Capítulo 14

19 6 5
                                    

“Vamos a reír, ¿para qué llorar? Todo esta perdido, solo queda gozar.”

MARK

«Y si llegas a extrañarme, por favor, no lo intentes. No luches, no te canses, solo mantenme contigo y ya.

Mis gritos permanecen en el silencio, y en la clara oscuridad. Esa que solo tú me enseñaste a amar.

Vamos a reír, ¿para qué llorar? Todo esta perdido, solo queda gozar.

Y si llegas a extrañarme, por favor, no lo intentes. No luches, no te canses, solo mantenme contigo y ya.

En este silencio ensordecedor, en esta oscuridad que solo me brinda luz.»

¿Quién dijo que para llorar necesitas derramar esas pequeñas gotas de agua salada por los ojos?

¿Quién lo dijo? ¿Quién lo dictaminó?

Expresemos lo que tengamos que expresar y no supongamos si lo hacemos bien o no. Hazlo como quieras, como gustes, no te pares a pensar  si es correcto o no. Si lo haces la cagas.

Las personas piensan diariamente, a cada rato, a cada segundo, en lo que harán y como lo harán. No lo pienses, solo vive, vive el momento pero vívelo tú.

Con esto no trato de decir que saltes al vacío, que consumas alcohol como loco: no. Te digo que, con cada cosa que suceda en tu vida, la goces y la experimentes como se debe.

Si tienes miedo: hazlo.

Si tienes rabia: hazlo.

Si tienes miles de emociones que no puedes expresar: hazlo.

Siente.

La paz que se ha instalado por el lugar me llena de cierta alegría, de tranquilidad. Mis pulmones inhalan el aroma de jazmines que desprende el incienso encendido y reparo nuevamente en la mesita frente a mí.
Completamente llena de papeles, entonces, admiro la fotografía enmarcada en la pared frente a mí.

¿Cómo estará? ¿Acaso hay vida después de la muerte?  ¿O no? 
Esa es la verdadera pregunta del millón de dólares. Pero yo creo que si, hay vida, una mucho mejor que esta.  Me levanto del sofá y encaro la imagen de la niña sonriente.

¿Estarás bien mi pequeña? ¿Ya no tienes miedo?

Yo me encargue de ayudarte, yo te ayude a librarte de lo que pasó. Sé que no esta  bien, que no fue lo verdaderamente correcto pero, ¿Qué más esperabas que hiciera?  Cuando me pediste ayuda fue cuando más roto y débil estaba.

Mi Sofía, mi pequeña hormiga. La foto entre mis manos refleja a una niña tan feliz y relajada, tan llena de vida pero que actualmente ya no pertenece a ella.

Resoplo con pesadez y le doy una última calada al cigarrillo que tengo en mi otra mano. No tenías que haber recurrido a mí, a un drogadicto con problemas de depresión en potencia.

Tenía tan solo quince años, ¿Cómo pensaste que te ayudaría? Cuando estaba igual que tú.

La diferencia fue que tú te hundiste en la idea de ser delgada como las demás, de complacer a Aitana y convertirte en modelo para desfilar su ropa. Nunca debiste dejarte llevar por nuestra madre, así como nunca debiste hablarme esa noche.

¿Quién  hizo el mal? ¿Tú al suicidarte o yo al decirte aquello? Yo fui la llama que te impulso a quemarte. Fui el viento que te hizo partir hacia el océano para que terminaras siendo tragada por la deriva.

Fue mi culpa, es mi culpa.

Suelto una carcajada  cargada de cinismo que logra cerrarme la garganta, y si que fue divertido partirle la cara a mi padre ese día. Por ser como es, un hijo de puta que ocupaba el papel de fantasma en la casa. Por permitir que mi madre hiciese tantas cosas con mi hermana.

El Club de los Corazones Rotos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora