Capítulo VI

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—Temo ser como Cleopatra— dice Isolda mientras repasa una última vez su libreto.

—¿Qué es lo que te puede causar temor?— pregunta Colette. Única amiga de Isolda, en el teatro y en el mundo, una actriz excepcional que da vida a Carmia

Sentadas en el piso de madera a la izquierda del escenario, tras bambalinas, mientras otros actores realizaban sus escenas.

—Fingir estar enferma, manipular para hacer venir por mí a mi amor verdadero.

—Imagina ser la segunda y tomarte así la noticia de la muerte de la esposa.

—¡Qué amor tan falso!— exclama Isolda haciendo de Cleopatra— ¿Dónde están los vasos sagrados que debes llenar de lágrimas? Llorándola así, veo cómo mi muerte vas a recibir.

Ambas comienzan a reír.

—Escuche que Nadine y Gizón terminaron— revela Colette esperando más información por parte de Isolda.

—En una semana estarán de vuelta. Así es cómo su relación funciona, ir y venir.

—Ella dice que fue tu culpa.

—¿Mi culpa?— pregunta Isolda ofendida— No estoy de acuerdo con su acusación. Mi hermano me ha dicho que ella no quería más nada.

—¿Cómo se lo tomó?

—Sabes que mal, dice no querer volver a rogar por ella. Ningún buen hombre debería ser tratado de esa manera, ningún ser humano en el mundo.

—Parece que hemos descubierto a Cleopatra.

—¿Has notado lo bien que actúa Milán?— cuestiona Isolda observando a Milán actuar sobre el escenario, cautivada por cada movimiento y palabra.

—¿Estás bien? Tú jamás reconoces el trabajo de otro tan fácilmente.

—Mi hermano no elegiría para un papel tan importante a un actor mediocre.

—¿Qué pasa con Alejandro? ¿Te sigue buscando?

—Ya podrás imaginarte. Ahora solo queda ver cómo el amor de ayer vuelve a desaparecer.

Los recuerdos oscuros regresan a la cabeza de Isolda. El temor de volver a creer, porque esa ocasión ha sido engañada, un bloqueo en sus recuerdos que no quieren seguir dañandola. Se escuda entre su libreto, finge leer pero la realidad es que solo está recordando aquella noche, donde el placer siempre fue más importante.

La primera vez, Isolda estaba lista para saber si esto era tan perfecto como antes lo había oído, tal parece que no era el caso, claro que no lo había disfrutado y todo había sido una simple basura entrando y saliendo de su cuerpo, pero que para el placer del macho debía gemir, su garganta solo se cansaba y no conocía el placer.

Era diferente, en cuanto Alejandro comenzó a acariciarla ella quedó totalmente enamorada, calló a sus pies dispuesta a ser pisoteada. Sin embargo era lo que menos buscaba para el hombre perfecto en su vida. Está bien, tienen buenos encuentros pero no lo era todo, claro que este hombre le hacía sentir el cielo entre sus piernas, estaba enamorada de sus manos no de él. O puede que solo se sentía atraída por sus palabras, aquellas palabras que le causaban terror pero también podían atarla, la soledad, todo había sido cómplice.

Todos habían notado esa estúpida felicidad en el rostro, de repente su mirada ya no estaba vacía, está vez algo estaba fluyendo en ella. Pero como todo tiene su fin y después de todo, Alejandro simplemente la eliminó de todo lo conocido, pudo matarla pero no lo hizo. Aquellas noches que la hicieron ver estrellas desaparecieron, ¿A dónde quiso llegar? Nadie puede volver a burlarla.

Para IsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora