Al principio, se oyeron rajadas de piel y partiduras de cráneo, la sangre apenas se divisaba a través de las bombas de humo. La mayoría del ejercito saltaba de las alturas y con la espada ahueca les partía la cabeza. Esa extraña invisibilidad duro unos segundos hasta que la nube gris se deshizo y nos reconocieron como criaturas humanas. Así empezó el caos y pánico de los habitantes.
Sobre la mano empuñaba una pistola, disparaba a lo que se me cruzase, animal o demonio. Era desagradable. No me molestaba ensuciarme... era incomodo que gritasen y rogaran que me detuviera. Podía saborear su miedo y les ignoraba. Debía de matar la cantidad posible, esa era la tarea. Y esperaba terminar de prisa.
Rápidamente me vi envuelta de emergencias: cortes nada superficiales, huesos torcidos y esquinces. Tenía que detenerme en algún rincón, acuclillarme y coserles las heridas con las manos sudorosa y torpes, mientras ellos me cubrían las espaldas. Cuando untaba el licor sobre el pañuelo para limpiar el corte, debía de hacer que mordieran algo, gritaban como si se les rompiera las ligaduras internas. Los demonios civiles habían empezado a defenderse, a usar cuchillos de cocinas y retazos de madera, dispuesto a matarnos, torturarnos y comernos.
En el momento que volvía a quedar libre, corría sobre los callejones, me ponía la improvisada mascara de humo y lanzaba explosivos minúsculos. Las bestias humanoides salían de sus casas, con los labios carnosos entreabiertos buscando oxígeno, y los mataba. Les volaba la cabeza uno a uno entre sus pasos delirantes. No tenía mucho que pensar, mi cabeza se apagaba un poco porque solo tenía una cosa que hacer, y esa era matar y ayudar. Sin embargo, a veces se me cruzaban pensamientos fugaces: mi esfuerzo por sobrevivir y Norman. Se incrustaba tanto en mi cabeza por ratos que terminaba tropezando con los cuerpos. Para mi desafortunada suerte, un demonio se percato y quiso tomarme de las piernas. Le dispare en el rostro pero falle.
―¿Quién eres? ―me dijo en un gruñido grueso―. ¿Qué mierda quieren?
Me di cuenta que me sostenía demasiado fuerte. Podría fracturarme o hasta arrancarme el pie de un tirón. Me obligo mirarlo y me golpeo en el ojo con su puño meloso y deforme. Sentí que el parpado se me cerraba, pero aún estaba consiente. Forcejee desesperada y me arrodille debajo de su cuerpo, le patee y le apuñale hasta que me soltó y salí corriendo. Pero a los segundos me retracte y volví. No quería sentirme cobarde. Saque la espada y se la azote en la cabeza varias veces. El cráneo de abrió y los sesos se aguaron, pero no me detuve. El tan solo saber que tuvo el pensamiento de matarme y el tan solo hecho de su existencia. No me sentía bien, todo lo malo que nos ocurría era debido a ellos.
―¡Oye! ―esa voz era humana―. ¡Oye! ¡Aquí, aquí!
Guarde la espada. Me aproxime hacía la silueta de un muchacho que cargaba sobre sus espaldas a otro. La boca sangraba demasiado y le temblaban los brazos y las piernas
―Ayúdalo por favor.
Lo acostamos sobre la tierra y le arremangue la ropa, tenía un golpe interno, uno morado y venoso. El chico convulsionada.
―Lo siento, no... no puedo ―le dije con dificultad.
―¿¡Qué!?
―Está sangrando por dentro, no se puede hacer nada.
―¡Qué pedazo de porquería! !Haz lo que puedas! ―me alzó la mano con intención de agarrarme y yo me puse de pie muy rápido.
―Lo siento mucho por tu amigo, pero... no se puede.
―Es mi hermano.
De repente alguien cayó de un salto entre nosotros. El muchacho y yo le apuntamos con el arma. Era John. Se arrodillo frente al chico que derramaba sangre y espuma por nariz y la boca.
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𝑉𝑜𝑦 𝑎 𝑝𝑟𝑒𝑡𝑒𝑔𝑒𝑟𝑡𝑒 [Norman x Tú]
FanfictionMiedo, confunsiòn y agonía es lo único que conoce una niña desafortunada, que tras ser adoptada por Peter Ratri, es encerrada bajo las paredes de un laboratorio. Su tortura termina cuando un chico, que ella reconoce como alguien de mirada fría y mis...