Capitulo VIII

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Isolda, Verona, Isolda Verona. Juntos escribirían la mejor de las historias, desafiando incluso al destino. ¿Qué puede hacer el súbdito para agradar a la princesa? No puede parar de preguntarse Milán, el hombre que nunca tuvo la ilusión de enamorarse, pensaba: "Es un juego para los débiles que desean tener una fuerte razón para vivir". Pensaba que ese día jamás llegaría o es qué él mismo se presionaba a no sentirlo, ahora Isolda ha llegado para hacerle saber lo equivocado que estaba y mostrarle que esto es real, lo hace sentir que se estuvo perdiendo de esto por mucho tiempo. Está a punto de hacer cambiar al villano, lo hará como ella deseé, a su gusto ella moldeara una nueva vida para él que desea entrar en unas vacaciones esta noche, donde el cielo es el destino, la gloria de un ángel desterrado por Dios.

Por años Milán se sentía completamente seguro de sus capacidades seductoras, suponiendo que no tendrían fecha de caducidad y aunque muchas se enamoran, todos esos dotes fueron arrojados a los desechos el día en que la conocido, el día en que el alcohol marco un antes y después del que sólo recordaría el perfume de la castaña con piel canela que compartió cama con dos, cometiendo hasta diez pecados en una sola noche. Dando todo lo mejor posible con unos provocadores labios matando y destrozando, moviendo cada parte de su cuerpo, ella lo había matado una y otra vez, toda dentro y aún parecía ser poca, solo una persona en el mundo sabía hacerlo así. Después de estar con ella ahora se sentía vivo, daría su vida por un amanecer a su lado, ya no puede evitar enamorarse. Bastó con que sus labios se tocaran para que se volviera indispensable.

Milán, que era el amante de todas, mantenía la vida bajo un apático e indiferente perfil. No había de qué preocuparse, todas suplicaban porque él las mirará, claro que se divertía haciéndolo. Sin ningún compromiso encendía las sábanas de las jóvenes, su lista aumentaba con las más bellas mujeres que el mundo tenía para ofrecer. Jamás imaginó que llegaría la mujer más hermosa, es erróneo llamarla mujer cuando todos lo saben, en Isolda solo puede ser vista una diosa, la flor más bella. Pero como una diosa, ella sabe lo mucho que vale, ella está consciente de lo hermosa que es y aquí es cuando todo se complica, una mujer que no sabe lo hermosa que es, es fácil de manipular y olvidar, pero cuando la reina del mundo llega, entrás a una batalla en la que no podrás ganar tan fácilmente, no cualquiera se lleva el premio, tiene que ser el mejor.

Isolda está sobre el escenario junto a Colette y Miguel Ángel. Milán observa tan impresionado como siempre, en breve entrará en escena y debe hacerlo perfecto, los dos mejores actores de está obra, Isolda aún opaca al mundo entero.

—¿Dónde está?— actúa Isolda.

—No lo he visto desde entonces— le responde Colette en personaje.

—Averigua dónde está, con quién, qué hace. Yo no te he enviado. Si está serio, di que estoy bailando; si alegre, dile que me he puesto enferma. Y vuelve rápido— ordena la imponente reina.

—Señora, creo que si tanto le quieres, de ese modo no vas a conseguir que él te corresponda.

—¿Y qué debo hacer?

—Consentirle todo, no contradecirle.

—¡Valiente maestra! Así le pierdo.

—No le provoques tanto; modérate. Con el tiempo, lo que se teme suele odiarse.

Isolda jamás podría ser así. Piensa Milán. Claro que esto es solo una actuación, una actuación tan real y natural, con cada expresión, movimiento, Iso lo hace ver de lo más creíble. Cuando todo ese público entre al teatro, cuando los críticos vean la obra, todos quedarán boquiabiertos con la fantástica magia que la mujer transmite, se transportarán a través del tiempo y creerán haber conocido a la verdadera Cleopatra. Ella pronto leerá las críticas positivas y los halagos que tendrán, palabras que darán más vida a la actriz, esas palabras que alegrarán su corazón pero no serán suficientes para llenarlo. Ella seguirá practicando porque la perfección seguirá sin ser suficiente, se presionará cada día más, no dormirá más de 5 horas porque el tiempo es oro y solo ella sabe cómo aprovecharlo.

—¿Por qué huyó de casa?— le pregunta Milán a Nadine.

—La muerte acechaba su hogar— responde Nadine en vagas pero profundas palabras— Gizón me ha dicho que el recuerdo que Verona más aprecia tiene fecha en el día en que huyeron. Ella entró a la habitación del menor de sus hermanos, un hermoso bebé de un año y medio. Le dio un pequeño beso en su suave cabeza, derramó una lágrima, ella quería tomarlo y llevárselo junto a ellos. Le prometió volver, pero ese día no llegará jamás.

—¿Cómo dos hermanos pueden ser tan diferentes?

—Su padre no es el mismo. Es una madeja de estambre infinitamente enredado.

Una madeja infinitamente enredada, ¿Cómo una familia puede tener tantos secretos que esconder? Se pregunta Milán, sin embargo, Nadine decía la verdad. La familia detrás de estos dos personajes era un caos del que ellos trataban escapar día con día, todo tras notar que la violencia en cada paso no era la verdadera solución y está solo se llevaba a cabo para torturar e imponer el poder. Que fácil es juzgar cuando nadie se adentra en la verdadera historia. Después de que la rosa más hermosa del jardín había perdido su último pétalo, todos tenían en mente un futuro donde el poder no era peleado con todos sus súbditos viviendo bajo sus órdenes. Se equivocaron; la alianza de los dos reyes del mundo no fue suficiente, la revolución comenzó y con ello las muertes y tragedias fueron aumentando a cada segundo. Su madre no podía salvar a todos sus hijos, nadie más quería ser salvado. Tomó a los hijos que cada amor verdadero le dió para enviarlos lejos y anunciar que su amado príncipe de dorados cabellos y ojos azules, que si la muerte de su padre llegaba; gobernaría. Y la hermosa princesa mágica de ojos verdes y cabellos dorados que cambiaban con cada invierno, habían muerto.

Para IsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora