Capitulo IV

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Aquella mujer que es contemplada, esa que ha estado en los cinco continentes buscando algo que cobre sentido en su vida. Todo puede parecer una pérdida de tiempo cuando se encuentra sentada analizando cada error de los demás, como si nada pudiera importarle, ella carece de los sentimientos, nunca en su vida se ha sentido triste, solo es feliz para sí misma y nadie puede ganarle a esa felicidad. Claro que ama, se ama a ella misma, capaz de levantar a quienes más la necesitan, sabe por lo que estás pasando, normalmente se encuentra ahí, pero nada lo demuestra, se guarda rencores, ira, alegría y miedo, para un cuarto oscuro al que solo una persona tiene permitido entrar, nunca nadie manchara las sábanas blancas que la envuelven y si algún día alguien logra hacerlo, podrá estar segura de que será para siempre, solo suyo, ahora le pertenece y deberá cuidarlo sobre todas las cosas.

Milán y Nadine viven en el mismo edificio, donde se alquilan pequeños departamentos a un precio bastante accesible. El lugar es lo que menos importa ya que pasan la mayor parte de su día en el teatro y el departamento solo es un lugar al que llegar a dormir. Cuando Milán llegó a la ciudad hace unos meses, Nadine fue la primera en recibirlo, desde entonces ambos llevan una cordial amistad, siempre apoyándose mutuamente ante las exigencias de la actuación. De vez en cuando, también les gusta desayunar juntos, esta vez la invitación de Milán ha sido con un solo propósito, tratar de conocer más sobre Isolda, no hablan mucho en el teatro y él constantemente se pone nervioso con su presencia. Nadine, como la novia de su hermano, debe conocerla más que cualquier otro.

—¿Cómo llegaron aquí?

—Es una larga historia, una triste y larga historia— responde Nadine— Gizón y Verona tenían la mejor de las vidas, nada podría preocuparles. Desde muy pequeña, Verona tenía esa gracia natural que hacía que las personas la amaran con solo mirarla. La tragedia llegó cuando su hermana mayor murió, entonces los problemas en su familia aumentaron. Cuando Gizón tenía dieciocho años, logró escapar junto a ella, sus padres les consiguieron una mejor vida. No tenían que preocuparse por nada, permanecían encerrados en un departamento, pronto se dieron cuenta de que no podían pasar la vida escondiéndose. Comenzaron a asistir a un teatro, se enamoraron de cada obra que se presentaba. Un día, se volvieron amigos del protagonista, él les ofreció intentar participar en una obra, ellos claro accedieron. Sus personajes, aunque poco frecuentes, lograron sobresalir más de lo esperado.

—¿Quieres decir que ellos no son verdaderos actores?

—Sinceramente, son mejor que cualquier otros. Y puede que Verona no me agrade en lo absoluto, pero mucho de lo que dice es verdad. Ella te trae ¿Cierto?— cuestiona Nadine. Ella conoce la respuesta, puede notar ese brillo en los ojos de Milán cuando la nombra, pero igual quiere que él se lo revele.

A pesar de ello, aún con la acusación ya hecha, Milán se mantiene en silencio, no quiere revelar sus verdaderos sentimientos.

—No— responde.

Nadine fija una mirada incrédula en él.

—Verona es distinta. Promiscua es la palabra que la define y no quisiera buscar un sinónimo— revela Nadine— Tiene una muy mala reputación. Dos o tres actores, el sastre, el regidor, productor, ellos lo pueden asegurar.

¿Detestas tu vida? Milán se pregunta en gran medida, es por eso que no puede dejar que los demás disfruten. Ó quizá solo envidia ese estilo de vida, porque Isolda se atreve a hacer lo que pocas, sin miedo a lo que puedan juzgar esas personas atormentadas de sus malas decisiones. Nada podrá impedir que se continúe enamorando.

—Eso no significa nada— defiende a Isolda de inmediato. Milán no soporta esas críticas— Las personas pueden hablar, al final de todo es su vida y nadie debe de interesarle la manera en que viva.

Para IsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora