Capítulo XIII

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Cuando él está a su lado, Isolda no puede ni siquiera mirarle a los ojos, no por mucho tiempo. Da la vuelta, es como un ángel, un hermoso ángel de alas color marfil que emana un sentimiento intenso con cada palabra, palabras que pueden hacerla llorar.

Flotando en el aire, hermoso y majestuoso de un mundo de colores, tan liviano. De vez en cuando le encantaría ser como él, Isolda desearía ser especial, no para todos, solo para quien más importa, esperando que permanezca aquí. Necesita de su amor cada noche, cuando la abraza tan fuerte, parece que el amor es capaz de vencerlo todo y solo necesita una noche más, si durará por siempre o será un "había una vez". Pero ella es tan extraña, un fenómeno, una aberración, hipnotizante, atrayendo como un imán de malas palabras, diferente genética, abre sus ojos esperando no ser engañada, tomada por todos lista para ser asesinada, sin saber cuál es su labor en el mundo ya que no pertenece aquí, un hecho sobrenatural, una magia quizá. No importa si duele si asegura que será por siempre. Con un beso puede infectar del veneno, es la siguiente víctima de los asesinos queriendo tener el control.

Lo quiere todo, y una vez su palabra "favorita" se repite. Quiere un cuerpo perfecto, de esos que todos envidian cuando se miran por primera vez, dejando petrificados por la perfección con la que esté había sido creado. Para que él pueda notar cuando ella está cerca, rondando a su alrededor. Porque Milán es tan especial, Isolda quiere ser especial también. Pero ella es la comida en los platos de la envidia, el espectro temible de su espejo, un parásito, ¿Cuál es la razón de continuar aquí? ¿Qué debe hacer? ¿Qué debe agradecer? Ella debe salir corriendo.

Lo que sea que le haga feliz cualquier cosa que él quiera, ella lo hará realidad, por su amor, por mantener su amor porque Milán es tan, tan especial, más que especial. Y se repite lo mucho que a ella le gustaría ser especial, tan solo no puede ser especial, no puedes ser lo que no crees. ¿Cómo puede ser especial? ¿Cómo puede ser hermosa? ¿Cómo puede ser perfecta? ¿Cómo si ella no se siente así?

—Eneas— menciona Isolda. Su amigo da la vuelta y sonríe por verla de nuevo— necesito un favor.

—¿Así sin más? ¿Ni siquiera me saludaras?— cuestiona Eneas siendo irónico mientras sale de la barra para encontrarse frente a ella.

—No estoy para esas bromas inmaduras— Isolda cruza sus brazos— Es importante, lo necesito antes del estreno de la obra.

—¿En qué puedo servir a mi amiga?

—Sirve el vodka antes de iniciar y haz sonar esa canción que me vuelve feliz.

—No creo que la dosis perfecta se encuentre en el vodka.

—Tampoco en mi cabello. Sirve ese veneno antes de que ordene el más poderoso.

Ella camina hasta la barra, sube a uno de los banquillos de asiento circular manteniendo el soberbio y elegante porte, coloca sus manos entrelazadas sobre la costosa madera. Eneas sirve el vodka, con moderación para cada uno pues sabe que Isolda no debe terminar mal, le entrega su vaso que es bebido por la hermosa actriz en un solo sorbo, lo deja a un lado y limpia la gota que ha quedado en su labio inferior con su lengua.

—¿En dónde está Milán?— pregunta Eneas para romper el silencio.

—En el teatro con los demás— responde Isolda, indiferente. Toma la botella del vodka y sirve lo suficiente para saciar su sed.

—¿Ya revelarás el por qué de tu visita?

—Se que tienes el poder para traerla hasta mi, Eneas tan poderoso como el guerrero de mismo nombre— dice Isolda intentando con halagos convencer a su amigo antes de la difícil petición— por eso me tienes aquí. Te daré lo que me pidas, ¿necesitas más poder? Sabes que con mi ayuda puedes conseguirlo, con solo una llamada puedo hacer que tu posición ascienda.

—Tan solo dilo.

—Necesito traigas para mí un demonio parecido al que provocó a Eva comer el mejor de los placeres, tal vez uno como el que me asesino en mi anterior vida, cuando era una gata negra.

—¿Está todo bien?— cuestiona Eneas, asombrado por la petición de su amiga— Gizon ya me había comentado de estás cosas, todos queremos ayudarte.

—Ahora da igual que haga bien o mal si es que al final la gente se va— Isolda finge una sonrisa.

Nuevamente bebe de un sorbo todo el contenido de su vaso, el alcohol podría comenzar a hacer efecto en cuestión de minutos pero Isolda puede soportarlo, esto es apenas una pizca de envenenamiento para su cuerpo que ha sufrido altas dosis. Y sin decir más, sale del lugar.

Regresa al teatro, todos están practicando, exhaustos y ansiosos por ser los mejores. Isolda suspira al saber que está de vuelta, lo extrañará, extrañará todo su mundo pero es un mundo que ya no puede controlar, no sabe cómo manejar cada palabra o acción que llega a su vida, todo parece una amenaza. Es mejor escapar cuando todo apenas empieza, pero todo ha empeorado durante estos siete años, parece que nada tendrá un final, no hasta que Isolda no lo decida y está a un paso de dar solución a la problemática en su vida. Todos han tratado de controlar el monstruo que vive solo para hacer sufrir a la mujer, nadie puede encerrarlo en su jaula y aunque muchos lo han detenido, él no se detiene por mucho tiempo y tarde o temprano regresa.

—¿Estás bien? — le pregunta Milán al verla llegar. Parece que se ha encontrado con la Isolda a la que conoció, aquella chica de mirada fuerte y penetrante que observa y juzga al resto sin necesidad de gastar sus ojos.

—Ya estoy harta de vivir— responde mientras baja su mirada pero con la cabeza siempre en postura perfecta.

—¿Por qué dices eso?

—No lo sé. Hoy desperté y recordé que odiaba vivir.

—¡No vuelvas a decir eso!— exclama Milán molesto, haciendo que Isolda vuelva a dirigir su mirada hacia él, sorprendida por el fuerte carácter que esté ha tomado— Ni siquiera tienes porqué sentirte así, eres perfecta, inteligente, nadie ha logrado quitarte el lugar como mejor actriz desde que comenzaste.

Pero eso Isolda ya lo sabe, todos siempre lo repiten, cuando ella busca ayuda solo logran hacerla sentir culpable de sus negativos pensamientos, una malagradecida que no se da cuenta de lo mucho que tiene. Se forma un nudo en su garganta, quiere llorar, se siente la única persona en el mundo, nadie la acompaña, nadie la oye, nadie la ve. Solo puede verse así misma atrapada en un callejón sin salida, en una enorme y oscura cueva que causa ansiedad al no conocer el camino de regreso al mundo tan hermoso del que todos hablan. No cuenta con el apoyo de nadie, todos están hartos de tratar con sus inestabilidades, las drásticas decisiones son tomadas en situaciones como esta, sin embargo, ella aún es una cobarde que teme a lo desconocido ya que no quiere equivocarse, quedan quince días, tan solo quince días para tener una decisión, si se va o se queda.

—Te amo, Isolda. Me duele que no puedas darte cuenta de lo perfecta que eres.

—Me encanta cuando quieres imponer tu poder sobre mi vida, me encanta que quieras controlarme y obligarme a sentir y saber algo que sé, jamás será verdad— Isolda hace una burlona sonrisa que provoca que Milán se moleste más.

Él se marcha para evitar una pelea y así el sentimiento culpable entra en el corazón de Iso. Pero el orgullo prevalece ahora, no rogara un perdón ni prometerá mejorar cuando esto ya no tiene caso. Milán aún no la conoce lo suficiente como para entender que todo está fuera de las manos de Isolda y odia no poder ayudar, las palabras no son suficientes para que ella conozca sus capacidades, o se niega a aceptarlas.

—No llores ni lamentes la desgracia que acompaña a mi final— actúa Milán sobre el escenario la muerte de su personaje— consuélate trayendo a tu recuerdo mi anterior fortuna, cuando era el príncipe más grande de este mundo, el más noble. Y ahora no muero como un ruin, ni cobardemente entrego el casco al compatriota: soy un romano vencido por sí mismo con bravura. Se me va la vida, no puedo más.

—¿Tú quieres morir, el más noble? ¿Ya no cuento para ti? ¿Voy a quedarme en esta oscura tierra, que sin ti no es más que una pocilga? ¡Ah, mirad, mujeres!— Isolda actúa a la perfección el desasosiego de ver morir al amor de su vida y no poder hacer más nada. Todos los observan con los latidos del corazón al mil por minuto, pueden sentir esa desesperación de la reina, las expresiones no muestran más que dolor, está no parece ser una actuación— La corona del mundo se deshace. ¡Mi señor! ¡Ah, la flor de la guerra está marchita, caído el estandarte! Niños y muchachas valen ya por hombres. No queda diferencia, y no podrá encontrar nada admirable la visita de la luna.

Para IsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora