Capitulo III

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16 de noviembre, 2008.

Soñar con ella, la mayor prueba de la atracción hacia una mujer. No se tratan de esos sueños que terminan haciendo despertar a la persona con una enorme alegría, claro que no. Sino aquellos sueños que al despertar te hacen reflexionar, pensar en el por qué, ¿Por qué despertar de tan hermoso sueño?

Caminando en un hermoso campo de girasoles, el sol deslumbra, calienta y no en exageración, un hermoso cielo azul que decoran las blancas nubes, ni una sola señal de lluvia. Una brisa fresca que revuelve el cabello de bronce. Mientras ella toma la mano de quien tanto la ama, corre haciendo que el viento desacomode aún más sus cabellos. Sonríe, ríe, es feliz, eso hace más feliz a Milán. Lo mata, esto no puede ser eterno.

Milán se levanta de su cama, después de pasar varios minutos reflexionando sobre su sueño, su hermoso sueño. Cientos de preguntas que rondan por su cabeza, como Isolda había logrado enamorarlo, con el simple hecho de observarla, no importa su soberbia porque incluso aquella actitud arrogante le encanta. Ya estaba ante sus pies, no importa lo que su amada hiciera, igual la podría perdonar, igual podría seguir enamorado de ella. Y no importan todos esos comentarios que sus compañeros de teatro hacen, acusando a Isolda de los más terribles pecados, solo son comentarios de personas llenas de envidia.

Hoy no es un día para preocuparse por el trabajo, hoy es un día para descansar. Prepara su desayuno, algo ligero para comenzar y un café para ayudar a despertar. Isolda no puede salir de sus pensamientos. Comienza a desesperarse porque sabe que no puede enamorarse de esta mujer. No sería correcto, dos actores, esa no es la mejor de las relaciones.

Mientras Isolda vuelve a dudar sobre sus capacidades, se observa al espejo desnuda, observa y critica cada parte de su cuerpo, la inseguridad de la belleza aparece de nuevo. Es el día perfecto para llenar ese vacío. Sus brazos, piernas, ojos, labios, todo se vuelve horrible en el reflejo, odia tener el espejo frente a su cama, cada mañana al despertar se ve a sí misma, con un defecto diferente, los problemas de vista ayudan un poco en distorsionar la imagen y hacerla ver borrosa, pero al acercarse eso termina. No puede evitar odiarse. Odia cada parte de su vida, no puede hablarlo con nadie, nadie la entiende, todos la hacen ver cómo la culpable, una mal agradecida, aquellas personas que con mucho menos son felices "¡Isolda por qué no puedes ser como ellos! Tan solo sé agradecida" parece que nada de lo bueno que ha hecho importa, si se ve opacado por sus malas acciones. Puedes tenerlo todo, pero el amor lo arruina. Y no, ella no se refiere al amor por otra persona, sino al propio. Lamenta no amarse tanto como los demás, puedes amarla pero eso a ella no le interesa, Isolda quiere amarse a sí misma.

Ahora ni siquiera puede moverse de la cama. Esos secretos que aún viven en su mente, aquellos que no logra sacar con nadie más que su hermano, el único que siempre cuido de ella, aun cuando todo estaba por derrumbarse, aún así él siempre estuvo. Así es como Tahvo, al notar que pasan de las 10 AM y su hermana no logra salir de su habitación, entra a buscarla con la esperanza de que esta vez continúe sin suceder lo que tanto teme. Recargada sobre su almohada, los ojos negros por el maquillaje corrido que ayer Isolda se negó a quitar. Esta noche la paso despierta y por la mañana vuelve a comenzar de nuevo.

—¿Qué sucede?— le pregunta Tahvo mientras se acuesta a su lado.

—Se está repitiendo. Quisiera poder ganar contra estos pensamientos— responde Isolda con una triste voz, aquella que nunca deja escuchar a los demás o ellos la tomarán por débil— Hoy tienes una cita con Nadine. Debes ir con ella.

—Me quedaré contigo. Me necesitas.

—No, me sentiré mal si no asistes. Nadine es importante. Hiciste un compromiso y ahora debes cumplirlo.

—Promete que estarás bien sin mi.

—Te lo prometo. Estaré más que bien— asegura Isolda— no volveré a abusar de mi estupidez. Me hará bien pasar el día sola.

Tahvo se despide de Iso, aún con la inseguridad de lo que le pueda suceder a su hermana si la deja sola. Igual intenta convencerse a sí mismo de que ella estará bien, no ha recaído en dos años, puede lidiar con esto, cada vez se vuelve un poco más fuerte.

Isolda deja pasar varias horas en su cama. La mayor parte del día se le va entre las sábanas, con la mente en blanco, simplemente observando y perdiéndose en cualquier punto de su habitación. Cuando los pensamientos vienen, llegan para mal, para volver a sacar lagrimas de dolor, para hacer que su sufrimiento regrese. Tal vez todo esto pasara, pero ese maldito dolor continuará en su vida. Piensa en aquellas personas de las que escapó, esas de quién siempre trata de evitar preguntas y pláticas. Hace unos años ellos murieron, ni siquiera pudo despedirse.

Cuando menos se da cuenta, el día se ha ido, la noche está por caer y ella necesita algo de amor, con aquellas sobras puede conformarse. Se pone en pie, ni siquiera se molesta en ordenar su cama. Elige un hermoso atuendo, un vestido corto y verde oscuro, parecido a una larga blusa, unas medias negras para no pasar frío, zapatos, negros, bajos y cómodos. No importa la comida, puede pasar por alto hoy. Toma su bolsa de mano y está lista para salir.

Llega hasta un lugar alegre, su favorito cuando se trata de buscar "amor". Se acerca a la barra, siempre su primera parada. Comienza a beber, cuando su vista este nublada y no pueda saber más qué sucede, estará lista para buscar la víctima esta noche. Cuando su boca comienza a moverse, mata a quienes estén cerca, de manera suave destroza a su alrededor. Nada tarda en llegar para Isolda, las oportunidades siempre se le ofrecen primero a la perfección.

Un hombre que parece ser de su misma edad, la vista distorsionada le hace perderse de cada detalle definido, pero eso es lo que menos importa en estas noches. Irresponsable o no, eso a Isolda no le importa. Empieza la típica charla previa a llegar a algo más, parece que ambos se conocen pero están igual de ebrios que ni siquiera se molestan en preguntarse de dónde es que se conocen. Una canción suena, esta se ha convertido en la favorita de Isolda en este año, parece que fue hecha para ella, no puede detenerse al comenzar a bailar, los pecados se comienzan a cometer.

La noche empieza con arte. En la cama de un hotel, tres personas se conocen. Como si siguiera un libreto, Isolda conoce a la perfección cada movimiento y palabras por hacer y decir, un juego que le fascina jugar, con cada encuentro ella se vuelve más experta, como si se tratara de un ensayo, de las escenas que ama realizar, incluso puede escucharse a sí misma reprimiendose cuando comete un error, ella ha practicado por mucho tiempo, aunque la primera vez no fue perfecta, él continúa buscándola. Su boca recorriendo cada parte de dos hombres que en su imaginación representan a dos dioses griegos, ella representa a Afrodita, de ellos no conoce sus rostros, se pierden en la oscuridad, pero sabe que son los más hermosos de todos.

Estos juegos que pensaba quedarían a medias, el cuarto llegó después de unas cuantas palabras, podría ser adecuado para él. Todo lo que ella le daba, lo entregaba tan bien, todo parece ser poco para esa mujer, nadie puede con esa voz que rompe. Si este no es el paraíso, puede venir quien sea para juzgarlo, le pese a quien le pese, este es el paraíso mismo, y si se trata del infierno estaría agradecido de permanecer su vida entera en él. Esta mujer se mueve tan bien, no será eterno pero no le importa, esta experiencia, aún compartiéndola, será recordada, amada y callada por Milán. 

Para IsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora