Segundo capítulo

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Una semana después...

Elizabeth y yo nos hicimos inseparables. Estábamos todo el día hablando de libros, personajes, amores platónicos... Y yo ya me había olvidado por completo del príncipe, cuado un día, estaba perdida en las cocinas, me encontré un apuesto rubio que no conocía demasiado bien.

- Buenos... días... príncipe... Maxon... - tratamudeo. Él me sonríe, y me parece que sus dientos fueron lo que me alegró el día. Ya sé, parece estúpido que diga esto, pero sus dientes son impresionantes.

- Buenos días, Lady... Kriss, ¿me equivoco? - vuelve a sonreír, y yo me froto el brazo izquierdo, nerviosa.

- No, no se equivoca. - digo, y cuando parece que mi libro está a punto de caer, el lo caza al vuelo.

- Poesía... Le gusta la poesía, ¿Lady Kriss? - mira la portada de mi libro de poesía, y yo asiento tímidamente. - Buena elección. Y ahora, si me disculpa, tengo que irme, que me esperan.

Yo le hago una reverencia y él marcha, no antes de obsequiarme con su preciosa sonrisa.

Por la tarde, cuando me encuentro a Elizabeth en su habitación, le cuento mi encuentro con el príncipe Maxon.

- ¡Felicidades, chica! - me coge de la mano y sonríe. - Anda, siéntate, que yo también tengo que contarte una cosa. - señala a la silla al lado de su cama. Me siento en ella, entusiasmada.

- ¿Contarme qué? - sonrió, y ella susurra.

- Creo... creo que me atraen más las chicas que los chicos.

No digo nada, sorprendida, hasta que le cojo la mano y le digo dulcemente.

- No es nada de lo que te tengas que avergonzar. - la miro y ella aprata la mirada, mordiéndose el labio.

- Y creo que me he enamorado de una de las seleccionadas... ¿Sabes quien es Camille Astor, una Dos de Baffin? Ayer me besó en la mejilla y me dijo que le gustaba.

- Pues mejor, ¿no? - le doy un achucón, y ella ríe.

- Sabía que te lo tomarías así, por eso somos amigas.

- Por eso y por muchas cosas más - le recuerdo, y ella sonríe.

- Venga, vamos a desayunar, que me han dicho que el príncipe Maxon también estará al comedor - me guiña.

- Y también Camille - le sonrío.

- Y también Camille - me sonríe.

Una hora después...

Las dos nos sentamos de lado. El príncipe Maxon no ha llegado, y la Reina Amberly está desayunando al lado de una chica morena y una chica rubia. Delante tengo una chica curiosamente pelirroja, y otra rubia, que me preguntan mi nombre.

- Kriss.

- Yo Marlee. - dice la rubia, mirando a su alrededor, como si estuviera esperando a algo, o a alguien.

- America. - dice la pelirroja. Yo asiento tímidamente y Elizabeth me lanza una mirada.

- ¡Camille! - grita alguien. Es Elizabeth. Un cuchillo roza la oreja de Camille antes que se dé cuenta, y los guardas empiezan a gritar "¡rebeldes! ¡rebeldes!".

Al cabo de una hora, todas las chicas seleccionadas, la família real i algunos guardas estamos en una habitación, escondidos de los rebeldes. Pero son los rebeldes asesinos, no los de mi padre.

- ¡Falta America! - grita la chica rubia, llamada Marlee. La reina se gira y llama a Silvia cuando la pelirroja llama a la puerta con sus tres criadas.

Cuando finalmente la dejan entrar, una de sus criadas empieza a llorar, y Maxon se acerca a las dos. En mi estómago noto algo, algo malo. Me parece que es envidia. Pero no puedo tener envidia a America, ella es una buena chica y nunca me ha hecho nada malo.

Cinco horas después, nos dejan salir. Encuentro a Elizabeth charlando alegremente con Camille, y cuando me ve, me hace unas señas para decir que ya viene. La espero, y las dos nos vamos a nuestras respectivas habitaciones, no antes de desearnos buenas noches.

Cuando llego a mi habitación, suspiro en ver a mis dos criadas: Kaya y Haylee, esperándome. Les digo que se esperen fuera, que necesito estar un rato sola, y ellas salen de la habitación, un poco desilusionadas.

Me siento en mi cama, y me quito el collar de rebelde. Es una estrella de seis puntas, es como mi amuleto de la suerte, la única cosa que conservo de mi padre, de mi padre verdadero, no del estúpido de padrastro que tengo, Connor, que es un creído y chulo.

Sacudo la cabeza, como si pudiera eliminar mis pensamientos, y me pongo el pijama. Me tapo con las sábanas, y me duermo al instante.

La Selección - Kriss AmbersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora