Tres

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-Debes dormir un poco, el trance te ha dejado algo débil- Me informó mientras miraba el sofá donde él mismo había pasado media noche- Me parece algo raro que no te hayas desmayado al volver en sí- Desvió la mirada a los cacharros decorativos de mi abuela y comenzó a toquetearlos.

-No me noto débil- Me crucé de brazos, sentí unas manos rodear mi cintura. Este chico no respetaba para nada el espacio personal.

Me trató como si fuese un auténtico saco de patatas y me cargó al hombro. En ese momento noté que estaba débil, la sangre empezaba a subir a mi cabeza.

-¡Sueltame!- Crucé mis brazos aún subida a él y fruncí el ceño.

-Silencio Wallace, despertarás a tu abuela y a la pequeña Blonde- Dio unas palmaditas suaves en mi gemelo izquierdo y yo gruñí. Me sacaba de quicio este hombre. Puse mis manos en mi barbilla clavando mis codos en su espalda para intentar hacerle algo de daño, pero, eran como cosquillas para él.

-Me das miedo, te sabes todo de mi pero no te he visto en mi vida. No lo entiendo- Bufé y el mechón que había caído en mi cara por estar boca abajo bailó en el aire y volvió a caer en ella.

Tardó en responder, a lo que dijo:

-Bueno... es fácil, al entrar vi como tu abuela estaba hablando con la gata y le llamaba Blonde así que imaginé que se llamaría así- Alzó sus hombros y me dejó en el suelo. Al fin.

-¿Como entraste por cierto?- Pregunté curiosa aunque luego caí yo sola en la respuesta. Mientras esperaba su contestación, opté por acostarme en mi deshecha cama.

-Pues como ya dije, eres la única que puede verme, así que, cuando entró ella con la compra aproveché y entré, pero antes le ayudé con las bolsas.-Mordió su labio inferior y añadió: -Se me olvidó que soy invisible- Rascó su nuca y me miró, sacó una rápida sonrisa y abrió la ventana dispuesto a marcharse.

-Puedes ir al sofá si quieres, no quiero que duermas en la calle- Le dije y finalmente es lo que hizo según yo recordaba.

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Me desperté con la sensación de que todo lo pasado antes había sido un sueño. Me estiré y suspiré comprobando el estado de Blonde como siempre hacía. Le mimé durante un tiempo pero esta estaba pendiente de otra cosa. Miré donde ella prestaba atención girando mi cuerpo y rodé los ojos. Definitivamente, tendría que enseñarle la definición de espacio personal.

No era un sueño, para nada. Ahí justo en el lado donde nunca deshago la cama estaba él, durmiendo como cuando me lo encontré en el sofá, lo más encogido posible. De verdad, que confianzas se había tomado.

Agarré un cojín por los extremos y apunté a él y lo lancé, pero no hubo suerte y ni se inmutó. Cogí a Blonde y caminé hacia la cocina encontrándome a mi abuela por el camino.

-Vaya Wendoline, parece que has dormido bien- Sonrió y besó mi mejilla.

Pues efectivamente, había dormido. Pero todo fue gracias al orangután que se encontraba durmiendo en mi cama, y al jarabe... supongo.

-Wendy, abuela, Wendy- Solté una risa y ella me acompañó mostrando sus dientes, que por cierto, eran demasiado perfectos.

Entrelacé mis dedos con los suyos y, juntas, fuimos a desayunar.

Pasados unos minutos, cuando ambas ya teníamos los cuencos de leche medio vacíos, la figura de mi amigo invisible apareció por la puerta. Sinceramente, él parecía mi viva imagen de por las mañanas. Reí al verlo pero lo disimulé con un ataque de tos.

Mi abuela al principio me miró extrañada pero después me proporcionó varias palmaditas en la espalda. Mientras ella intentaba ayudarme aporreando suavemente mi espalda yo me fijaba en él, que estaba apunto de tirar un estante de cajas que la abuela coleccionaba. Mordí mi labio a la vez que intentaba hacerle señas para que se apartara, pero ni siquiera me miró.

¿Os podéis imaginar que pasó? Evidentemente, las cajas fueron a parar a diferentes sitios, este chaval parecía tener una fuerza sobrehumana de verdad. Solo con un simple manotazo mandó tres cajas a distintos lugares de la cocina.

No pude evitar fijarme en la reacción de mi abuela, su cara se podía interpretar en una mezcla entre sorpresa y sobresalto. Corrió a por las cajas y cuando ya las tenía entre sus brazos miró en dirección del chico. Arrugó la frente y me miró.

-¿Quién es este chico y que hace en mi casa?- Justo cuando dijo aquello, me encontraba pegando el último trago a mi desayuno. Pero el líquido, al escuchar lo que dijo, fue expulsado sin yo poder controlarlo.

Limpié mi boca y barbilla para a continuación mirar a mi abuela.

-¿Qué?- Desvié mi mirada a ... ¡Diablos no sabía como se llamaba!.

-Qué quien es este chaval- Acto seguido, le dio una suave palmada en el hombro a lo que este se sobresaltó.

-Es...- Mordí mi labio sin saber que decir y le miré a él animándole con la mirada para que él idease alguna respuesta ingeniosa.

-Señora Danfort, su nieta y yo somos pareja pero como ella es tan reservada y tímida para sus cosas...- Mi abuela se dirigió a mi con los brazos en alto.

Y eso no fue nada ingenioso. Gruñí y correspondí al abrazo que ella me dio. Lancé una de mis más odiosas miradas al orangután y me separé de ella.

-Bueno no es nada serio- Dije y crucé mis brazos sobre mi pecho.

Morbletalle ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora