Dos

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Uno, dos, tres,cuatro,cinco...¡No podía más! Ni ovejas, ni numeritos. Casa vez estaba más harta.
Que le habré hecho yo al sueño para que me trate así.
Vibró mi móvil y alargué la mano para alcanzarlo. Cuando lo tuve en las manos comencé a mirar mensajes no respondidos. Esos mensajes que sin querer vas dejando que desciendan en la lista y sin darte cuenta te olvidas de ellos.
Al instante la notificación de un mensaje emergente iluminó la pantalla.

Siwon LP: ¡El jarabe! Buenas noches.

Rodé los ojos y miré hacia el techo dejando escapar un suspiro. Sonreí al ver todas las estrellas esparcidas por el techo. Fue idea de mi abuelo , las colocó allí cuando él insomnio se empezaba a hacer mi amigo sin yo querer su amistad. De pequeña al mirarlas todas las noches, después del cuento de la abuela, las estrellas se iluminaban más que nunca y lograba que el sueño me invadiese de una forma rápida y eficiente.

El maullido de Blonde hizo que mis pensamientos se esfumasen. Salí de mi cama y puse los pies descalzos y calientes en el suelo. Al instante, el calor que mis pies tenían pasó a frío. Estaba tan frío que no dudé en correr a por mis zapatillas de estar en casa. Cuando mis pies de nuevo estuvieron calientes, sin hacer mucho ruido para no despertar a la abuela, salí de mi habitación.

Una vez recorrido el pasillo, entré a la cocina mientras me frotaba los ojos, esta no era muy pequeña ya que disponía de una bancada bastante grande con demasiada decoración en ellas. Y unos cuantos pasos más se encontraba un gran ventanal acompañado de flores y un sofá, donde mi abuela después de las comidas se dedicaba a pintar.

Avancé directa a la bancada y busqué en los armarios el dichoso jarabe, lo cogí y me lo tomé en la cantidad adecuada. Estaba asqueroso, ya sé otra razón de porque no lo tomo.

Giré sobre mis tobillos y mi mirada fue derecha a una figura masculina que descansaba -literalmente- en el sofá. El miedo me invadió por completo. ¿Como narices había entrado?.

Cogí una sartén del lavavajillas y en posición de defensa me acerqué a él. Toqué su hombro para llamar su atención y acto seguido retrocedí, pero no hubo respuesta de su parte. Este dormía de cara al respaldo azul del diminuto sofá, encogido en este y chupando su dedo cual niño pequeño. Solté una risa, aquello fue inesperado para todos.

No sabía exactamente que hacer. ¿Le daba ya con la sartén? ¿Le despertaba primero?. Después de unos minutos pensando que sería lo realmente correcto en esta situación decidí tocarle el hombro un par de veces más con el dedo índice y después retrocedí.

Se retorció en el sofá cambiando su posición, gracias a ello pude reconocer la cara de aquel hombre. Era el chico espontáneo, no cuestioné lo que iba a hacer. Fui al fregadero y llené un vaso de agua, la más fría posible. Posteriormente de ello, me encaminé hacia él y derramé el líquido en su cara.

Se despertó nada más que la primera gota tocase su cara, una sonrisa juguetona se formó en mi rostro. Justo después de ubicarse y entender el porqué estaba mojado sus ojos me permitieron saber que estaba enfadado pero no se quejó ni dijo nada al respecto, solo se limitó a suspirar.

-¿¡Qué diablos haces en mi casa!?- Dije con un tono elevado mientras le miraba entre desafiante y seriamente.

Él, peinó su pelo mojado con sus dedos y se levantó para dar unos pasos hacia mi. Levanté la sartén y este enseguida captó el mensaje. Alzó los brazos a la altura de su pecho  enseñando las palmas de estas en son de paz. Esbozó una sonrisa nerviosa y ladeada para, al instante, comenzar a hablar.

-Necesito su ayuda, señorita Wallace- Se agachó en una cordial reverencia.

¿Qué rayos? Este hombre definitivamente estaba loco.

Era demasiado surrealista que un chico que conociste en la calle por haberte hecho un chichón y después duerma y te haga una reverencia en tu casa. ¡Debería ser una broma! Y miré su cara, estaba demasiado seria para serlo.

-¿Qué?- Alcé una ceja- ¿Qué haces? Dios mio levanta, haz el favor- De lo nerviosa que estaba hasta me ruboricé sutilmente.

-Debo contarte algo y dudo que me creas, o será dificil- Paseaba por la cocina a la vez que hablaba, cosa que ayudaba a la situación tan incómoda que teníamos. Bueno la que estaba incómoda era yo, a él desde luego no se le notaba, incluso se divertía a mi costa.

-Inténtalo, no creo que pierdas nada- Me alcé de hombros.

Frotó sus manos y se cruzó de brazos justo delante de mi. Nuestras miradas conectaron y empezó a intentar hacerme creer en algo que según él, sería difícil.

-Eres la única persona que puedo ver en este reino, mi superior me maldijo en forma de castigo y por esa razón soy tan pesado contigo. Necesito tu ayuda para que mi superior me devuelva a mi y a mi reino a la normalidad...- Apartó la mirada de mi y la llevó al suelo, su expresión parecía realmente triste- Mis padres, están en peligro y si todo allí se descontrola, este reino; tu reino, se envolverá en un eterno caos- Tomó aire y de nuevo me miró esperando una respuesta de mi parte.

-¿Reinos?¿Caos? ¿Tu superior? No puede ser, es imposible parece sacado de una pelicula...¿Y por qué a mi?- Mi respiración se empezó a acelerar y mi cabeza intentaba buscar un orden o explicación a todo aquello.

El chico se acercó a mi y posó su mano en mi hombro, la sartén se escurrió de mis manos y le miré a él nuevamente.

-Iba a esperar al día siguiente para contártelo todo pero...- Sonrió de forma burlona y señaló su pelo mojado.

-No puedo creerte, es demasiado irreal como para hacerlo- Solté una risa nerviosa y cogió mi mano.

-Ahora me creerás, confía en mi- Dijo en susurro y su otra mano iba directa a mi nuca. La acarició y puso las yemas en esta.

Un cosquilleo me invadió por todo el cuerpo, los ojos al sentir su piel se cerraron, noté un desplazamiento y al abrir los ojos me encontraba en un sitio totalmente blanco.

No sé donde estaba, donde me había llevado, si saldría de allí.

Después de unos segundos, un castillo de gran tamaño apareció justo delante de mi. Este estaba repleto de hombres y mujeres vestidos de negro a diferencia de una mujer que destacaba en lo alto del palacio. El fondo era bastante apagado, el cielo se nublaba cada vez más pero al ver a las demás personas no parecía importarles demasiado aunque sus caras eran muy serias. Posteriormente, el ejército negro con la señora de blanco se desvanecieron. Esta vez, el cielo se teñía de su azul más intenso, habían niños jugando realmente felices. Parecían que su diversión era una especie de luz que salía de la palma de sus manos. Habían niños hasta flotando gracias a ello. Parecía divertido pero increíble.
Unos segundos después todo se esfumó, dejandome ver como el chico espontáneo intentaba llamar la atención de sus padres sin éxito. Él, entre rabia y tristeza salió de allí.
El fondo blanco volvió pero solo estuve unos segundos allí ya que mis ojos volvieron a cerrarse.
Cuando los abrí nuevamente, inspiré aire ya que notaba como me iba faltando. Estuve demasiado tiempo en trance pero podía ver la cocina y al chico.

Me alejé de él, no tenía ni idea de como había hecho aquello pero sí sabía que aquello era real.

-¿Me crees ahora señorita Wendy?- Cruzó sus brazos y estiró los labios en una sonrisa vulnerable.

-Creo que si...-

Morbletalle ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora