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Volvió a pasar otra semana a partir de ese día.

Ahora mismo la rosada se encontraba mirando el paisaje de la carreta, con un pequeño papel que parecía tener jeroglíficos escritos, pues obviamente la chica no sabía leer y solamente veía muchas líneas y puntos esparcidas por el antes mencionado, pero que al parecer eso resultaba ser el cheque que verificaba en lo que había gastado su sueldo.

Todo esto lo aprendió en tiempo récord gracias a la mucama Sally, obviamente.

Fue a visitar a su madre hace tan solo unas horas, se veía tan débil que le daban ganas de echarse a llorar.

Pero por primera vez, pudo comprarle un plato de comida digno, parecía increíble.

Jamás había comprado nada, siempre lo pedía como limosna, se sentía la persona más rica del mundo, aunque claramente, no lo era.

- Por lo que veo usted se encuentra bastante feliz, Señorita. -Habló aquel equidna que la había llevado por primera vez, con una serena media sonrisa.

- Cómo para no estarlo... Pude ver a mi madre y comprarle comida, ¡Comprarle! Nunca había hecho eso antes, siempre mendigabasmos... No le miento si le digo que cuando compré la comida en el local me miraron asombrados, pues claro, pensaban que hasta había robado el dinero, ¡Y no es así! -Explicó feliz, como si fuera una niña pequeña contando que se sacó un dulce extra en una máquina de dulces.

- Eso es un gran avance, Señorita. Me alegro por usted. -Felicitó con tranquilidad.

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La rosada estaba esperando tranquilamente sentada en dónde una vez estaba nerviosa por saber si se iba a quedar con el empleo.
Pasaron dos semanas de aquello ya, y aún seguía sin entender el comportamiento de aquel hombre.

Durante toda esta semana se había comportado más raro aún, juguetón y de buen humor.

Según Sally es un claro acto de coqueteo, pero ella ya no le cree.

Desde que se enteró de los varios momentos subidos de tono, la ardilla pensaba que se tenían que casar y tener hijos.

Pero claro, Amy ni siquiera sabía lo que ella sentía y menos aún lo que siente ese hombre hacia ella.

- Señorita Amy, el Lord la está esperando en su despacho. -Otra empleada la sacó de sus pensamientos.

Agradeció y tomando el papel, o más bien, el comprobante, comenzó a caminar hacia donde le habían indicado.

Una vez allí, se paró frente la puerta y respiró profundo.

No iba a negar que estaba nerviosa, siempre que entraba de todo podía pasar.

Pero simplemente agitó su cabeza hacia los lados y tocó con suavidad la puerta.

- Adelante. -Se escuchó del otro lado la gruesa voz de Sonic, que siempre la hacía poner los pelos de punta.

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- Vaya, me alegro de que esté tan feliz -Comentó el cobalto mientras la rosada terminaba de relatarle tooda la visita del doctor, cómo pagaron el alquiler de la harapienta casa más barato e incluso compró comida para su madre.

- Y nada de eso hubiera sido posible sin usted, Lo- Sonic. -Concluyó recostandose levemente por su silla, con una sonrisita de simple y pura felicidad.

El hombre carraspeó su garganta mientras comenzaba a mirar los papeles, todo parecía correcto.

- Pues usted me ha demostrado que es fiel y leal, algo que no se encuentra últimamente. La felicito, Señorita Amy. Usted es especial.

El Lord ‹Sonamy›Donde viven las historias. Descúbrelo ahora