Veintidós.

20 7 17
                                    

Después de cuatro largos días, László me informó que podía salir. Estos días me han permitido conocer mejor a Finn, ahora parecía que los muros rudos que le hacían parecer borde habían sido destruidos. El primer día se encargó de traerme algo de comida, me concedió su compañía mientras comía y me hablaba de lo que estaba pasando en el centro. Al parecer, la mayoría de los que fueron heridos en el ataque, se fueron recuperando con ayuda de las hierbas y pociones que las hadas y los curanderos habían preparado gracias a los poderes de estas y los libros de Dorssine. Pero desgraciadamente no todo era positivo, ya que habían personas que habían fallecido. Aunque el chico me intentaba animar, yo no podía estar más enfadada conmigo misma. Por las noches no paraba de pensar en si algún día volvería a encontrarme con el ente, es decir, Ember. Miles de conversaciones con este se reproducían en mi cabeza pero siempre llegaban al mismo final, Kirk. Necesitaba vengarme por lo que me hizo hacer, y como es obvio, no se puede hacer nada contra un ente, pues todo lo negativo se lo llevaría el niño.

Igualmente, mis pensamientos tomaban otro camino cuando llegaba a este. Recordaba las conversaciones que había tenido días atrás con el niño.

"Padre y Madre dicen que es lo correcto"

"Tan solo tengo doce años, señorita Wallace. Debo hacer lo que me digan Padre y Madre si no quiero ser castigado como mis compañeros"

Aquel crío no tenía alternativa, hacía aquello contra su voluntad. ¿Acaso su padre era Vymon? ¿A qué tipo de castigo se refería? ¿Qué le pudieron hacer a sus compañeros? ¿Serían niños?

Aquellos pensamientos fueron la principal razón por la que no pude pegar ojo en toda la noche, la segunda fue Ethel. Un fuerte pinchazo se hacía notar en mi pecho cada vez que pensaba en el beso que me dio Findriel. Me sentía sucia por él, como si hubiese traicionado a Ethel. Pero me intentaba tranquilizar repitiéndome mil veces que no éramos más que amigos. O eso me había dado a entender él. Llevaba casi una semana sin verle, y las veces que lo había visto eran sutiles pinceladas. Me preguntaba si él también me odiaba por lo que había hecho, si se hubiese enterado. Ya que tampoco estaba en la batalla. Una pequeña voz en mi cabeza me decía que podría estar muerto, que cada vez este reino se iba poniendo más y más peligroso. Pero me encargaba de negarlo, él no podía estar muerto.

Al alba László volvía a mi puerta. Y horas después, un hombre rubio apareció con una pequeña bandeja llena de pan, queso y una extraña sopa que a pesar de su color verde y los tropezones marrones, estaba demasiado deliciosa. Aquel día Finn comió conmigo, contándome que más personas habían sido encontradas muertas en la zona de la explanada, pero lo que más me sorprendió fue que la mayoría de ellas eran secuaces de Vymon.

Antes de marcharse, me pasó un pequeño cuaderno forrado de cuero rojizo, similar a los libros elaborados por Dorssine, y un par de plumas. Recuerdo su sonrisa ante mi mirada perdida, nunca antes había usado una pluma como las que me había regalado. Pero igualmente, él se fue sin explicarme como se usaba. Cuando abandonó el cubículo, dejé ambas cosas en la cándida cama y las observé. Las plumas eran sorprendentemente grandes, la agarré y presioné con el dedo índice el plumín logrando que parte de este se llenara de tinta. Acto seguido pasé la mano por la gran pluma roja y negra, era extremadamente suave. Después pasé mi atención a la otra pluma, algo más pequeña, con una mezcla de colores negros y violetas y con el plumín del mismo color negro que la otra.

Esa noche si que tuve el lujo de dormir, aunque fuesen apenas dos horas ya que cuando desperté aún no había rastro de László. Me dieron ganas de intentar escapar de la pequeña habitación pero las reprimí. Bastantes horas después Finn llegó a mi habitación con nuestra comida. Se molestó en enseñarme el funcionamiento de las plumas, (que era de lo más fácil del mundo) y me dijo que las plumas eran de unos pájaros extraños de Morbletalle. Después no tardó en irse, parecía como si tuviese prisa. Aquel día su actitud fue rara y algo distante.

Morbletalle ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora