Catorce

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Pasaron varios días de mi percance en la habitación, en la que descubrí cuán poderoso puede llegar a ser mi collar. Un pequeño bulto creció en mi frente al día siguiente pero fue nada su estancia en esta. Me encontraba en el gran salón donde todos mis compañeros fantásticos estaban tomando su primera comida. Todos parecían relajados, contentos y sosegados.

Busqué con mis ojos a mis conocidos del lugar. En primer lugar vi a Finn, el cual ingería un plato de huevos con beacon como si alguien fuese a quitárselo. Tenía un aspecto más descuidado pues su pelo se veía despeinado, impidiendo que viese con claridad ya que caía por su frente hasta llegar a sus ojos. No me había parado a observar los rasgos del rubio, pues ya tenía bastante con alabar los de Ethel pero él no se quedaba tan atrás. Su tez blanca hacía un perfecto juego con sus cabellos dorados. Aunque también con sus ojos verdes, todo conectaba haciendo de él un chico bastante atractivo y guapo. Algo de lo que si me había dado cuenta era de que parecía ser que su armario era totalmente oscuro, siempre vestía de negro o con tonos similares a este.

A su lado descansaba Jensey, con su característico arco en la espalda y su trenza llena de flores. Pero no había rastro de Ethel, lo cual me parecía extraño ya que tampoco estaba en la habitación blanca. Por un momento me invadió la idea de que me estuviese evitando, pero vamos, no estamos en una novela de amor adolescente.

Me dirigí a la mesa donde descansaban todas las opciones de desayuno que nos ofrecían. Mis ojos hicieron un tour por toda la mesa. En primer lugar fueron a los huevos con beicon (como los que seguro que ya no quedaban en el plato de Finn), después pasaron por los waffles con arandanos, a continuación por la fruta y finalmente por las tortitas. ¿Pasaba algo si cogía de todo?

-Señorita Wallace ¿Quiere coger algo ya? Está haciendo una inmensa cola tras usted- Me advirtió una señora a la cual no tardé en mirar.

Lucía una mirada brillante y una sonrisa de oreja a oreja, su cabello estaba amarrado en un moño a la vez que se refugiaba con una redecilla para evitar que este se cayese a la comida. En cambio, llevaba un vestido de estampado floral que le podía llegar hasta las rodillas. Parecía una de las tres hadas de Aurora, me pareció una señora de lo más adorable. No pude evitar pensar que se llevaría genial con la abuela.

-Perdón perdón, es que tiene todo muy buena pinta...

-Coge un poco de todo, aunque intenta equilibrar la comida- La señora me comenzó a explicar la combinación perfecta de todo aquello para hacer un buen equilibrio nutritivo mientras la cola se extendía poco a poco.

Cuando ya tenía mi comida en la bandeja, decidí ir con el rubio y la pelinegra a desayunar. Pero antes de ello algo me llamó la atención, la comida que la mujer seleccionó para mi en un abrir y cerrar de ojos se volvió a rellenar con la tan característica magia de este lugar. Sonreí sin mostrar los dientes y emprendí mi camino a la mesa donde se encontraban mis conocidos.

-¡Buenos días!- Canturreé mientras tomaba asiento.

El chico me miró mientras apuraba los últimos trozos de beicon, levantó su mano libre y me saludó.

-¡Buenos días Wen! ¿Qué tal va el chichón? Parece que ya se ha ido.

Llevé mi mano a la frente y efectivamente, Jensey tenía razón. Ya no había rastro del señor hinchazón. Fue un gran alivio.

-Oye, esto está todo muy tranquilo ¿Me he perdido algo?

Finn por fin terminó de comer para darme su total atención. Asintió con una sonrisa ladina.

-Han bajado los ataques, por no decir que ya son casi inexistentes. Por eso todos están tan tranquilos, aunque yo no me andaba con chiquitas, ese capullo seguro que está planeando algo más que unos próximos ataques.

Tenía sentido. Todos parecían aliviados con la escasez de los ataques, pero sin embargo yo empecé a asustarme más. Según lo que me había llegado a los oídos, ese tipo podía llegar muy lejos, tan lejos que no le importaría derramar sangre de personas inocentes. Y si Finn tiene razón puede convertirse todo en una catástrofe.

Sentí una punzada en la sien. No dudé en llevar los dedos a esta para darle un suave masaje. Me pude dar cuenta en cuanto abrí los ojos de que la atención de mis dos acompañantes estaba en mi collar azul que brillaba con más intensidad que nunca.

-Increíble ¿Qué llevará eso?- Preguntó Jensey mientras mordía su uña.

-No te muerdas las uñas, tampoco es para tanto.

-Creo que deberías ir con Dorssine para que te ayude a manejar el collar, recuerda que ella debe saberlo todo sobre él- Me aconsejó la pequeña Jensey a lo que asentí.

Tenía razón. Llevaba diecisiete años con el dichoso collar y nunca he sabido lo que tenía hasta ahora y creo que iba siendo hora de afrontar lo que esa pequeña gargantilla escondía.

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-No es difícil Wendoline. Es mental, tienes que intentar concentrarte todo lo que puedas sino te va a dominar a ti.

La mujer iba dando vueltas a la habitación mientras me iba sermoneando cuando fallaba, es decir, todo el tiempo. Llevaba casi dos horas metida en la gran habitación de Dorssine. Ya sabía todo lo que necesitaba del collar, eran los poderes que poseía mi padre, era como una herencia familiar que estuvo en la familia desde hace muchos años. La peliblanca mencionó que era parecido a una varita mágica, es decir, que había que aprender varias frases para poder usarlo correctamente. De momento, me había dado a conocer una pequeña parte de lo que podía hacer realmente. El primer hechizo que utilicé con Ethel y el último tan solo era el principio. Era el primer "contacto". Dorssine me informó que podría obtener un poder relacionado con alguno de los guardianes de los distritos del reino. También me hizo saber que no soy la única que tiene un elemento mágico como puede ser el collar, solo que este es más "famoso" ya que mi padre lo era, le gustaba llamar la atención con sus habilidades y terminaron por descubrir de donde salía tanto poder. Cosa que a lo largo del tiempo podía ser peligroso, ya que mi inteligente padre no pensó el tipo de gente con la que convivimos, que nadie va a ser igual que tú y que lo que tu crees que es malo para otras personas es bueno. Y en este caso estaba Vymon. Que obviamente sabía de la existencia del collar pero parecía que lo estaba dejando pasar, como si de su último plan se tratase o algo por el estilo.

-Debes saber que el collar es poderoso en Morbletalle, fuera ya no. No se te ocurra usarlo en tu mundo y menos en presencia de los mundanos. A partir de ahora nos vamos a reunir dos días por semana para intentar desarrollar los poderes del pequeño collar. Si lo aprendes a dominar, nos puedes servir de gran ayuda. Ya puedes irte Wendoline- Se sentó por fin y me miró con una sonrisa.

-Ah, se me olvidaba. No debes quitártelo en ningún momento, al igual que es poderoso puede ser débil. Todo está ligado a tus emociones.

Abrí los ojos como platos, sinceramente yo no era muy estable en emociones. Y era normal, pues era una adolescente. Dorssine se percató de mi asombro y dejó escapar una carcajada.

Y encima se divertía a mi costa.

-Tranquila, ya aprenderás a controlarlo todo. Te espero mañana en los jardines.

Movió sus dedos y una brisa me acompañó a la puerta en contra de mi voluntad. Aún me quedaban preguntas y ella me había echado del cuarto. Nunca me cansaré de maldecir a la profesora de historia por hacerme perder el bus. No hubiese pasado todo esto si hubiese cogido el autobús, total, según Dorssine habían más elementos poderosos por ahí.

-¡Pero aún tengo preguntas!- La puerta se cerró en mis narices.

Al girarme me encontré de lleno con la pelirroja aguafiestas. Se encontraba de brazos cruzados mientras me miraba tan fijamente que me daban escalofríos. Nunca había escuchado el nombre de esa chica, al igual que solo la había escuchado hablar y reír una vez.

-Soy Caster. Ahora ¿Puedes apartarte?

Morbletalle ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora