Prólogo

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—¡Te odio, maldita sea! — Gritó acabada. —¡Todo esto es tu culpa! ¡Tu jodida culpa!

Pero él no se quedo atrás para responderle.

—¡No quise hacerlo, lo juro! ¡Jamás pensé que esto pasaría! ¡Jamás!

Mi respiración era irregular y mis nervios estaban a mil. Mi cuerpo no paraba de temblar y que estos dos siguieran con sus gritos no me ayudaba para nada.

Estaba de rodillas, con ella entre mis brazos. No podía creerlo, todo iba tan bien. Pensé que las cosas ya se habían solucionado.

¿Por qué? ¿Por qué volver a caer? ¿Qué te hizo llegar a esto?

No sabía porque Nina le gritaba que era su culpa. Ni porque él dijo que no quería hacerlo, pero en estos momentos eso no me importaba. Solo deseaba que la ambulancia llegase ya.

Su cuerpo no paraba de moverse y su mirada estaba perdida. No sabía que iba a pasar, no sabía siquiera que esto pasaría.

—¡Maldición, cállense ya! —grité con desespero. Pero ninguno me hacía caso, Nina estaba tan cegada que empezó a golpear el pecho del chico.

Pasaron los minutos que me parecieron una eternidad. Se me hacia tan difícil respirar que terminé acostándome en el suelo junto a ella. Solo miraba el suelo y me olvide de todo. Escuché que abrieron la puerta y seguidamente entraron varias personas. Ya no habían gritos, solo personas moviéndose de aquí para allá.

Vi como la acostaban en una camilla y se la llevaban. Solté todo el aire acumulado dentro de mi con alivio.

Pero aún el peligro seguía.

Estaba tan aturdida que no pude responder a las docenas de preguntas que una mujer joven me hacia. Sentía que iba a desmayarme, y no me equivoqué.

—Solo… Sálvenla… —fue lo único que dije antes de caer en la inconsciencia.

El Club de los Corazones Rotos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora