VII

360 56 38
                                    


«💸»

- Estoy harto, Samuel. - Se acomoda con clara molestia el cuello de su camisa y afloja el nudo de su corbata. - Llevas días encerrado en tu habitación. No quieres hablar de lo que te pasó con Doblas, no quieres salir, ni comer. ¿Que es lo que te pasa?. ¿Que fué lo que pasó?.

De Luque se saca los lentes para lectura lentamente, y deja el libro sobre la almohada de su mujer.

- ¿Vas a hablar?.

Suspira profundamente, haciendo que se notara lo frustrado que se encontraba, y, por primera vez, desde que su abogado y amigo irrumpio en su hogar, y, no conforme, también en su habitación, alza la vista con una mirada completamente tosca.

- Mira, De Luque, soy tú abogado en este caso, es un momento crucial en tú vida. No puede ser que estés tres días en cama sin hablar ni con tu esposa.

Mandón, molesto y astiado, se libera del saco negro dejándolo, prolijamente, sobre el respaldo de un asiento. Camina de un lado a otro, como un loco, mientras esconde sus manos en los bolsillos amplios del pantalón.

Samuel solo le sigue con la mirada expectante de saber cómo iba, su amigo, a sacarle información.

- ¿En serio vas a hacer esto?.

Se conocían, era claro lo que De Luque tramaba. No iba a hablar, se había rendido, por completo.

Algo clave pasó en aquella casa, que no le permitia dormir con tranquilidad. Era como un insecto irritante rondando en su cabeza.

Una vez decidido, se armó de valor, para actuar por su cuenta. Habló con Silvia unas cuantas veces, sin ningún tipo de respuesta más de las que ya sabía:

"Él no ha querido contarme nada, Borja. Lleva callado desde que lo trajiste hasta casa. Ha estado enfermo y complemente en las nubes".

También con el abogado de Rubén, que, lógicamente, no iba a decir ningún secreto cliente-abogado.

Y, por último, ir hasta la casa de Samuel, para hablar cara a cara con ese gilipollas.

Y ahí estaba, de pié, frente a su cliente que ahora parecía que se había quedado sin lengua y sin voz.

- De Luque, De Luque, De Luque... Nos conocemos desde hace años. - Samuel solo lo estaba probando, pero ¿En serio iba a usar esa carta tan miserable?. - ¿Por qué?. Solo, ¿Por qué?. Nada más. ¿Por qué no confías en mí?.

Llevaban horas dentro de esas cuatro paredes, y de afuera solo se había escuchado la voz de Borja gritar, suspirar y gruñir, complemente irritado y confundido con todo esto.

De la puerta entre abierta se asoma la cabellera azabache de un joven amable y cordial, con una bandeja de plata entre sus manos.

- S-Señor.

- Pasa, Raúl.

- ¿Es en serio?. - Los ojos de Luzuriaga parecían querer salirse de su rostro. Estaba empezando a entrar en estado de locura.

- Con permiso.

Y camina con el mentón en alto, pasos tranquilos y vista al frente.

La bandeja acaricia con dulzura la madera marrón, a un lado de Samuel. Una taza caliente, cuatro cubos de azúcar dentro de un platito, y las pastillas para el dolor de cabeza, son alejadas de la charola, y depositadas tranquilamente a un lado de un jarrón con rosas azules.

Borja es como un amigo más de Samuel en esos momentos, ni siquiera le ha saludado, tampoco se ha acercado a hablarle, cosas que le parecen muy extrañas a De Luque.

𝗠ɪ sᴇɴ̃ᴏʀ || Luzuplay [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora