Capítulo XV

101 39 85
                                    

15 de enero, 2009.

Su corazón, lleno de la ansiedad y emoción que le causa este día, la despierta por la mañana. Fija su mirada en la ventana como cada amanecer para poder observar el sol brillar, un sol que no calienta el alma pero que da una inexplicable tranquilidad. Se abraza a sí misma, mientras da largos suspiros. Cómo si el tiempo se detuviera, el sol se apaga y el cuento está por finalizar, ya no hay más que hacer. Sabe que está en un pozo sin fondo, un pozo en el que ha caído los últimos años, por más que busca no encuentra una salida que le haga ver el mundo de nuevo, al contrario, solo encuentra razones para caer más y no salir. Se siente culpable, sabe que es una egoísta, busca las palabras necesarias para salir y escupirle al mundo todo lo que se ha tragado, no puede, sabe que al hacerlo siempre perderá, porque solo ella es la culpable.

Pasan los años, los años que ha estado comparándose, ya no puede ver sus fotos y al saber que ahora están por todos lados, se forma un nudo en su garganta, la incomodidad invade su estómago. Ya no la puede ver, a veces se detiene con la esperanza de haber superado su presencia al fin, solo para hacerse saber que aún no es así, su imágen la continúa matando. Saber que quien más ama en el mundo está enamorado de aquella mujer en las fotos, es tan perfecta, sus hermosos ojos, cabello, figura, desearía ser como ella, no es tan perfecta. Duele el pecho, solo queda afrontar el destino de la oscura muerte, ya no le importa si se queda esperando en el limbo a su fecha de muerte para conocer el veredicto final, solo quiere escapar de aquí, un mundo con un paraíso perdido.

Las telas negras del primer vestido de la reina caen sobre su cuerpo, frente al espejo parece deformarse cada parte, quiere que agreguen más telas al vestuario pero ya es demasiado tarde. Su hermoso cabello café que siempre está al natural y voluminoso, hoy está liso así parece más largo incluso podría parecer irreal. Todos a su alrededor pasan desapercibida la nula emoción de Isolda, ella es siempre así, nadie puede dudar de que algo esté mal, nadie ha notado cuando comenzó la primera etapa de su despedida, lo ha hecho frente a todos, fue tan discreta.

El telón se levanta poco a poco, todo avanza, el público está maravillado con la actuación de Isolda, ninguno quiere siquiera parpadear, no quieren perder ni una milésima de segundo de está mágica obra. Parece que sobre el escenario está la verdadera Cleopatra, no pueden distinguir la realidad de la fantasía. Cada movimiento es perfecto, por mayor que sea el esfuerzo de buscar no podrán encontrar un solo error. Isolda disimula cada efecto, ni siquiera los muestra. Los últimos minutos yacen en el teatro, el demonio hace su entrada estelar, el principal protagonista de está historia.

—¿Traes la linda culebra del Nilo que mata sin dolor?— pregunta Cleopatra al hombre que trae la Aspid.

—Ya lo creo— le responde el hombre— pero yo no sería de los que quieren que la toques, pues su mordisco es inmortal. Los que mueren de eso rara vez o nunca se reponen.

—¿Te acuerdas de alguien que se haya ido con eso?

—De muchísimos: hombres y también mujeres. Ayer, sin ir más lejos, una mujer honrada (aunque algo dada al enredo, que si no es el de mentir, no es de mujer decente) me habló de cómo se fue con el mordisco y del dolor que sintió. La verdad es que habla muy bien de la bicha, aunque el que crea todo lo que dicen nunca se salvará por la mitad de lo que hacen Pero lo que es infallable es que la bicha es una bicha rara.

Del canasto previamente preparado por la misma Isolda pueden escucharse leves sonidos de movimiento, que Colette y Tracy confían se trata de aquella serpiente de plástico que ha sido elaborada cuidadosamente para ser lo más real posible. El momento más esperado por el público y por la protagonista ha llegado.

—Dame la túnica. Ponme la corona— ordena la reina desde su trono. La vista ya se comienza a nublar para Isolda— Tengo ansias inmortales. ¡Vamos, Eira, rápido! Parece que me llama Antonio. Le veo alzarse y alabar mi noble acción. Le oigo reírse de la suerte de César, que los dioses dan al hombre para luego exculparse del castigo. ¡Ya voy, esposo! ¡Mi valor me autorice a usar tal nombre! Soy fuego y aire; mis otros elementos los doy a la vida ruin. ¿Qué, ya está? Entonces tomad el último calor de mis labios. Adiós, querida Carmia. Eira, un largo adiós— Cleopatra las besa y la primera en caer muerta es Eira que antes ya había tomado el veneno— ¿Tengo el áspid en los labios? ¿Mueres? Si tú y la vida os separáis con tal dulzura, el golpe de la muerte es cual pellizco de amante, que duele y se desea ¿Yaces tan quieta? Si así te vas, le estás diciendo al mundo que no merece despedida.

Milán y Tahvo observan tras bambalinas, encantados con la actuación de Isolda, ya conocen la mirada de los espectadores, saben que para este momento ya todos están con los nervios en sus piernas que tiemblan a la par con sus manos. El destino está del lado de Isolda, ella sabe que ellos intentarán detener cada acción por eso debía interpretar rápidos movimientos. Sin embargo, algo ha ocurrido en los vestidores con uno de los actores que pronto saldrá a escena para interpretar a un soldado, se ha desmayado y todos intentan despertarlo. Ellos corren aunque anhelaban ver la muerte de Cleopatra.

—Esto me envilece. Si el pulcro Antonio ve primero a ella, cuando le pregunte, le dará el beso que sería mi paraíso. Ven, ser mortal— Isolda toma del canasto la hermosa y tenebrosa serpiente que se mueve entres sus dedos. El público observa asombrado la escena, no es para menos, conocen la calidad de las obras de Gizón. Tracy sobre el piso y Colette a lado de Isolda, le lanzan aterradas miradas a la desesperación al no saber que hacer, el show debe continuar e Isolda acerca la áspid a su pecho, de inmediato la sangre comienza a brotar— Grato como un bálsamo, suave como brisa, tierno... ¡Ah, Antonio! Tú ven también— Isolda la acerca a su brazo está vez. Observa con satisfacción a su público. Cleopatra cae muerta pero Isolda sigue respirando.

La obra termina tras la llegada de César quien descubre a la reina ya muerta. El telón se cierra cuando el emperador y sus soldados salen del escenario, ocultando el triste final de Cleopatra y sus damas. Todo el elenco se reúne en el escenario para salir a agradecer y recibir los aplausos del público. Colette y Tracy intentan hablar con Tahvo y Milán de lo sucedido con Isolda, sin embargo ellos no les prestan atención, solo están concentrados en felicitar a Isolda por su siempre perfecta actuación, por fin ellas pueden percibir la sonrisa triste de la actriz. El telón vuelve a abrir, el público se pone en pie y aplaude a los actores, muchos entregan rosas a los personajes principales, Isolda es la que recibe más flores, sus brazos están llenos de ellas y otros pequeños detalles, una gran sonrisa de satisfacción se presenta en ella, lo ha logrado, logró su última actuación perfecta, los ha dejado petrificados, ha conseguido su aceptación, el sufrimiento valió la pena. El telón se cierra nuevamente, todos los actores están satisfechos con esta primera presentación y cuando las dos cortinas se tocan, Isolda cae al suelo, las flores cubren su pecho y todos a su alrededor tratan de despertarla, Colette revela la causa de su muerte. Desesperados, Tahvo y Milán se apresuran a llevarla al hospital.

La cuenta hasta diez. Borrosas luces blancas pasan por los ojos de Isolda, siente demasiado sueño solo quiere volver a su cama y dormir, pero las personas que gritan a su alrededor lo impiden, ni siquiera entiende lo que dicen, son palabras desconocidas. Su cama se mueve, esto la hace querer vomitar, está más incómoda, ¿Esta es su cama? El movimiento se detiene repentinamente, deja de escuchar las voces, una tranquilidad la invade, parece que ya nada importa esto ha sido todo, ya no queda de qué preocuparse. Recuerda aquella noche con Milán, bailando, una noche feliz, la primera noche en qué entregar su cuerpo valió la pena, son siete los pecados, con él han sumado ya ocho y si esto no ha sido felicidad que baje Dios y lo vea y aunque no se lo crea, esto fue gloria. Sonríe...

—La perdimos.

Para IsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora