Podría reconocer esa melodía en cualquier parte. Aquella que con solo las primeras notas hacía que mi cabeza crease una escena similar a la realidad que ahora estaba viviendo frente a mis ojos. No creía que fuera mera casualidad que su envolvente sonido proveniente del piano, apareciera en este momento. Mi cuerpo quería prestarse a bailarla, a dejarse llevar y disfrutar.
Mikkel estaba en una esquina, apartado de todo el mundo, pero con una sonrisa en los labios y sin apartar la mirada del pianista.
—Deberías sacar a nuestro amigo a bailar, princesa —dijo al notar mi presencia.
—¿Has sido tú?
—Puede.
Tomó de mi copa la cereza y con su hoyuelo marcado, se la metió en la boca. « ¿Por qué tiene que verse tan sexy?»
—¿Cómo sabías qué me gustaba esta canción?
—La bailaste con sentimiento. Si no te gustase, no avivaría en ti emociones.
Me vio. Ese día en Italia estuvo tras la puerta observando.
Debería de abandonar ese gusto suyo por espiar a la gente desde las sombras.
—Quiero cobrarme esa deuda —le tendí la mano —. Me lo debes, recuerda.
No parecía confiado, echó un vistazo a una zona del salón, hice lo mismo, pero no encontré al destinatario de ella. Al final asintió y me retiró la bebida para bebérsela de un trago.
Lo llevé hasta el centro de la pista donde ya se encontraban parejas bailando con soltura y elegancia. Me sequé el sudor de las manos con disimulo contra las cuentas de cristal que adornaban y volvían rasposa la tela de tul lavanda del escote en V, y pateé la tela de la falda para colocarla y no tropezarme.
El ritmo era lento, tornando el momento romántico e íntimo. Tardé unos segundos en tener la voluntad para que nuestras miradas se unieran y no se despegasen durante los siguientes minutos. Estaba tan absorta contemplando esos intensos ojos verdes, que solo oía la melodía de "Nuvole Bianche" sonando y no el ruido de la gente de fondo.
—Sei l'angelo più bello che abbia mai visto.
Me hizo girar sobre mí misma, pero no aparté la mirada ante sus palabras que por desgracia no pude escuchar con claridad. Me regaló una media sonrisa antes de poner sus manos en mi cintura y elevarme unos centímetros del suelo a la vez que girábamos juntos. La complicidad eran tan buena que con solo tocar una zona de nuestros cuerpos, ya intuíamos lo que quería hacer el otro.
—¿Qué significa?
—No me acuerdo —apretó mi mano dándome otro giro —. Creo que estamos llamando la atención.
Los ángeles habían dejado de bailar y en la pista tan solo quedábamos nosotros dos. Eso no nos impidió seguir, ahora podíamos movernos con más libertad sin personas estorbando a cada lado. A Mikkel no le atraía ser el centro de atención con esta gente, lo noté en su mirada y la forma de oprimir mi cintura.
—¿Quién es ella? Se me hace conocida —oí decir a una de las invitadas.
—...su presencia es un insulto para nosotros.
—Que pareja más despampanante —añadió otro.
Aceleré mis pasos, uno hacía atrás, el otro en diagonal y un sutil arrastre con la punta del tacón para que ambos pies quedasen pegados. Un baile tan simple pero tan bello, y si juntábamos la canción, creaba una calma interior que me hacía estar en mi propio mundo sin importar quien estuviera a mí alrededor.
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Selina II ©
FantastikSelina Devine creyó poder escapar de aquel mundo bíblico y volver a vivir cual humana. Pero nadie dijo que eso fuera posible y mucho menos fácil. La visita de un viejo conocido hará que su vida y todo aquello construido en tan poco tiempo vuelva a...