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Los rayos del sol golpeaban con muy poca fuerza el pavimento gris opaco a un costado de ellos. Las pisadas insistentes de dos chicos sobre la vereda, era lo único que se escuchaba en ese gran barrio de mansiones gigantes y escandalosas.

La gran mayoría con elegantes y amplios jardines en la entrada.

Uno de los chicos, vestidos con una sudadera amarilla amplia y simple, vaquero negro roto a propósito, unos largos coverse, y su morral colgando, únicamente, de uno de sus hombros, miraba maravillado la elegancia de esta parte de la ciudad de Karmaland.

Su acompañante, Manuel, no le impresionaba demaciado, ya había venido varias veces con su pequeña pandilla a molestar a los estúpidos niños pijos de la universidad.

Pero Raúl simplemente estaba anonadado, los papeles en sus manos se alzaban levemente por la brisa de la mañana no-tan-mañana.

Doce treinta marcaba su reloj barato, comprado a la vuelta de la esquina en su barrio y Raúl aún tenía la mitad de sus currículums sin entregar.

Mansión que veía, mansión dónde dejaba un papel con toda la información necesaria para contratarle.

— Apura el paso que me da mala espina este lugar. — Manuel golpea levemente el hombro del más bajo solo-por-unos-centímetros para llamar su atención e intentar que obedezca su orden.

Cosa que no hace, solo atina a quedarse parado frente a un gran portón, dos hojas, de rejas negras, que terminaba en una punta curvada.

A lo lejos se podía apreciar una mansión peculiar, o al menos de unos colores diferentes a los anteriores, "oculta" por los hermosos jardines.

La casona era grande, no mucho, pero lo justo como para que vivieran diez personas, cuatro perros y un gato gris, que jugaba con una bola de estambre frente al gran portón.

Raúl miraba casi que con alabanza el gran edificio blanco, ventanales bordeados de lila, y una gran puerta principal que Auron juraría era de madera, pero al intentar acercarse un poco más y tocar los fierros con sus manos, los cuatro Rottweiler saltaron para atacar, ladrando y alertando a los dos desconocidos. Uno se echó hacia atrás chocando con el chico de mirada aburrida y tosca.

— Lo siento Lolito... No fué-..

— Ya... Solo... Terminemos.

Raúl asintió varias veces ante la mirada afilada del de piercings en la ceja, labio y naríz.

El chico de cabello azabache brillante intentó depositar en el gran buzón de chapa lila uno de los papeles, sin éxito.

— No se abre.

— A ver, aparta... Dejamelo a mi.

Fanfarrón y descarado solo porque iba dos veces a la semana al gimnasio, buscó la manera de abrirlo, no había una palanca, tampoco un candado.

Raúl sonrío de lado y se cruzó de brazos al notar como su amigo intentaba, de todas las maneras, no quedar como un completo idiota, aunque ya lo estaba haciendo.

— Sabes... Creo que está averiado, tienen que llamar a un arregla buzones o lo que sea.

— ¿Y si tocas el botón de al lado?.

Pregunta pertensioso Raúl, señalando con la cabeza el botón negro a un lado de la reja.

— Ja, ja, que lindo Álvarez. Obligandome a hacer el trabajo sucio.

Se apoya su dorsal en la frente, haciendo una escena dramática, vergonzosa y asquerosa para un morocho cansado, que caminaba hacia el botón.

Hogar De Luque, ¿En qué puedo ayudarle?. — El nombre le es familiar al de cabellos color cobre y abre los ojos con asombro, miedo y un montón de emociones en su rostro, al igual que memorias en su cabeza.

𝗠ɪ sᴇɴ̃ᴏʀ || Luzuplay [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora