Trece

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El entrenamiento acabó en silencio. Ninguno de los dos dijimos nada. Yo estaba demasiado ocupada pensando el por qué me había advertido del daño que nos podríamos hacer Ethel y yo en caso de que fuéramos pareja.

Me quedé quieta en el centro del circulo donde habíamos practicado los movimientos. Balanceé los brazos al ritmo de mi respiración a la vez que conseguía ver a Finn recogiendo sus pertenencias que anteriormente había dejado en la delgada banca negra.

Giré sobre mis tobillos y me dirigí hacia él. El rubio se percató de ellos al escuchar mis pasos retumbar en el patio de entrenamiento. Me observó por encima del hombro y cuando finalmente llegué se irguió sin pretender darse la vuelta para, por lo menos, mirarme a los ojos.

-¿Por qué sufrirá Ethel?- Lo pregunté sin casi pensar si me gustaría o no la futura respuesta de mi entrenador.

-Ya te enterarás, no soy yo quién debe contártelo. Pero si debo advertirte, aun estás a tiempo de no enamorarte de él. No eres la primera en caer en sus "garras del amor"- Hizo las comillas con los dedos- Y ten por seguro, que tampoco serás la última.

¿Cómo tenía que reaccionar ante eso? ¿No podía haber cerrado el pico y dejar que me enterase por otros medios? No, él tenía que crear una nueva inseguridad y incertidumbre en mí.

-¿No te podías haber callado?- Puse ambas manos en su espalda y le empujé levemente logrando que me mirase.

-No.

Se alzó de hombros, cogió su maleta y se fue dejándome con la boca abierta a punto de soltar una frase para sacar algo más de información. Obviamente no me iba a dar por vencida. Yo era testaruda y curiosa hasta la médula.

Maldije el momento en cual a Ethel se le ocurrió la brillante idea de plantarme un beso con tal rubio rondando por ahí.

Corrí en su dirección, rezando mentalmente para no perderle de vista. Necesitaba salir de dudas, odiaba que me dijesen algo a medias ya que después el tema iba a dar tantas vueltas en mi cabeza como si una peonza se tratase.

Aunque era obvio que no me iba a decir nada por más que lo intentase. Desde el corto periodo de tiempo que llevaba en este fantástico sitio, Finn me había dado a conocer lo reservado y callado que es siempre con todo. Además que escasas veces se abría a los demás o depositaba una diminuta parte de su confianza en estos. Su postura favorita era cruzarse de brazos y estar con la mirada perdida como si tuviese miles de pensamientos en los que sumergirse a cada momento. Por otro lado, había tenido la suerte de ver su lado divertido y fanfarrón aunque hayan sido un par de veces.

Por ello, decidí dejar que se desvaneciera entre los pasillos de aquel sitio. Sin embargo no lo hizo. Una chica de cabellos rojizos logró que este se detuviese. Ambos intercambiaron unas escasas palabras lo que hizo que ella soltase una sonora risa. Esta le dio el paso a la habitación que tenían justo al lado la cual era bautizada como "Herbolario" según la placa que ponía en la misma puerta. ¿Qué narices iban a hacer allí?

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Pasé las hojas del grueso libro que nos otorgaron el primer día. Intentando leer aquellas cosas que nos habían explicado en las clases de hoy. Pero había algunas cosas que me desconcentraban. En primer lugar estaba la actitud de Ethel. No nos habiamos cruzado casi desde nuestro primer beso y yo no paraba de pensar en cómo iba a afectarnos a nosotros. Además con lo que me dijo Finn todo es más confuso. ¿Debería hacerle caso y alejarme de Ethel en el sentido romántico? ¿O debería hablar con el pelinegro para dejar las cosas claras?
Yo era primeriza en esto del amor, siempre me había centrado en otras cosas o en personas que pasaban de mí. Y ahora no sabia como reaccionar ante un beso. ¿Le gustaba de verdad o solo fue un impulso?

Morbletalle ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora