Capítulo X

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—Se acerca el tiempo de la paz universal. Si el día es próspero, el mundo tripartito llevará olivo en abundancia— actúa Oliver a Octavio.

Isolda y Milán caminan hacia el escenario observando la actuación de su compañero. Todos en el teatro se encuentran maravillados con la relación, aún cuando el comportamiento narcisista de la actriz no disminuyera con dicha relación. Y es que un hombre no es un motivo para bajar la guardia. Ella no cambiará a falta de una pareja.

—Esa ha sido tu peor actuación— dice Isolda mientras ríe, ella solo bromea como nunca.

—Bien, ¿Qué consejo me daría la reina de Egipto?— cuestiona Oliver siguiendo el juego de Isolda— ¿debo ser tan feliz como ella?

—Mejor consejo no podría dar, fuente de mi felicidad es mi amado Marco Antonio— dice Isolda tomando la mano de Milán y elevándola alto— el amor que los dioses han enviado para su Isis.

—Parece que mi reina se ha tomado su personaje muy en serio— le dice Milán mientras sonríe.

—Para interpretar a Cleopatra debo convertirme en ella— responde Isolda con arrogancia— esa fue una gran actuación Oliver. Acepta mis palabras que sabes no son para cualquiera.

—Gran elogio. Te lo agradezco Verona.

Y Oliver agradece con una reverencia.

Llegando tarde a tan solo unas pocas semanas para la presentación de la obra, no importa, Tahvo no puede molestar a su hermana, sabe que ella está lista desde el inicio y no puede arruinar una felicidad que parece no tendrá un final, y si lo tiene, entonces solo dejara que la pareja viva su momento sin incertidumbres.

A pocas semanas de que está relación comenzará, Isolda parecía llevarlo muy bien. Después de pasar el tiempo sola debía encontrarse a sí misma, tardó cerca de dieciocho años en hacerlo.

Con la responsabilidad de cuidar del mejor de los tesoros en el mundo. El creador no se ha medido está vez, exagero en su creación, más valiosa que cualquier piedra preciosa e incluso más preciosa, más que una simple belleza, llena de sabiduría e inteligencia. Su alma acompaña a Milán a cada paso, bastó con una revelación para saber los sentimientos, conocer que fueron hechos el uno para el otro. Nadie sabe cuál ha sido el hechizo para el fascinante encantó y admiración que se siente entre ellos. No cabe duda en qué es perfecta en todos los sentidos. Ahora no podría vivir sin Isolda. Esto se siente como el paraíso, la gloria existe en una habitación, en una sola persona y podría habitar toda su vida aquí.

—Me encanta la escenografía— comenta Isolda mientras observa los escenarios.

—Totalmente de acuerdo. Dan un toque mágico.

—¿Milán?— cuestiona la voz de una chica detrás de la pareja— ¡Milán no esperaba encontrarte aquí!

Ambos dan media vuelta para encontrarse con una mujer de piel blanca, muy delgada más hermosa que el atardecer a sus propias palabras, que mira con una enorme sonrisa a Milán. Ella lo saluda dándole un beso en su mejilla. Isolda observa con la mirada que antes había olvidado, la mirada soberbia que ahuyenta a los demás. Se marcha en busca de su hermano. El enojo de pertenencia regresa. ¿Quién es ella? Una simple turista curiosa por el teatro, no hay porque bajar los peldaños de su importancia.

Isolda lo sabe, sabe que ella también tiene al mejor de los tesoros bajo su custodia. Su temor: puede ser robado. Una brillante estrella que puede desaparecer. Todo es una amenaza ante sus ojos. Como una frágil caja de papel, siente un fuerte dolor en su pecho que pronto sube hasta su garganta, la ahorca y sofoca, necesita llegar pronto con Tahvo. ¡Salvenla de la desesperación! Qué alguien contenga las lágrimas de la princesa abandonada por su reino, ¡Nadie deje que tome sus piernas! Liberenla de sus propias garras, demonio hecho mujer.

Milán no puede entender por qué Isolda se ha marchado. Continúa hablando con su amiga, ha pasado tiempo desde que no se encontraban. Isolda regresa, Milán le sonríe, una mano interrumpe el momento. Nuevamente el rostro de Isolda vuelve a cambiar, observando una fría mirada, vuelve marcharse esperando que él la siga. Volando por otro cielo como las aves cuando las temporadas cambian.

Y así, de nuevo, se siente abandonada, nadie la busca. Necesita un golpe que solo Milán puede dar, pero el desinterés ante la necesidad de suplicar rompe el corazón de Isolda. Toma asiento en primera fila mientras lee las posesivas líneas de Cleopatra. En el escenario; Oliver continúa con su personaje.

—A falta de intoxicación— dice Emir a lado de Isolda— cómo un pacto con lo superior y quién te mire quedará enamorado de ti.

—Esa palabras me abruman.

—Y tal a una adicción, respirando, consumiendo. No tengas miedo que no es capaz de mentirte. Pero si aún tienes dudas, recuerda que la noche siempre está abierta. Hace falta veneno debajo. Tú te refieres a ti misma como una bruja.

—¿Una bruja?— cuestiona Isolda ofendida.

—Cómo Morgana, actuando para tu propio beneficio. Nos tienes a todos bajo un hechizo que tú misma creas noche tras noche. Aún ahora, que ya te has dejado atrás, seguimos bajo los efectos de un veneno. Creímos plástico sin nada, solo funcionando para ser perfecto.

—Una bruja a la que nadie obedece.

—Ya entiendo, alguien se revela. Jamás pensé verte derramando lágrimas, ni siquiera una.

—Esta gota ha sido por el cariño que nunca antes he sentido.

—Ya viene Milán. Y si me dejas darte un consejo, no dejes que se los coma el diablo.

Isolda se pone de pié al mirarlo. Se marcha dejándolo confundido, no sabe qué mal ha hecho. Emir ríe entre dientes por la expresión confusa del actor, además de su inexperiencia con una mujer como Isolda que ha revelado un ser diferente al real. Y aún todas estas personas se niegan a creer que ella pueda tener sentimientos, está hecha de roca o plástico, por dentro está vacía, cómo podría sentir dolor o amor. Todos se preguntan si aquel amor es real, la respuesta es que es tan real como la perfección que invade a Isolda. Los puños de quien ama podrán romper sus huesos y dejarla herida, pero su amor tan verdadero es capaz de perdonar hasta el máximo pecado. Si decide meterla en una caja, más si daña la psicología de una mujer que ya ha sido derrotada, dejada con una frágil mentalidad, cada parte desfragmentadose, ella perdonará.

—Puede que te hayas equivocado— dice Nadine a Milán— es decir, yo te lo dije antes. Isolda pide amor solo para ella, nadie puede quitar lo que es suyo. Todo siempre es poco. Todo siempre será poco.

—Me siento como un idiota. Yo la amo, lamento tanto causarle dolor.

—Búscala, ella adora ver cómo ruegan por tenerle.

—No me gusta rogar, eso no es para mi— responde Milán con soberbia— a menos de que valga la pena.

—Sinceramente, Verona lo vale todo.

No hacía falta decirlo. Milán lo sabe, Isolda, su Isolda lo vale todo. Deja todo, entrega su vida por ella, demonio o diosa que desde aquel día llegó a incitarle. Él le pide venir y poseer su ser, sea la dueña de esta miseria de cuerpo que tiene para ofrecer a la reina del cielo y el infierno. No tiene mucho para dar pero puede hacerlo suyo, ya es su presa. Hacerlo hasta su esclavo, dejar a este ser arrastrándose detrás suyo, suplicando por su querer. Tan solo debe hacerlo, revelar su lado más ruin para controlarlo que él ya se ha entregado desde ahora, ya puede controlarle, ya está a tus servicios que desde ahora no podrá no complacerle. Si debe pasar su vida rogando por su paraíso, lo hará sin problema, solo alguien, ella debe afirmarle; se quedará a su lado por siempre, escuchando su voz en la eternidad. Suspira y con el secreto de su entrega, ya ofreció su corazón, vivirá y morirá otras vidas por su Isolda.

Para IsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora