo antes posible a casa. De algo que me había dado cuenta por las pequeñas manchas secas de sangre sobre su frente, era que su inconsciencia podía deberse al golpe que tenía en la cabeza.

En el portal estaban esperando los chicos, los cuales al verme salir del coche con la chica en brazos, corrieron hacia nosotras con evidente preocupación.

—¿Qué cojones ha pasado, Selina? —exclamó Carson al ver a su prima en esas condiciones.

—Yo...es largo de explicar, y no tenemos tiempo.

Con cuidado de que ningún vecino nos viera, Killian abrió un portal que conectó con la habitación. Con delicadeza la colocó sobre la cama y le limpió las heridas leves. Lo primero que dijo nada más ver la más grave fue que no había sido causada por un arma, si no por un demonio y que había hecho bien en no trasladarla a un hospital, ya que ninguna medicina mundana podría curar aquello.

Si no nos apresurábamos, podía quedarla tan solo minutos de vida. Nos miramos entre los tres sin idea de que poder hacer, ya que ninguno contábamos con un poder capaz de sanar siquiera heridas como la de su cabeza.

No me quedó más remedio que tomar el móvil y mandar un simple mensaje de dos palabras. «Te necesito».

Me tumbé junto a Madison, acariciándola el rostro e intentando no llorar por la temperatura de su piel que cada vez se parecía más a la de Mikkel.

Lograrían salvarla y no tendría el final que tuvo mi tía, de eso estaba segura.

Por la puerta aparecieron Rafael y Caleb, un sentimiento de vergüenza y miedo a su reacción me inundó por completo. Killian no parecía cómodo con la presencia del arcángel y salió de la habitación. Carson y yo nos mantuvimos en una esquina viendo como este inspeccionaba a su prima.

—¿Es una humana? —Preguntó Rafael y asentí cabizbaja —. No puedo sanarla, va en contra de las leyes.

—¡También va en contra de las leyes que los de vuestro mundo dañen a los mundanos, y mírala como está!

Di un fuerte pisotón con la pierna dañada y me llevé las manos a ella cubriéndolas de sangre junto con un gesto de molestia.

—Hazme el favor de salir fuera, Selina. Y que te curen eso —se limitó a decir Caleb mirándome con desaprobación.

Era de esperar su reacción, pero yo no tenía culpa alguna de lo ocurrido, solo oculté lo de Caín por protección de los primos. Si me hubiera ido Madison ahora mismo no estaría aquí, ¿o sí? ¿Qué acababa de hacer?
A unos metros de distancia de Killian se encontraba el pelinegro, que no dudó en acercárseme cuando me giré para evitar su mirada.

—Me voy unas horas y mira la que formas, princesa —negó con la cabeza varias veces.

—Cierra la boca, si te hubiera contado algo se lo hubieras dicho a Caleb y nadie velaría por la seguridad de Madison. ¿O me equivoco?

—Puede ser, o no, nunca lo sabremos. —Mikkel notó como los otros dos chicos nos observaban con atención. Seguramente no entendían a lo que nos referíamos y prefería que siguiera siendo así. Lo conduje hasta mi habitación y lo senté en la cama —. Debería echar un vistazo a esas heridas.

—¿La curaran, no? —dije cambiando de tema. Ahora mismo mis lesiones eran lo de menos.

—Está en manos de un arcángel, se que Rafael no te cae bien, a mí tampoco la verdad, pero es muy poderoso. Y se ha enfrentado a cosas peores, eso te lo aseguro.

Selina II ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora