Veintisiete.

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Parte Uno


Apreté con fuerza las suaves telas que cubrían la cama. Sentí un impulso de pellizcar mi piel, deseando despertar de la pesadilla que estaba viviendo. Mi abuelo, el cual había fallecido años atrás se encontraba a pocos pasos de mí. Aparté la mirada de él pensando que, si no lo miraba iba a desaparecer, que sería una visión. Pero seguía escuchando su respiración paulatina.

—Wendy, entiendo tu confusión pero...

—¿Pero qué? Sientes mucho haber fingido tu muerte y estar ahora bajo el control de Vymon. ¿Es eso? —Dije mientras miraba las baldosas.

Una risa femenina retumbó por toda la sala. Al levantar un poco la mirada vi dos pares de zapatos, los primeros eran negros y acabados en punta, los llevaba mi abuelo, y a su lado, unos pies más pequeños eran cubiertos por unas botas de tacón.

—Margot, guarda silencio— Ordenó él a la mujer de botas negras.

—¿Qué le parece tan gracioso? —Me atreví a decir, pues la rabia comenzaba a apoderarse de mí.

—Pequeña, yo soy Vymon.

—No— Negué ligeramente con la cabeza mientras mis ojos se llenaban de lágrimas que amenazaban con salir de un momento a otro, —Usted es Vicent Wallace, no ese monstruo.

Cuando sentí que estaba preparada alcé la mirada completamente para analizarle el rostro, todo parecía estar igual en él. Su pelo canoso comenzaba a carecer, la piel estaba dividida por varias arrugas y nuevas cicatrices que yo nunca había visto. Este, al girar el rostro un poco me dejó a la vista su característica verruga en la parte izquierda de la mejilla, casi rozando la nariz.

Era él.

—Me decepciona que te dirijas a mí con esa palabra.

—¿Cuál debería usar para describir a tal persona? — Me encontré con su mirada para observarle con verdadera furia. Pues no solo fingió su muerte provocando una gran depresión a su mujer si no, es el responsable de casi todos los males del reino en el que me hallaba.

—Dispuesto, Perspicaz, Sensato...—Comenzó a recitar palabras pero no tuve más remedio que soltar una carcajada que logró interrumpirle.

—Permita que me ría, pues no coincido con usted.

—Bueno, no estoy aquí para perder el tiempo en si coincides conmigo o no en cuatro palabras. —La mujer de su lado, Margot, se aproximó a los barrotes para, con sus manos, abrirlos de par en par como si una fuerza repentina la poseyera, —Ya que te di tiempo para pensar en la oferta que te hice y ahora que estás aquí, podemos darte la verdadera bienvenida al grupo. —Sus labios se curvaron hacia arriba en una sonrisa e hizo que la mujer de cabellos oscuros y ojos claros se hiciese a un lado.

Cruzó por las barras separadas y caminó lentamente hacia mí. Extendió su mano hacia donde me encontraba yo y se curvó un poco.

Ahora que lo veía más cerca, había muchas cosas diferentes en él. Su mirada era la principal característica que notaba disímil, pues ahora era más oscura que antes, más vacía. Aunque también se notaba la palidez en su rostro.

Parpadeé un par de veces, intentando asimilar que tenía a mi abuelo allí delante y que encima, era el villano de aquella historia. Subí los pies a la cama circular y me deslicé contra el cabezal para luego girar y darle la espalda. Abracé mis piernas como pude, las esposas me dificultaban el trabajo. Un casi gruñido sonó a mis espaldas, y como si aquello hubiese sido la gota que colmó el vaso, las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas.

Y por si no fuese poco, él pensaba que yo me había unido a su estúpido grupo. No sé qué es más surrealista, la verdad.

—Siento haberme perdido parte de tu vida fingiendo mi muerte, pequeña. Pero si no lo hacía, de verdad habría estado muerto. Además, yo no empecé esta guerra. Si deseas unirte a nosotros, a mí, recuperaremos el tiempo.

—Tiempo— Asentí entre sollozos, —¿Y qué pasa con el tiempo de las personas a las que ha matado? Tanto usted como sus discípulos. Ese tiempo ya no se podrá recuperar.

—Si te unes, Wendoline, las muertes se paralizaran y si lo deseas, te diré la manera en la que puedes salvar a la superior del centro, Dorssine. La mujer de las falacias. Si no recuerdo mal, tiene una terrible herida y creo que fue elaborada con algo más que una lanza.

—Eres tan repugnante que incluso le escupiría. Está demente si piensa que les voy a traicionar de esa manera.

Tal vez soné egoísta, dando la espalda a la posibilidad de curar a Dorssine, pero si pude curar la maldición de Ethel, debería intentarlo con ella. Por otro lado, era obvio que iban a dejar de atacar la aldea si ya habían comenzado con el hurto de las reliquias.

—De verdad que intento hacer las cosas por las buenas, pequeña. Pero no me dejas opción— Giré la cabeza tan rápido como pude, —Margot—Llamó Vincent a la chica.

Esta entró a la celda donde estaba y se dirigió hacia a mí con seguridad. Me llevé las manos a la cara, pero cuando esta llegó a mí las esposas me dieron unos calambres que hicieron que me retorciese de dolor. Sus manos fueron directamente a ambos lados de mi rostro.

—Entra niño.

El pequeño Kirk entró casi con lágrimas en los ojos por la escena, abrazaba a un peluche de lo que parecía ser un oso blanco al igual que llevaba una ropa que parecía un pijama.

El hombre se dirigió a él y le arrancó el peluche de las manos. Le dio un breve aunque agresivo empujón y lo mandó en mi dirección.

Ya sabía lo que se avecinaba por lo que cerré los ojos, pero los dedos de la mujer me obligaron a abrirlos para mirar directamente al niño. Las esposas dejaron de mandar calambres y se abrieron.

Podría ser que Ember ya estuviese conmigo de nuevo, pero una oportunidad se hizo ante mí. Analicé rápidamente la habitación, ahí fue cuando me di cuenta de que podía escapar. Me topé con la mirada vidriosa y aterrada de Kirk, el chico estaba como si hubiese tenido una pesadilla y a aquellos dos no les interesaba ni lo mínimo. Me dieron ganas de correr a él y abrazarle, decirle que todo estará bien pero la señora seguía encima de mí y Vincent... no había rastro de él.

Cogí aire y estiré la pierna en dirección de donde estaba la mujer, impactando mi pie contra su estómago logrando que retrocediese varios pasos. Sus ojos se tiñeron de un rojo escarlata. En un instante ya estaba de nuevo corriendo en mi dirección por lo que rodé a un lado de la cama para librarme de un golpe.

Sin pensarlo le propiné otra patada en la zona de los riñones y esta cayó de bruces contra la cama. Rocé mis muñecas, deseando que el poder del fuego recorriese mi cuerpo hasta llegar a las manos, incluso a mis ojos como varias veces había pasado. Pero tardó en llegar, pues cuando lo hizo, mis muñecas se despegaron sin mi permiso. Ember estaba allí, ya podía notarlo.

"Me alegro de volver a sentirte"

Repugnante.

Intenté concentrarme en no perder mi control de nuevo. La mujer apareció de repente y llevó su mano a mi cuello. Presionó tanto que me obligó a retroceder hasta quedar en contacto con la pared. Su mano se iba cerrando más y más, casi que notaba como me faltaba el aire.

—Margot, deténgase.

Esta giró levemente la cabeza, sin dejar de apretar. Kirk le miraba abrazándose a sí mismo, aún se podía ver el miedo en sus ojos.

—Haz caso al bicho. La necesitamos vivita y coleando.

—Kirk, coge las esposas— Ordenó la mujer de cabellos oscuros a la vez que conectaba de nuevo su mirada con la mía, —¡Vamos!

El niño dio un respingo y fue corriendo a la cama donde estas se encontraban. Las agarró y no tardó en devolverlas a mis muñecas. Este me lanzó una mirada antes de ir en busca de su peluche, el cual estaba tirado en una esquina de la celda.

—Y tú, niña. Vas a desear no haber rechazado la oferta de Vicent— Hizo una última presión sobre mi cuello haciendo que me moviese hasta que me empujó contra la cama en un intento de despiste para ella poder salir con Kirk de allí.

Morbletalle ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora