XIII

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«💸»

Todos en la sala estaban confundido. Samuel, con diario en mano, Silvia, completamente impactada, Raúl, con una bandeja entre sus manos, y, obviamente, pegado al jóven, estaba Borja, saboreando el líquido color miel del té.

Ya se había adecuado bastante bien, parecía que pertenecía al grupo de empleados de esa casa. Aunque solo estaba ahí para, de una forma no posesiva, acompañar a Raúl. Nunca tuvo la necesidad de ayudar a Beatriz a cortar verduras, o a contribuir con Adam, llevando las cajas del automóvil a la cocina, pero le agradaba hacerlo, o eso decía. Samuel le hacía bromas de que pronto tendría que pagarle por ser un empleado más del lugar.

Pero era más que obvio que solo quería estar más cerca de Raúl, aunque, gracias a esto, logró conocerlos más. Al menos logró aprenderse los nombre de la cocinera, el chófer y la secretaria.

Aunque esta vez fué un llamado urgente de parte de Samuel, lo que le obligó a asistir a la casa de aquel, que, simplemente, estaba realmente sorprendido.

Rubén se encontraba ahí, sentado sobre la silla de ruedas que tanto había despreciado. A su lado, y con cara de muy pocos amigos, el abogado, su abogado.

¿Que cojones hacían ahí?.

Pues muy simple, Alex había logrado convencer a, no solo Rubén, si no que también a su abogado, de que Samuel De Luque no tenía nada que ver con el derrumbe de la mansión Doblas.

Lo confirmaban los planos antiguos, ocultos, de su padre. Vistos, leídos y tocados, con suma cautel, por un especialista, afirmando que Samuel había obedecido al pie de la letra.

Que las personas culpables eran las que habían "leído mal" los planos, y por ende los que construyeron la casona, también estaban metidos en eso.

Aunque Rubén no tenía ni una sola gana de acusar a ese hombre, que desde un principio sabía que era inocente, su propio abogado le había dicho que si quería tomar la justicia por su mano, que fuera a por el pez gordo, y así caerían todos los demás.

Pero el chico de mirada marrón no podía ocultar sus sentimientos, no podía serle desonesto a ese hombre de ojos violetas y sonrisa burlona.

— Buenas tardes, joven Rubén. Buenas tardes, señor Piotto. Es... Es un placer volver a verlos.

Más confundido que amistoso, extiende su mano para estrecharla con el abogado contrario del caso.

Una incomodidad impresionante envolvía a todas las personas de pié, en el centro del zaguán.

Enfrentándose se encontraban Silvia y Rubén, Samuel y el abogado. Éste le daba las espaldas a Alex que fué quien les dió paso a su humilde morada. A la derecha del anfitrión estaba Borja, que deslizaba su mirada confundida de Samuel a Rubén, y viceversa. Y a su lado, aún más confundido, y sin entender absolutamente nada de lo que estaba pasando, un jóven de cabellos azabaches, que sostiene con nerviosismo su mirada en el suelo.

Un silencio sepulcral inunda el enorme espacio en el que las siete personas convivían.

Samuel no tenía idea de lo que estaba pasando. Tampoco entendía cómo era que Rubén conocía la dirección de su casa.

Enfoca su vista, en la petisa silueta de su hijo que sonríe inocente y totalmente exterior al momento.

Sospechaba que él tenía algo que ver con todo esto.

— Por favor, sean bienvenidos.

La dulce voz de Silvia rompe el silencio incómodo, mientras se dirige a la sala de estar, acompañada de todos los curiosos.

𝗠ɪ sᴇɴ̃ᴏʀ || Luzuplay [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora