-Otra vez.
-No puedo más.
-Otra vez, Wendoline.
Su voz sonó firme y exigente, como en todos los "Otra vez" que me había dicho en las dos horas y media que llevábamos intentando sacar los poderes de mi colgante azul. De verdad, no podía más. Mi cabeza iba a explotar de un momento a otro y aquella mujer parecía que quería verlo.
La mujer estaba apoyada en una de las fuentes de las que disponía el gran jardín, un grueso libro flotaba cerca de ella por lo que le permitía leer sus páginas perfectamente. Su voz retumbaba por el lugar, citando algunas de las palabras que contenía el libro para que yo las repitiese y así, con suerte, surgiese mi poder. Pero no hubo ningún éxito.
-¡Es inútil, Dorssine!- Llevé ambas manos a mi frente, acariciando su superficie para intentar aliviar el dolor.
-Descansa un poco, seguimos en cuanto ese dolor se rebaje.
No dudé en tomar asiento en el césped. La cabeza explotaría en cualquier momento y yo no estaba lista. Recurrí a mi gran manía para aliviar los dolores de cabeza, froté mis muñecas contra mi sien a lo que una luz resplandeciente consiguió dejarme un rato sin visión, pues salían de mis muñecas.
-¡Wendoline!- Noté unos pasos que se acercaban y un golpe seco, el cual supuse que era el libro cayendo al suelo. -¡Ya está! ¡Lo tienes!
No entendía que porras me estaba diciendo ahora. Solo podía hacer caso a mi terrible dolor de cabeza.
Cuando por fin recuperé la visión pude percatarme de como un aura naranja comenzaba a rodear mi cuerpo. Ya estaba entendiendo lo que la mujer albina estaba celebrando. Conseguí ponerme de pie a pesar de mi malestar y conecté de pleno con la mirada de Dorssine, quién me miraba con una gran sonrisa.
-Vale, ya lo tenemos. Para sacar tu potencial y tus poderes debes frotar tus muñecas, tú no vas a necesitar decir palabras en clave- Dio varias palmadas y después agitó las manos -Frótalas de nuevo- Ordenó.
Suspiré cansada y volví a dirigir la mirada a mi actual maestra. Ella asintió en forma de ánimos y yo no hice otra cosa que hacerle caso. Levanté los brazos a la altura de mis ojos y sellé ambas muñecas, las roté sin que dejasen de tocarse y el aura anaranjada volvió a salir y con más potencial. Observé como mi alrededor se teñía de rojo por el fuego que salía de mí haciendo que el césped comenzase a arder. Me sentí eufórica, no me creía lo que estaba pasando, mi yo interior estaba gritando a la vez de que daba saltos de alegría. Pero al instante todo aquello se apagó, mi cerebro me dijo algo obvio; no sabía controlarlo. No sabía que hacer, toda la euforia se convirtió en un increíble miedo, miedo que provocó que todo se descontrolase más y más.
<<Todo está ligado a tus emociones>>
Mierda.
-¡Wendoline, para! No tengas miedo.
El fuego seguía arruinando cada centímetro del jardín, se propagaba a la vez que lo hacia mi miedo. Tenía en frente a la peliblanca, intentando apagar el pequeño incendio con sus poderes, los cuales ayudaban bastante pero no lo suficiente como para pararlo totalmente. Soltó un gruñido que pude escuchar aún estando entre llamas. Alzó sus manos en mi dirección y una ráfaga de aire vino directa hacia mi hasta convertirse en agua y conseguir que me paralizase. El color fuego abandonó el jardín dando la bienvenida al verde que lo caracterizaba, los poderes de Dorssine habían sido efectivos y aunque el miedo que había en mi interior había decidido quedarse.
-Por todos los elementos Wendoline... ¿Acabas de hacer esto en nuestro primer entrenamiento?- La mujer llevó sus manos a su estómago adoptando una postura relajada.
-¿Es poco?- Caí rendida al suelo.
-¿Poco? ¿Has visto lo mismo que han visto mis ojos?- Preguntó mientras conseguía revivir a las pobres plantas que habían sido quemadas anteriormente -En cuanto aprendas a dominarlos, vas a ser increíble. Incluso más que tu padre, parece ser que has obtenido nuevos poderes, tu padre nunca tuvo el elemento fuego. Él solo tuvo el elemento aire y el extra telequinético.
Mis labios formaron una perfecta "O" al escuchar las palabras de mi mentora. No podía creer lo que me estaba diciendo, en primer lugar estaba que por fin sabía los poderes que tenia mi padre, no pude evitar sonreír al imaginármelo disfrutar con ellos. Y en segundo lugar, me acababa de dar cuenta de que existía un poder extra. ¿No era bastante con uno solo? ¿Voy a tener que aprender a controlar dos?
-¿Poder extra?
-Sí Wendoline, es un poder que desarrollas y es inevitable tener, a la vez de que no lo eliges y puede gustarte o puedes odiarlo. Es totalmente aleatorio. Pero lo que sabemos es que tu elemento es el fuego chica.
Asentí.
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Llegué totalmente exhausta a mi habitación. Bueno, a la mía y a la de Ethel. Quién no había visto desde hace dos días. ¿Donde podría estar ese chico? ¿Le habían vuelto a hechizar? ¿Será otra vez invisible y ahora no lo puedo ver?
Me quedé pensando en eso último, por lo que empecé a hacer movimientos por la habitación a la vez que decía algo por si él estuviese ahí mismo.-¿Ethel? ¿Eres otra vez invisible? ¡Te echo de menos!
-Si estás ahí puedes quitar el agua del jarrón o tirar algo.
-¿Estás?
-¿No?
Mentiría si dijese que no me quedé esperando tumbada en la cama a algún movimiento extraño o algo por el estilo. Mentiría si dijese que no me dormí ansiosa por que entrase por la puerta o por la ventana. Me daba igual, lo importante es que entrase. Mentiría si dijese que no lo echaba de menos.
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Un gran temblor hizo que me revolviese entre las sábanas para darme la vuelta y abandonar la cama por el lado donde estaban mis zapatillas. Automáticamente pensé en un posible ataque de aquel hombre egoísta, pero me llevé una alegría al ver de que se trataba de una tormenta acompañada por lluvia, las lagrimas del cielo como decía mi abuela.
Desperté tan asustada por el temblor que no me percaté de que Ethel se encontraba descansando en su respectiva cama. Mordí mi labio y suspiré aliviada. Me acerqué a él poco a poco para asegurarme de que fuese real y no un sueño. Pero era real, lo demostré con varios pellizcos en mi antebrazo. El pelo descansaba sobre su frente casi en los ojos y tenía la mano izquierda apoyada en la almohada. Sin embargo la otra estaba resguardada entre las sábanas.Decidí dejar de admirar a mi compañero de habitación e ir a desayunar, aquel día me esperaba más de lo del día anterior y necesitaba coger fuerzas. Mi idea era desayunar con Finn y Jensey pero al llegar al gran comedor solo vi a Jensey en la mesa que solíamos ocupar en el desayuno. ¿Ayer Ethel y ahora Finn? ¿Donde demonios se meten estos chicos? ¿Mañana será Jensey?
-¡Hola Wen! Ven, siéntate, te he estado esperando. No he tocado ni el huevo ni el bacon para poder desayunar juntas- Dijo sonriente mientras daba varias palmaditas en el asiento de al lado.
Caminé en su dirección mientras buscaba a Finn por el comedor aunque daba por hecho que no lo iba a encontrar. Pero me equivocaba, lo vi en otra mesa disfrutando sus huevos con bacon con la compañía de una borde pelirroja llamada Caster.
-Hola Jen- Saludé mientras tomaba asiento.
-Hola Wen.
-¿Por qué estás sola? ¿Y Finn?- Me digné a preguntar.
-Ha ido con su nueva amiga, Caster Graysoon. Llevan viéndose varios días, te apuesto una comida a que se lían.
Eché una mirada a aquella mesa, algo me pinchaba por dentro como si no me gustase aquello. Suponía que era porque se trataba de la misma Caster borde aguafiestas. Me estaba empezando a dar cuenta de que no me caía bien. Y ver a Finn con ella no me hizo nada de gracia.
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Morbletalle ©
Novela Juvenil¿Qué harías si un chico misterioso y aparentemente invisible te dice que el futuro de un mundo paralelo está en tus manos? ¿Lo mandarías a paseo? ¿Le escucharías? Pues Wendy se tiene que hacer cargo de tal asunto, lo que ella no espera es toparse c...