Capítulo IX

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6 de Diciembre, 2008.

Otra noche en que Milán e Isolda la pasan a solas. La relación entre Tahvo y Nadine mejora con las noches que pasan juntos, esa es la base de la relación. ¿Es malo? Si, quizá lo es, pero nadie hace nada por mejorarlo.

Milán prepara un té para Isolda. Ella parece estar muy cansada, las manchas alrededor de sus ojos lo revelan. Se ha presionado de más, a casi un mes de la presentación de la obra, ella está cada vez más nerviosa y no es que dude de sus capacidades, sólo duda de la perfección. Isolda necesita que todo sea perfecto, no confía en el trabajo de los demás, no sabe que todos están tan preocupados como ella, la presión de una obra tan importante está sobre sus hombros.

Ella espera sentada en una silla de madera en el balcón, uno que da una mágica vista. Pronto caerá la noche, tan solo faltan unos minutos. El clima frío no impide poder disfrutar, un abrigo y guantes tratan de proteger. Y el té caliente, que pronto Milán lleva a la pequeña mesa redonda, ayudará a no sentir el golpe frío por un rato.

Isolda ha estado hablando de un hombre, hombre que hace a Milán enfurecer, nadie sabe de qué hombre se trata y si lo saben, nadie ha querido hablarlo con él. Parece estar perdidamente enamorada, aún en negación, porque ese hombre se siente como un paraíso oculto, la tiene y lo sabe pero ella no quiere pasar por una segunda decepción en su vida.

—A veces me gustaría saber si él es el hombre perfecto— dice Isolda mientras toma su taza de té.

—¿Por qué no lo sería?— cuestiona Milán.

—Porque ese hombre no existe— responde Isolda con indiferencia— Mi hombre perfecto sobrepasa los límites de la realidad. Quisiera que me mirara como si yo fuera la única en el mundo, la única que es digna de admirar, quien ha robado la belleza y perfección en el mundo y la ha guardado solo para ella. No la comparte con nadie más. Él no me podrá dejar porque sabe que solo soy yo en este universo, nadie es igual a mi, no puede ni siquiera mirar a otra mujer, no puede ni siquiera hablar con ella, porque se ha hechizado conmigo, yo soy su sueño hecho realidad.

—¿Y dime en donde entra lo imposible?

—En que un hombre así no existe. Porque todos miramos a otros, todos voltearan a mirar a alguien más mientras yo me derrumbe por dentro, me harán morir en sus brazos, me harán dormir entre sus palabras, y será él quien me embruje, yo no tendré nada más que dar ni ofrecer y eso me llevará a la ruina. Ahí está lo imposible.

—Claro que puede haber un hombre como él.

—Existe, creo que es el indicado. Pero no puedo con la idea de que él mire a otras, si yo soy su vida, si él dice que mi perfección y belleza no se compara con otra, ¿Por qué mira a las demás?— dice Isolda. Cualquiera podría percibir el deseo de pertenencia— Y no estoy yo por el negarle eso, al final esa es su vida y qué tengo yo que reclamar. Lo dejo ser libre porque es lo que merece, no me merece a mi, no lo merezco a él.

—¿Qué pasaría si él quisiera estar contigo?— pregunta Milán, Isolda le sonríe de manera incrédula, después vuelve a beber de su té.

—Debería decírmelo ahora.

Sinceramente no podía creerle porque siempre he estado rodeada de esas historias que necesitan tener una mentira para poder ser perfectas.

—Los obstáculos vuelven más fuertes a las parejas.

—No quiero regresar a esa imponente relación que necesito. Si el amor es tan grande ¿Por qué es necesario que uno de los dos sea infiel? La razón por la que no puedo creerle.

Mientras Isolda bebe una segunda taza de té, hunde sus pensamientos y su mirada en la noche estrellada. Una fría brisa desacomoda su rizado cabello, y causa escalofríos cuando toca su cuello. Milán la observa, analizando cada detalle del perfil de Isolda, tratando de descubrir la razón de su comportamiento, si Alejandro ha resultado culpable en todo esto, no puede preguntar, no quiere sonar como un entrometido. ¿Cómo podría acercarse, llegar hasta su alma?

—Además, yo no necesito de él— el egocentrismo regresa, la actitud narcisista de la mujer más perfecta, aquella que hasta en sus luchas mantiene su perfección— Estoy perfectamente bien sola. Mira todo lo que he logrado, hasta donde he llegado y jamás he necesitado de un hombre a mi lado. Gizón y yo somos un equipo, pero nadie puede presumir de haber ayudado a "la mejor actriz en el mundo" de haber logrado tal título, porque todo ha sido por y para mí.

—Es mejor así. Totalmente talentosa, disfrutando para sí misma, es tan completo así— contesta Milán, dando la razón porque eso es lo que su amada quisiera oír.

—Algunas veces me siento como un postre, ¿sabes? de aquellos que debes comer en el momento. Las personas llegan al restaurante, lo ordenan y la única regla es que solo podrán comerlo una vez así que deben disfrutarlo, al terminar están satisfechos, dejan los cubiertos sobre el plato, y me vuelvo un recuerdo que causa placer. Nadie volverá por mí.

Isolda observa al cielo, Milán no puede dejar de mirarla, parece que quiere llorar pero retiene sus lágrimas con esas acciones. Trata de fingir una sonrisa pero es imposible, Milán ya sabe el dolor que le está causando. No quiere recordarlo, duele reconocer que se equivocó.

Como todo, inicia en un bello campo de flores, pájaros cantando, un bello amanecer, un mundo donde la crueldad no existe. Termina en un bosque oscuro sin salida, del que a Isolda se le hacía muy difícil salir. Se sentía acorralada y tiene razones para fallar, somos humanos y cometemos errores, claro, se olvidaba que ella debe ser perfecta ante todo.

—Alejandro— habla Isolda mientras baja su mirada. Una lágrima no puede evitar caer de sus hermosos ojos cafés, rodando por su suave mejilla cae para embellecer el piso— 1990. Quieres saber de él ¿Cierto?

Milán se sorprende, ¿Acaso puede leer sus pensamientos? Asustado, se limita a negar con la cabeza. Isolda ríe levemente al notar la nerviosa actitud de un hombre que no sabe mentir, le causa ternura porque es sincero al final y así podrá saber sus mentiras. Aún cuando no es una bruja que puede leer las mentes, Isolda tiene oídos por cada una de las habitaciones, siempre estará informada cuando se habla de ella.

—Él me llamaba Paraíso, "Mi paraíso", creando el juego de palabras con mi nombre. Decía que había sido bendecida con un don único, la belleza que cambiaba con el invierno, la que un día se negó a desaparecer con la primavera. Un día sus besos empezaron a tomar sabor de golpes y engaños, yo guardaba un sigiloso silencio de la violencia. Cada día era volver al inicio de un querer que dolía.

No es él a quien amo. No pude amarlo en nuestra época. Me cantaba cuando subíamos al techo de nuestro edificio, veíamos los atardeceres más hermosos que Madrid me pudo ofrecer. Pero él veía a otras y esas canciones que escribió para mí, quedan como mentiras, simples palabras que conservo en viejos y amarillentos papeles— relata Isolda— Yo no creo esa mentira, él jamás estuvo "locamente enamorado".

—Te amo, Isolda— revela tranquilamente Milán.

—Sí, yo también te amo.

Ambos comparten sonrisas. Hoy ya no importa nada y tal vez para mañana todo esto pase pero hoy sus corazones laten fuertemente por el otro. Hay dudas, un gran temor, pero nadie está mintiendo, este amor es tan sincero, tan real como ningún otro y los dos lo saben. Y si solo dura esta noche, mañana con la luz del día estarán felices de haberlo dicho, hacerlo realidad. Después de tantos años, parece ser verdad esta felicidad.

Para IsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora