Diez

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Y allí estaba, a escasos centímetros de mí con su característica sonrisa burlona. Notaba un calor en mis mejillas, no había pensado en la situación que me pondría el hecho de despertarlo con agua, la de los claveles para ser exactos.

-¿Eso es un sí?- Y con aquella pregunta me sacó de mis pensamientos.

Desearía poder susurrar algo a mi apreciado colgante para que me sacase de allí. Ethel comenzó a carcajear mientras negaba con su cabeza, se levantó derecho a su correspondiente armario en busca de unas camisetas. Supongo.

-Bueno pensaba que estabas muerto- Y lo solté, solté aquella estupidez que en alto suena más estúpido de lo que parece. -Antes de que digas nada o te rías, decidí probar si el colgante tenía el suficiente poder como para deshacer una maldición como la tuya- Clavó sus ojos en mí, con una mueca totalmente seria.

Algo no iba bien.

-¿Que hiciste qué?- Preguntó mientras se acercaba de nuevo a la cama donde anteriormente había estado durmiendo. - ¿Has gastado tu primer hechizo en mi Wendy?- Se colocó a mi altura permitiéndome ver el brillo que había aparecido de repente en sus ojos. Sin entender nada me limité a asentir algo confusa. Que alguien me explique que esta pasando.

-Pero no se si ha funcionado, lo hice como hacía de pequeña al pedir un deseo por mi cumpleaños- Confesé.

-¿Se cumplían tus deseos?- Desvió su mirada a la parte inferior de mi rostro hasta llegar al colgante.

-Bueno la gran mayoría no- Suspiré dando por hecho que tampoco se iba a cumplir este, él lo notó y rodeó mi cintura con sus brazos atrayéndome a él para abrazarme. Se sentía bien estar entre sus brazos. Estábamos en una habitación que parecía el mismo cielo y dí por hecho que Ethel era el ángel que la protegía, que me protegía.

Unos nudillos aporreando la puerta hizo que bajásemos del cielo, sus brazos de forma no tan escurridiza se fueron de mí y este caminó en dirección de la puerta de madera. Ambos sabíamos que en aquel momento sabríamos si mi hechizo había dado frutos o no.

Al abrirla, desde la lejanía, pude ver a la pequeña Jensey. Esta estaba demasiado pendiente de su arco como para darse cuenta de a quién tenía delante. Ethel carraspeó llamando su atención y cuando fue a levantar la vista se quedó tan pasmada que parecía que había visto a un fantasma.

Mi yo interior se estaba tirando de los pelos por los nervios, no tenía ni idea de como lo vería ella. Me levanté para poder acercarme un poco más a ellos y comprobar si todo iba bien. Ethel tenía sus ojos clavados en los de ella, parecía que eran dos estatuas robadas de un museo.

Posteriormente la chica soltó su preciado arco y una gran sonrisa se formó en sus labios. Se abalanzó contra él cargándole de uno de los mejores abrazos que le han podido dar.

Había funcionado. ¡Había funcionado! Tenía ganas de correr, de saltar, de bailar, de ir hacia ellos y abrazarles. Bueno, eso último lo hice antes de pensarlo para qué mentir.

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-Bueno deberíamos dejar las celebraciones a un lado, os recuerdo que hay un hombre que quiere matarnos a todos- Una voz que desconocía cortó el rollo de aquella pequeña celebración.

Después de que Ethel se reencontrase con Jensey, la pequeña lo agarró de la muñeca y de inmediato lo llevó hasta su hermano y demás personas. Todos lo recibieron con sonrisas de oreja a oreja, estaban demasiados contentos de volver a verle y Ethel era el que más contento estaba. Aquello definitivamente era el paraíso.

Pero al fondo de todo aquello había una chica de cabellos rojizos que mantenía los brazos totalmente cruzados y su cara no expresaba ninguna emoción. Su mirada oscura no tenía ningún brillo, al contrario, estaba opaca.

La pelirroja pasó por detrás de un Finn totalmente alegre pero desconcertado, esta no paraba de analizarnos a todos con sus negros ojos y consiguió crear uno de los silencios más incómodos de mi vida. Cuando esta salió por la puerta los demás se miraron entre sí, las primeras personas que abandonaron la mesa palmeaban la espalda de Ethel en símbolo de compañerismo hasta que nos quedamos solos mi amigo y yo.

-¿Qué mosca le ha picado?- Susurré lo suficientemente alto para que Ethel se diese cuenta.

-Creo que no le caigo muy bien- Se encogió de hombros y se colocó en el sitio libre que había justo a mi lado.

-Oye, muchas gracias por haberte preocupado por mi- Sin quitar la sonrisa se inclinó hacia mi rostro y después de unos segundos contemplando mis facciones decidió dejar un beso no demasiado sonoro en mi mejilla.

Morbletalle ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora